En septiembre escribí un artículo vaticinando que los mayores problemas para la investidura de Pedro Sánchez vendrían de donde menos se lo esperaba nadie: de Podemos. Me puse galáctico incluso: «Lo de Irene Montero me recuerda a ese pequeño defecto defensivo que tenía la Estrella de la Muerte en La guerra de las galaxias. Si se dejaba caer una pequeña bomba ahí, todo el gran artefacto destructor, aparentemente invulnerable, saltaría por los aires galácticos». Con los nacionalistas, filoetarras, golpistas y demás grupúsculos, sin problemas para Sánchez. Todos tenían tajada que sacar. Podemos era la que podía primar su venganza y la que sentía un frío aliento de muerte política en el cogote.
Mi vaticinio pareció batacazo. Los de Podemos pasaron por todos los aros de la investidura. Yo no daba crédito; pero asumí que uno sólo tiene la obligación de pensar con lógica y exponer con claridad. Un articulista no ha de ser profeta, aunque en estos tiempos no le vendría mal. Me extrañó tanta sumisión de Irene Montero y de Ione Belarra a Pedro Sánchez y, sobre todo, a Yolanda Díaz.
Pero ya no. Se han largado al Grupo Mixto, desde el cual negociarán cada voto a cara de Pedro, que va a sudar sangre. Han calculado los tiempos mejor que lo hice yo, pero la jugada es la misma. Si hubiesen soltado su bomba antes, caigo en la cuenta ahora, hubiesen puesto en peligro una investidura y se habrían visto prematuramente en la calle, con muy malas perspectivas de voto y con toda la izquierda en contra. Habrían tenido, además, el peligro de un enésimo giro de cintura de Sánchez y que renegase de sus pactos con lo peor de cada casa.
Ahora lo tienen todo a favor para comerse, a lo Hannibal Lecter, el hígado crudo de Pedro Sánchez. Éste ya ha unido su suerte a Puigdemont y al pacto con Bildu. Necesita los cinco votos de Podemos como el comer. Le van a pedir de todo. Por tierra, mar y aire.
Lo más obvio y terrenal. Puestos bien retribuidos para los líderes y los mandos intermedios. No sólo por el interés por el vil metal, sino también para ir reconstruyendo una estructura de partido, que requiere estómagos agradecidos. Por mar amarga, van a disfrutar con la venganza política. Tanto Yolanda Díaz como Pedro Sánchez han ido a degüello contra Podemos. Ahora se ha vuelto las tornas.
Por el aire, que es lo más elevado, les van a pedir giros aún más izquierdistas, cabalgando el tigre de la utopía. ¿Por convencimiento? Psch. En parte, pero, sobre todo, porque además de estructura, necesitan votos, que según las últimas encuestas no tienen ni para un puesto en las elecciones europeas. Y el caladero que les queda es ése: el eterno descontento de los puritanos de izquierda radical. Ahí van a socavar a base de bien las bases de Sumar, que, por estar en el Gobierno, tendrá que asumir unas mínimas dosis de realismo. Si para Sánchez van a ser un dolor de cabeza continuo, para Yolanda Díaz una amenaza constante de infarto.
No sé si se atreverán (no quiero pecar de profeta fallido), pero ciertamente se les abre, siendo independientes, un campo apasionante de crecimiento. Representar a la izquierda que no asume algo tan contrario a sus postulados más básicos como la desigualdad obscena entre españoles y los privilegios a los nacionalistas, representados, ojo, por partidos muy rancios para lo suyo, como el PNV y Junts. Si el joven Errejón estuviese en esta aventura, no hay duda de que intentaría un españolismo de izquierdas. La alergia de Iglesias por la bandera rojigualda y por el himno quizá le nuble la vista para ver este reposicionamiento estratégico. Si tuviese que apostar, no creo que lo hagan, aunque les convendría. Menos quizá esto, harán todo lo demás. Sánchez, en su Estrella de la Muerte, tiene un problema.