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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Te pienso

20 de junio de 2023

Hace unos días, la novia de un famoso, ya exnovia, comunicaba en sus redes sociales que estaba recibiendo mensajes de ‘terceras personas’ en los que ellas contaban las cosas que el antedicho les había escrito. Eran mensajes cariñosos, digamos aproximativos. Y uno de ellos, se podía ver, era un «te pienso», una forma que se ha ido generalizando un poco por cursilería colectiva, otro poco por influjo hispanoamericano y también como forma de pretendido lenguaje literario (curioso: forma literaria pero ya no culta). Documentándome para perpetrar este textillo, una amiga me contó que te pienso se lo decían mucho a ella «los artistas», especialmente «actores y músicos».

Coincidía en parte con la naturaleza del famoso. El te pienso lo imaginamos en labios de seductores consumados, sistemáticos, más bien predatorios. Es una fórmula galante, penetrativa, sin demasiado escrúpulo.

Esto no solo lo dicen los hombres, también se estila en las mujeres, aunque en ellas quizás sea más creíble la intención romántica. No nos parece serio ni digno de confianza ningún varón que la utilice, pero no es descartable el uso sincero y meloso en la mujer. Quizás el arrobo sea parecido, pero aquí denotaría una entrega sentimental real.

El te pienso no es lo habitual, pero está aceptado, se admite como uso literario, aunque… ya vemos de qué literatura estamos hablando. El te pienso sería como el pienso de que de los cursis. El pienso de que del seductor, pero mientras el dequeísta es una figura risible, objeto de burla y persecución gramatical, el tepiensista va impune por esos mundos de la palabrería perpetrando algo que no termina de sonarnos bien.

En el «pienso en ti», la fórmula usada toda la vida, hay un comedimiento. Un límite. Se piensa desde lejos. Es un pensar autónomo. Una acción personal. Yo pienso, y pienso en ti. Hay una distancia que se respeta. La persona puede haberse acordado del otro («he pensado en ti») o puede vivir instalado, con la obcecación del enamoramiento, en su evocación constante («pienso en ti»). Pero hay en esa forma una sana distancia, unas lindes espirituales. Yo, lejos, separado, distante, pienso en ti, que estás en otra parte y no participas de esta acción mía de pensar en ti. Es un pensar intransitivo.

Entonces viene el seductor, el genio del lenguaje, nuestro Lope de Vega de privado, e inventa el «te pienso», que poniendo por delante el pronombre le da ya una prioridad a la otra persona (una impostación de prioridad) y una descarga así como erotizante. Lo que hace este uso es transitivizar el verbo. Convierte el pensar, el discurrir individual, la formación de ideas y formas en la mente, en una acción de dos. Al verbo le nacen objetos, complementos: yo te pienso, te pienso a ti y esto hace recaer la acción en otra persona; se convierte el pensar en una acción de dos, en una actividad de dos participantes. Esto podrá pasar en el amor, es el objeto de amar, pero aquí se busca el atajo del verbo. El pensar se hace pensarte, es un pensar hacedor, erotizante, que recrea y da cuerpo, que al traer al otro a la acción elimina la distancia. Por eso es una fórmula que se populariza en los mensajes de chats, de whatsApp, en el erotismo de las redes sociales. Es muy de chat, de la simultaneidad comunicativa y textual.

El pensar se extralimita, se hace acción, se hace actividad y de pronto acción de dos, y el valiente «pienso en ti», que es confesión espiritual, saca la manita (manilargo) y a la vez se concreta, se acota, se hace inmediato. Te estoy pensando es «estoy pensando en ti de aquella manera». Esto es: te traigo a mí, te hago pensada, criatura, te meto en el verbo de dos, transitivizo, y al forzar las cosas gramaticalmente te tengo ya en una esfera. Es una sutileza gramatical, un ‘arrimar cebolleta’ gramatical, una maniobra de seductor verbal. Cambiando apenas la guarnición del verbo, dándole un leve viraje, la conversación se lleva a un pensar intenso, físico casi. Simultáneo. Se pierde el aislamiento psicológico, el abismo solitario del embelesado. La cárcel del espíritu pide una proximidad pensante, actuante.

Está clara la intención del que lo hace, pero ¿por qué alguien se dejaría hacer esto? ¿Por qué admitirlo? Vivimos en la estridencia del feminismo y, sin embargo, se populariza la lírica castigadora del reguetón, la extremada sexualización de la mujer o estas frases, apenas detalles, que lo dicen todo. El te pienso es cursísimo, pero además es invasivo, innecesario, desconsiderado, un poco abusivo. ¿Cómo se sale de ahí? «Pienso en ti» mantiene la distancia y la dignidad epistolar. La otra persona forma parte de los pensamientos, pero no de una acción. El pensarte es ya un poco recrear, hacerte. Pensar sobre. Introduce una viscosidad indudable y una autoría. El verbo se hace acción y en la acción uno es agente y el otro paciente. ¡Ella se hace objeto! La transitivización del verbo hecha por nuestro famoso (feminista, por supuesto) convierte a la otra en objeto de su verbo, quiera o no. ¡Empieza ya con el disimulo gramatical!

Así vemos lo curioso de todo esto: el feminismo es hegemónico, religión de Estado, pero los seductores se las ingenian para reobjetivizar a la mujer ya desde lo gramatical. ¡El patriarcado es incansable! Fuerza las cosas gramaticalmente, retuerce los verbos, altera los sentidos, los pronombres los trastoca… y todo por lo mismo.

Usemos para nuestra defensa y como un criterio fiable el de la cursilería. La intención del seductor puede ser legítima, pero ¿es cursi? Te pienso lo es porque se encubre de romanticismo, se pone un disfraz ridículo y ahí salta, como una alarma, la cursilería. Como diría Pocholo: la insinceridad. Ahí se delata el tunante, el que va de trovador. Por eso es cursi: porque el pensar-espíritu lo hace pensar-acción y eso lo reviste con lírica de cantautor. Es indignante… pero al menos tenemos, como un sentido arácnido, el sentido de lo cursi, para que no caigan más incautas. 

Decir te pienso es completamente innecesario y ni la más grande pasión carnal lo justifica. Y si no, ahí están los versos del gran César Vallejo: «Pienso en tu sexo. Simplificado el corazón, pienso en tu sexo». No dijo el poeta «te pienso (el sexo)», y si lo hubiera dicho no sería poeta, sería otra cosa.

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