Yo, de pequeño, salía al campo a coger bichos con mi padre. Buscábamos debajo de las piedras para encontrarlos, como Sánchez. Levantabas un pedrusco, los insectos salían pitando, y papá los nombraba. Scolopendra morsitans, oniacídeo, alacrán, formicidae… A veces teníamos suerte y aparecía un sapo o un reptil. Lagartijas. Una culebra. O una víbora con la cabeza triangular.
A Sánchez los bichos se le presentan solos. Los recogenueces, las serpientes proetarras, los del tres per cent, los comunistas… El espectáculo que da este Gobierno cada semana es desolador. Desde hace años. A una velocidad y una frecuencia que hace imposible recordar todo. Con unos cambios de ritmo tan radicales que parecen contorsiones circenses. La semana pasada el decreto ómnibus era imposible de trocear. Lo tumbaron los fachas de Junts junto a la internacional fascista de VOX y el PP. Pedro Sánchez dijo entonces que iba a buscar votos debajo de las piedras, allí donde suele haber insectos repelentes, serpientes, alimañas y artrópodos como el alacrán, que, como todos sabemos, tiene su carácter: no engaña. Y no lo hizo. Ya tenía el voto de los amantes de las víboras, los proetarras de Bildu. Pero hace tan solo unos días, ¡aaaalehop!, los sociatas se sientan junto a los golpistas catalanes, herederos del 3%, supremacistas liderados por el delincuente Puigdemont, y trocean el decreto. Y el PP vota a favor. Al parecer también estaba bajo las piedras.
Los socios del Gobierno le retratan de nuevo. Mucho vasco, normal; allí son muy de levantar pedruscos. Y Sánchez ha hecho escuela. Esa estrategia suya de acusar al rival de lo que él mismo practica y de hacer comparaciones ridículas se extiende. El PNV, exultante tras conseguir su palacete —a eso alcanzan sus pretensiones, más pasta, palacetes y liberación de asesinos etarras—, compara a su creador Sabino Arana con Martin Luther King. Toma ya. Un supremacista como el vasco al lado de uno de los grandes luchadores contra el racismo. La portavoz que hizo semejante comparación no se sonrojaba. Aunque viendo los datos que leía yo esta semana —el País Vasco consume hasta 90 veces más anfetas que la media nacional— está claro a qué atribuir semejante exceso.
Los de Junts han conseguido, entre otras cosas, que TVE —el segundo canal— emita allá íntegramente en catalán. Les debe parecer poco TV3. La televisión autonómica más cara y sectaria. Sumar, abanderado del feminismo, prosigue su cuesta abajo. Un nuevo dirigente está en medio de un escándalo sexual. Ya lo estuvo un colaborador cercano de la vicepresidenta, a quien pillaron con contenido pedófilo. A Yoli no le importó entonces. Tampoco lo de Errejón cuando decidió ascenderle a portavoz en el Congreso. Ahora, otro de sus colaboradores sigue lo que parece una costumbre. ¿Casualidad? Que esta mujer y las demás de su grupo no se escondan bajo las piedras que levanta Sánchez es para mí algo inexplicable. Encima tenemos que aguantarla con sus modelitos y su tonito haciendo aspavientos políticos para intentar frenar su caída. Sánchez se lo permite y le da aire con nuestro dinero. Probablemente porque prefiere mil veces una inútil así que a Pablo Iglesias. Más listo, peligroso e ingobernable. Servidor está hasta los mismísimos de tragarse tantos sapos.