«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Todo va bien

28 de mayo de 2023

En los 90 había un grupo llamado Patrullero Mancuso que logró una pequeña joya del pop con ‘Todo va bien’. La canción, en clave irónica, tenía un estribillo pegadizo: «Todo va bien, mi vida va bien, ¡qué feliz que soy!», y viene a la cabeza cada vez que se activa esa rama liberalia del inmovilismo institucional felicitario (palabra por la que me disculpo pero que he leído hace un rato a Valdano) especializada en tranquilizarnos y dejar claro que todo va estupendamente.

El Inmovilismo Institucional Felicitario, o IIF consiste en un conjunto de intelectuales transversales dedicados a explicar ante cualquier leve insinuación crítica que todo va bien, que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que nunca fuimos tan felices… sobre todo ellos.

Ahora han tenido que salir a poner un poco de sensatez sistémica por las noticias de fraude electoral. Periodistas y filósofos del régimen se han apresurado a pedir que nadie dude de la Fiesta de la Democracia ni de su pureza ritual. Los votos caen como copitos de blanca nieve sobre las urnas maternales e indudables…

Ellos no van a protestar, su trabajo es otro. Ellos miran el lado bueno, velan por el buen nombre de las Instituciones que tontas no son y luego lo tienen en cuenta. Los filósofos del régimen bastante tienen con sujetarse gravitatoriamente a la moqueta, con no perder pie, con no levitar de pura felicidad o echar a volar ayudados por la aerodinámica de sus flequillos y ondulaciones, aunque algo sí que podrían decir sobre el fenómeno, no tan anecdótico, de los intentos de fraude electoral, y hasta de las estructuras de fraude o «mecanismos heterodoxos de introducción del voto», o sobre el hecho más bien alarmante de que se esté indagando la posible participación de Marruecos en la compra de votos en Melilla. Les bastaría incluso con valorar las dudas del propio Tribunal Supremo respecto al voto por correo, si eso no fuera, claro, cosa de mal gusto, de agoreros y populistas. Protestar está al alcance de cualquiera, pero solo un intelecto poderoso y equilibrado puede advertir que, en realidad, todo va bien, muy bien, incluso inmejorablemente bien. Para estos señores, la historia es una sucesión de siglos que acaba en alto porque acaba con ellos en el machito. ¡Pues no ha tenido que morir gente y pasar cosas para que yo esté aquí ahora atusándome el flequillo!

Rodean al régimen como una lorza intelectual, como un airbag de pedantería, como un espumillón sibarita y snob que impone la cortesía del no quejarse. Son como porteros eudemónicos, o ese actor que siempre se arranca a cantar y bailar en las películas convirtiéndolas en comedia musical; son el vecino que silba ‘Escándalo’ por la escalera como si fuera a recabar un coito o esos dependientes de las secciones de muebles y colchones de los grandes almacenes que tienen por misión dejar claro, con una sonrisa y la leve presión de sus dedos, que el colchón es cómodo, mullidito, acogedor, ¡muy tentador!

Quejarse o sospechar es de trumpistas y de resentidos. No es justo, ni es fino. Porque todo va bien. Sus vidas van bien. ¡Qué felices son!

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