«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Tres tiempos

15 de marzo de 2021

Lejos de mí quitar importancia a las elecciones madrileñas. Son claves por un sinfín de motivos que están a la vista de todos: Madrid es el rompeolas de todas las Españas y, por tanto, de todas las Hispanoaméricas; el PP pretende responder prestissimo al sorpasso catalán de Vox, pero ¿hasta dónde y cómo?; la posibilidad (alta) de tener que entenderse con Vox va a poner a prueba la contundencia del sorpasso, la retórica agresiva de Casado en la moción y la capacidad negociadora de ambos partidos; el fiasco de las mociones está pasando factura a Ciudadanos, pero la otra pata del ridículo monumental, que es el PSOE, ¿se va a ir de rositas? Etc.

La inestabilidad política provoca que en cada una de las anteriores instancias o en casi todas no se agoten los plazos y se nos convoque con adelanto y solapamientos a las urnas

De todo esto tendré que escribir mucho aquí y en otros sitios, pero también conviene que nos vacunemos contra la electoralización de las democracias. Confluyen tres elementos aquí: 1) la descentralización y la multiplicación de administraciones nos tienen votando (rebotando) para el Parlamento Europeo, para las Cortes, para las autonomías y para los ayuntamientos y vuelta a empezar. 2) Además, la inestabilidad política provoca que en cada una de las anteriores instancias o en casi todas no se agoten los plazos y se nos convoque con adelanto y solapamientos a las urnas. Y 3) la globalización impone que otros procesos electorales en los que no votemos (véase USA) se vivan con idéntica conmoción. Todo sumado y bien revuelto, produce el resultado de que, igual que la legendaria ardilla que podría cruzar España de árbol en árbol, un español puede cruzar los años sin bajarse de la montaña rusa electoral.

La vida profesional, privada, social y cultural de cada uno de nosotros ha de construirse con tanta firmeza como para aguantar los saltos y sobresaltos del tiempo electoral

Salud psicológica aparte, esto genera un peligro político. No pasemos de la fase propositiva y encantatoria de pedir el voto a la fase productiva de la gestión callada y eficaz a medio o a largo plazo. O sea, que los políticos se van transformando poco a poco en candidatos al mismo tiempo que los ciudadanos nos metamorfoseamos en votantes. Para esquivar este destino, hemos de ser capaces de vivir en dos tiempos diferentes. En el de las por lo visto irremediables, interminables, encadenadas elecciones; y, a la vez, en el tiempo de los proyectos, de los ideales, de la política de hecho y de algunos —por favor— resultados. Si «el sistema que nos hemos dado», como dicen los que lo han aprovechado tanto, exige un casi permanente ajetreo electoral, hagámoslo al menos compatible con un pensamiento político sereno, efectivo y profundo. Tener las ideas claras permitirá afrontar las negociaciones con distinta solidez tanta inercia electoral. 

Pero el título del artículo hablaba de tres tiempos. Sí, porque hay un tercero que es clave para sostener el segundo y, por tanto, para sobrevivir el primero. La vida profesional, privada, social y cultural de cada uno de nosotros ha de construirse con tanta firmeza como para aguantar los saltos y sobresaltos del tiempo electoral y para exigir que la política no se disuelva como un azucarillo demagógico en procesos electorales sucesivos.

Este triple salto mortal o, mejor dicho, este triple afianzamiento vital es la manera sensata de seguir luego los procesos electorales. Que hay que seguirlos, y de cerca, por supuesto, porque tienen trascendencia, pero sin salirnos por las curvas ni perder los nervios ni los principios ni la perspectiva.

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