«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Zugzwang

2 de noviembre de 2020

He heredado un rasgo del carácter de mi abuelo confortable para la vida cotidiana, pero que hundirá mi carrera de columnista. Le aburría discutir. Tanto, que le encantaba repetirnos este chiste: «—¿Por qué está usted tan gordo? —¿Yo?, porque no discuto nunca. —¡Hombre, no será por eso! —Pues no será por eso…» Jugando al ajedrez, sin embargo, era implacable.

Como llevo en la sangre que no me hierva, no voy a discutir más si Casado acertó con su enmienda la totalidad a Vox, lo que le sitúa en el centro soñado y rompe la estrategia de bloques diseñada por Iván Redondo, o se equivocó dejándose llevar por la envidia mimética, o fue (como creo y he defendido aquí) su manera de pedir la vez para el turnismo y la homologación de su partido por la izquierda fetén. En cualquiera de esas tres posibilidades o en cualquier otra que se añada, hay una variable constante, asumida por todos, que suscita un acuerdo unánime. Centrémonos [ejem] en ella. Si el PP quiere llegar a gobernar alguna vez, tendrá que pactar insoslayablemente con Vox.

¿…no tendrá Vox más sálida que dar otra vez los gobiernos a un partido que le chulea públicamente y, ojo, a sus votantes?

Aquí es donde entra, a su vez, el ajedrez también heredado de mi abuelo. ¿Por qué? Porque Casado y los estrategas de su partido y hasta yo mismo coincidimos en que el movimiento de Vox en ese caso sería muy probablemente no tener más remedio que pactar con el PP. Tras tantos desprecios, para Vox sería lo que en ajedrez se llama un zugzwang, esto es, un movimiento forzoso y, sin embargo, letal para sus intereses.

Que Casado cuenta con ello lo demuestra el momento más hiriente de la moción de censura. Que no fue cuando los insultos de brocha gorda, personales y por la espalda, qué va, sino cuando, contestando a Santiago Abascal, que había recordado los apoyos de Vox prácticamente gratis que habían permitido gobernar al PP, Casado, en vez de agradecer nada, musitó con displicencia y un punto de maltrato: «¿Y qué podíais hacer si no, eh? ¿Dejar gobernar a la izquierda? ¡Ja, ja!»

Hay posibilidades de que esa situación vuelva a repetirse en nuevas convocatorias. ¿Y no tendrá Vox más sálida que dar otra vez los gobiernos a un partido que le chulea públicamente y, ojo, a sus votantes? Como jugada de ajedrez político resulta apasionante.

Vox tendría que dejar claras durante la campaña dos o tres cosas sencillas

Por supuesto, Vox aspira al sorpasso al PP y que entonces las lanzas se tornen cañas, digamos, y que sea Casado el que tenga que aupar al Gobierno a Abascal. (En ese caso, que se dará en bastantes circunscripciones, apuesto a que surgiría en el PP la idea fuerza de la gran coalición centrista con el PSOE, antes de dar el gobierno a Vox.)

Desde el punto de vista del ajedrez, sin embargo, interesa más la otra posición. ¿Hay alguna posibilidad de que Vox se salvase de esa trampa de tener que votar al PP, por el mal menor, a cambio de nada o de menos que nada: a cambio de nuevos insultos? Sí, si la jugada se prepara.

Vox tendría que dejar claras durante la campaña dos o tres cosas sencillas. Una, que va a entrar en los ejecutivos que contribuya a mantener en la proporción exacta de concejales, consejeros o ministros de su peso electoral; y dos, que va a exigir un compromiso firme, tanto legislativo como presupuestario, con su programa en unos puntos previos, claros, prácticos, de puro sentido común y mejor incluso si numerados (y muy lejanos del masaje, digo, del mensaje correcto y socialdemócrata del PP). También tiene que hacer constar en la campaña que, si no se cumplen esas proporciones, no apoyará a ningún candidato de otro partido. Esto es fundamental porque, después de las votaciones, es muy fácil presionar a los negociadores con lo necesario que es desalojar a la izquierda del poder. Si los negociadores de Vox acuden a la mesa con el compromiso firme refrendado en las urnas de no dar un paso atrás en la estricta justicia distributiva, se inmunizan ante un chantaje seguro.

Ni los desprecios de Casado ni sus estrategias (fueren cuales fueren, que no voy a discutirlas) permiten ni moral ni políticamente que Vox dé un apoyo gratuito o barato

Así no haría falta vincular la negociación en una administración con otra, dando la sensación de que se negocian cuotas de poder. Al candidato que no acepte esas condiciones tan transparentes, no se le apoya; al que sí, sí; aunque otros candidatos del PP prefieran irse con el PSOE o con los nacionalistas. Con lo que se produciría una interesante división de opiniones en el partido centrista y entre sus votantes. Ni los desprecios de Casado ni sus estrategias (fueren cuales fueren, que no voy a discutirlas) permiten ni moral ni políticamente que Vox dé un apoyo gratuito o barato; pero la situación de España tampoco está como para que nadie se enroque en un berrinche inútil. Contra el desdén, una mano tan abierta como firme. Contra el zugzwang, programa y principios. 

.
Fondo newsletter