«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Vicepresidente Primero Acción Política de VOX. Jefe de la Delegación de Vox en el Parlamento Europeo. Abogado del Estado
Vicepresidente Primero Acción Política de VOX. Jefe de la Delegación de Vox en el Parlamento Europeo. Abogado del Estado

Tribalismo político

20 de octubre de 2024

Escribió Ludwig Von Mises que en el mundo de lo económico no hay relaciones constantes, por lo cual toda medición resulta imposible; o lo que es lo mismo, las recetas de «ayer» no sirven mecánicamente para «hoy», ya que el conjunto de circunstancias concurrentes ayer, hoy han cambiado; y las medidas que fueron bien «ahí», con toda seguridad no serán igual de buenas «aquí». Por eso, nuestro esfuerzo debe ser descubrir y acometer nuestro «aquí» y nuestro «ahora».

Muchos no lo han entendido, y siguen anclados en sus etiquetas viejunas y caducas que utilizan como arma arrojadiza para provocar una cancelación política y personal; ordinariamente, con el apoyo de bufones mediáticos que amplifican la etiqueta hasta convertirla en mito político, vacío de contenido. La etiqueta no sólo sirve para cancelar sino para dividir y enfrentar.

Socialista, cristiano, socialdemócrata y socialcristiano, liberal, conservador y liberal-conservador, comunista, anarco, libertario, anarco-libertario, rojo, pardo, rojipardo. Quienes viven de la etiqueta y en la etiqueta son incapaces de salir de sus «zonas de confort», ésas que les permiten crear una muralla de principios irreductibles, dogmas innegociables y un amplio elenco de frases hechas y chascarrillos que sirven para esconder la incapacidad de adaptación al entorno, de análisis de la realidad y de vivir en la intemperie. Si no te autodefines como parte de una de esas tribus políticas, serás objeto de burla y escarnio porque la tribu reaccionará protegiendo a sus miembros; agarrándose a sus principios, dogmas y chilindrinas.

Pero vivir en la intemperie es lo que nos toca. Como advierte Michael J. Sandler, la doctrina económica de la ventaja comparativa dice que el libre comercio proporciona ganancias mutuas porque posibilita que cada socio comercial se especialice en aquello que produce mejor; si bien, la aplicación de esa regla sin entender que la ventaja competitiva de terceros países consiste en disponer de mano de obra baratísima en condiciones de semiesclavitud y en todo caso de explotación, en no sujetarse a las normas ambientales o fiscales que se imponen a nuestros productores o incluso en ayudas de Estado por los terceros países, ha provocado un perjuicio indiscutible a amplios sectores productivos en toda Europa.

Y ello porque los acuerdos de libre comercio que la Unión Europea firma en nombre de los veintisiete Estados miembros no tratan de ayudar a todas las empresas y trabajadores ni siquiera de reducir aranceles y facilitar el comercio de bienes y servicios en condiciones de igualdad competitiva a los sectores productivos europeos tradicionales —primario, secundario—  sino de facilitar las inversiones financieras directas en los terceros países, eliminar las restricciones a los movimientos de capital, facilitar los servicios financieros o imponer a los firmantes de los acuerdos la sujeción a las normas y tribunales internacionales aprobadas y creados en el seno de organizaciones multilaterales; medidas que en ningún caso protegen a las empresas y los trabajadores sino a determinados sectores y gigantes multinacionales, como la industria farmacéutica, el sector de servicios financieros y el sector de la energía y las telecomunicaciones.

Llama la atención el informe de la Cámara de Comercio de España sobre la evolución de la economía española desde 1975 donde se concluye que, al calor de la creciente internacionalización de todos los sectores, durante el período de 1980 a 2018 el sector que presenta un mayor incremento relativo en el Valor Añadido Bruto, con un 161,29%, es el sector financiero, que duplica al segundo sector con mayor incremento en este intervalo, el de la industria de la automoción —con un 77,23%—. A estos le siguen el sector agregado de sanidad y educación que crece algo más de un 53%, y el bloque que aglutina el resto de los servicios con cerca de un 42%.

Por el contrario, el peso relativo en la economía española de agricultura e industria alimentaria han caído cerca de un 42% y un 39%, respectivamente; pero también han sufrido caídas brutales el sector de la construcción casi un 22%, y el comercio, casi un 15%; el sector energético, el resto de ramas industriales y el transporte.

Estas cosas hay que explicarlas, hay que conocerlas, y hay que analizar sus consecuencias. Porque queremos que ganen todos y que nadie sea sacrificado en el altar de una Agenda globalista de ganadores y perdedores, que además pone en riesgo nuestra seguridad y soberanía.

Pronto, las elecciones norteamericanas. Ahí siguen tirándose de los pelos los que, haciendo valer su etiqueta, decían que la incorporación de China a la Organización Mundial del Comercio y los acuerdos de libre comercio con el gigante comunista, traerían la libertad, la democracia y los derechos humanos a Pekín. Nada de eso ha sucedido. Por el camino, importaciones masivas de China, control por ésta de las cadenas globales de valor, deslocalización industrial y de empleos y un creciente control de los océanos con su potente industria naval, civil y militar.

Una España donde se respete la vida y la familia, se proteja la propiedad y se fomente la libertad. Una España de propietarios libres. Aquí y ahora. Con nuestra propia Agenda y no la que marquen los poderosos, que dictan el paso en Davos, en Nueva York, en Qatar o en Dominicana.

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