No me atrevo a dejar Twitter en Cuaresma por si es cosa de ultracatólicos. La red social del pajarito tiene algo de memento mori con muy mala leche, aunque también sirve para enterarse de noticias que pasarían desapercibidas de no existir el invento. Por ejemplo, que Mayka Tomás, antigua trabajadora de la UGT e hija de una diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid, utilizó presuntamente una tarjeta del sindicato para pegarse una vida que pondría los dientes largos al alcalde de Valladolid. En total, 162.000 euros gastados en billetes de avión, restaurantes y hoteles de categoría. Aunque las supuestas hazañas delictuosas de Mayka no empezaron ahí. El fraude se descubrió investigando una estafa donde se falsificaron centenares de cheques destinados a pagar prestaciones del Fondo de Garantía Salarial. La cantidad distraída por la exempleada de la UGT podría alcanzar la cifra de cuatro millones y medio de euros.
El sindicato socialista sirvió de herramienta criminal. Con el dinero de empresas y trabajadores se pagaron dos Mercedes-Benz, noble casa a la que el PSOE debiera otorgar el warrant del puño y la rosa como proveedora oficial de vehículos para los más corruptos y horteras de la organización; operaciones de cirugía estética, seguramente alguna mamoplastia de aumento; billetes de avión a destinos soleados y chucherías de marcas de lujo industrial.
Haigas, tetas, bolsos, viajes a Miami y bronceado extremo. Parte de la España bonita lleva tiempo fluyendo a España tronista. Progreso ha habido, desde luego. Hace menos de un siglo los propios correligionarios sindicales de Mayka la hubieran fusilado por burguesa y enemiga del pueblo. Hoy aspiran a vivir todos como señoras del eje Somosaguas-La Moraleja. No se puede decir que el plan de estabilización del 59 y el Régimen del 78 no hayan servido para nada.
Si yo hubiera estudiado en una universidad norteamericana o me tirara lo morado, diría que el modelo de feminidad de Mayka es tóxico y completamente heteronormativo. Está entre la concursante de telerrealidad y la cagole marsellesa adaptada al ecosistema ibérico. Cuando vi su foto, la imaginé quemando la noche con un novio musculado, de esos que lucen camisa hawaiana y peinado undercut como nadie, pero resulta que está casada. No sé si su marido responde al tipo de maromo descrito más arriba, el caso es que ambos han elegido fundar una familia tradicional. Viniendo ella del charismo histórico, tiene su mérito.
Durante un tiempo, Mayka representó para los suyos lo mismo que Froilán para el jefe de sala de Panthera: la oportunidad de olvidar la rutina, de vivir nuevas aventuras. Buena parte de las perras sustraídas fueron gastadas en viajes de los que se beneficiaron los más cercanos a la antigua administrativa ugetista. Padre, marido, hijos y amistades volaron a París, Fuerteventura o Mallorca sin poner un euro de su bolsillo, por la (tar)jeta corporativa.
El latrocinio es todavía más aborrecible cuando descubrimos los gustos de mangantes en partidos y sindicatos. No es tanto una cuestión moral como estética. Desde el altofelipismo, en nuestra partitocracia anida un hatajo de macarras y chungas con la sensibilidad de un funcionario saudí. Si buscamos la parte constructiva a este esperpento, quizá podamos concluir que, en realidad, la infantería socialista no está en wokismos y deconstrucciones. Son más de familia, de tribu, que de parejas abiertas. Más de «tradición» que de huella de carbono y otras modas imperiales.
Justo en el momento de acabar estas líneas, mi red social de confianza cuenta lo que la Secretaría de Igualdad del PSOE calla. Otro caso (el llamado «Mediador») de corrupción política. Subvenciones a cambio de mordidas, juergas con blanca y hurgamanderas paraguayas a cargo del contribuyente. Lo que yo les decía: expertos en mantener la tradición. Mientras tanto, para Maika ya no habrá más Canarias o Miami, ni siquiera «Santo Domingo ocho de enero», pues ya no hay Visa para un sueño.