«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Tufo en la cocina

27 de junio de 2016

Sobrevolaba incertidumbre y cierta expectación por encima de una jornada electoral que no era una más. Seguramente la más importante desde el vuelco protagonizado por el PP en aquel ya lejano año 1996, donde Aznar le mojó la oreja a González acabando con varias décadas de socialismo. Aquel era momento de cambio. De imperioso cambio. Como éste, aquel instante era sinónimo de corrupción galopante, paro insoportable, separatismos en auge (si es que alguna vez estuvieron controlados), debilidad institucional…Sin embargo el 26J se ha diferenciado de aquel 3M en el tipo de cambio pretendido.

Mientras el renovado PP, autodenominado de centroreformista, proponía una modificación (que nunca fue en realidad) dentro del marco jurídico-político establecido, el partido autoerigido en movimiento del cambio desde el “espontáneo” del 15M, Podemos, proponía esa variación de rumbo poniendo patas arriba el sistema creado tras la malograda dictadura. A través de la modificación de la Constitución y creando una estructura que le permitiera controlarlo absolutamente todo, dejando al margen elementos que pudieran resultar hostiles. En suma, el recorte de las libertades civiles.

Este domingo los ciudadanos han entendido que el bien jurídico a proteger era la libertad, anteponiendo esta facultad del ser humano (por el mero hecho de existir), a cualquier otra cuestión prescindible. Los electores se han decantado en masa por el mantenimiento de una forma de vida que han visto definitivamente amenazada, entendiendo que el otorgamiento del poder es demasiado delicado como para dejarlo en manos de aquellos que se han demuestrado incapaces de convivir con quienes piensan distinto.

Podemos ha fracasado estrepitosamente en su intento de convencer a la gente al abrigo de una crisis que quizá, y ojalá, debiera dar sus últimos coletazos. Saben que una buena legislatura de los populares con los naranja les relegará a la insignificancia, pues habrá desaparecido el mantra que usan como bandera. Los morados no han resultado fiables y ello se ha hecho patente en las urnas. En palabras del propio Ramón Espinar, “no se puede soplar y sorber a la vez” y la gente así lo ha percibido. A pesar de promover la confluencia con todo bicho viviente con tal de alcanzar el poder, han quedado en evidencia perdiendo más de 700 000 votos

Por su parte, el Partido Popular se hará un flaco favor a sí mismo si no canaliza esta victoria “por casualidad” a través de una concienzuda cura de humildad. Otra vez salva el trasero merced a un tercero. Mariano Rajoy debe tener claro que no se le ha votado por su gestión. Más al contrario tiene al espectro social de centro derecha más que cabreado y de no haber existido Podemos el resultado habría sido muy distinto. Su electorado ya le castigó en diciembre quedándose en casa y optando por Ciudadanos, votos éstos últimos que le han sido devueltos por eso de preferir la marca original a la copia, pero en modo alguno por simpatía o querencia por el registrador, cuya misión se considera más que amortizada

Es de justicia resaltar la labor de las empresas demoscópicas cuyo trabajo se me antoja más que partidista. Han realizado la mejor campaña posible al partido ganador de las elecciones metiendo el miedo en el cuerpo a más de uno y dejando patente que el “sorpasso” sería una realidad. Nada más lejos, poniendo de manifiesto que la contundencia con que los distintos sondeos “se han equivocado” deja cierto tufo en la cocina. 

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