«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

Ucrania: año I

17 de febrero de 2023

En menos de una semana se cumplirá un año desde que Putin ordenara invadir Ucrania, acabar con el régimen de Kiev y convertir esa nación en una marioneta al servicio de su rivalidad con Estados Unidos. Sorprendentemente, y tras unos fiascos estratégicos dignos de un amateur, un año después sigue sin alcanzar ninguno de sus objetivos. Digna de mención ha sido la capacidad de resistencia militar y civil de la población ucraniana, quien está sufriendo en verdad el peso de la guerra.

Pero como vengo sosteniendo desde hace meses, que Moscú no haya vencido aún no significa automáticamente, como se nos suele decir, que Kiev esté ganado o vaya a resultar el vencedor final de esta contienda. Así como conocemos bien los desastres tácticos de las tropas rusas, al igual que sus carencias, se tiende a pasar por alto la incapacidad ucraniana para transformar su defensa en una capacidad ofensiva capaz de dar la vuelta a la situación sobre el terreno, a pesar de las muchas sorpresas que nos han dado: desde el hundimiento del buque insignia de la flota rusa en el Mar Negro a los sabotajes de almacenes de gasolina en suelo ruso. El pasado septiembre se aireó la destreza bélica de las fuerzas de Ucrania cuando se adentraron y recuperaron la región alrededor de Kharkiv, pero se omitió que ese paseo militar fue posible porque se realizó apenas sin disparar un tiro, habida cuenta de que los rusos lo abandonaron sin oponer resistencia. No. Por mucho que nos pese, la guerra no la está ganando Ucrania de momento.

Es más, a pesar de sus deficiencias, Rusia está desplegando más tropas así como carros de combate, artillería y blindados, y allí donde se producen enfrentamientos, los rusos son capaces de alcanzar avances, limitados por el momento, pero ganancias de territorio. Hay muchos analistas que creen que Moscú está preparando una gran ofensiva en el este. Algunos creen que para conmemorar el primer aniversario de la invasión, aunque, con más probabilidad, responda al deseo ruso de aprovechar las carencias de munición que está experimentado Ucrania y el refuerzo que le han prometido los países de la OTAN que no llegará, como muy pronto, hasta finales de la primavera y no estará operativo hasta comienzos del verano. Es ahora cuando Ucrania es más débil y vulnerable.

Con todo, la inteligencia que maneja la OTAN, sigue defendiendo que el Ejército ruso no cuenta con la capacidad mecanizada necesaria para lanzar una nueva ofensiva con capacidad real de traspasar el este de Ucrania y amenazar la capital de nuevo. Esa es la opinión que ha expresado públicamente el ministro de Defensa británico, cuyo país está altamente comprometido con el apoyo militar a Zelenski. Según Wallace, Rusia no tiene suficientes tanques en activo para reemplazar las bajas de carros ni los reservistas movilizados alcanzan a suplir las bajas de soldados en las unidades de primera línea.

No obstante, los sistemas prometidos a Ucrania siguen sin llegar, los sistemas ofensivos que pide Kiev siguen en discusión en la OTAN, particularmente lo tocante a cazas de combate. La munición, en concreto de artillería, se consume a un ritmo que está produciendo problemas serios de reposición. No parece tampoco que Kiev esté en capacidad de lanzar una ofensiva para recuperar siquiera la zona de Donest, y mucho menos el territorio al este de Kherson. Si el frente se mueve, lo hace en zigzag y a un ritmo similar a la sedimentación del Jurásico.

Aún peor, Rusia no ha carecido de sistemas de ataque a gran distancia, misiles y últimamente vehículos no tripulados o drones. Gracias a la ayuda iraní -dato que no se puede olvidar- está operando drones pesados de largo radio de acción e importante capacidad de carga explosiva con los que atacar con precisión numerosas infraestructuras civiles. Sus misiles de largo alcance, de crucero o balísticos, normalmente lanzados por la Armada rusa desde las inmediaciones de Crimea, aterrorizan a la población a la vez que les privan de lo más necesario, electricidad y agua, en un claro intento de doblegar su voluntad de resistencia.

Por tanto, si los rusos de verdad lanzan una nueva ofensiva y son capaces de romper las líneas de fuego y adentrarse en territorio al oeste de Kherson y Donest, puede que salgan victoriosos o lleguen a forzar un alto el fuego y consolidar la partición de facto del país; si fracasan en el intento, volverán a encerrarse en las provincias del este mientras, quizás, se desintegra el régimen de Putin o, incluso, el mismo Ejército ruso desplegado en la zona. Situación estratégica cuando menos inquietante.

¿Podrían lanzar entonces una ofensiva decisiva los ucranianos? Si el Ejército ruso se desmoronase, sí, sin duda. Pero si se atrinchera, nada lleva a pensar que puedan contar con los elementos necesarios para expulsar a los rusos del este de Ucrania y aún menos de Crimea. Simplemente, las fuerzas a la ofensiva tendrían que ser bastante más numerosas que lo que se puede permitir Kiev, habida cuenta de la ventaja táctica que suele presentar una buena defensa.

Y mientras, en el resto del mundo crece la fatiga de la guerra y el impacto negativo sobre nuestras vidas, empezando por el encarecimiento de muchos productos, por no hablar de la energía. Da igual que la crisis energética o la inflación sean el resultado de años de despreocupación sobre nuestra autonomía energética y la irresponsabilidad de la cuentas públicas.

¿Va a ser, por tanto, 2023 el año de la victoria -gane quien gane- y el fin del conflicto? Puede que sí, aunque yo me inclinaría por que ambas partes alcancen ese punto donde se convenzan de que una victoria es algo muy elusivo, si no imposible y que sólo negociando y realizando concesiones mutuas se podrá parar el horror y el sufrimiento. Sí, cierto, Rusia es el agresor, pero sólo amenazando a Moscú con un tribunal por sus crímenes de guerra no se vence sobre el terreno ni se acerca la mesa de negociación. Con todo, en mi opinión, hoy estamos más cerca de ese punto de inflexión y reconocimiento mutuo de que sólo la negociación salvará a los contendientes. La victoria no es la alternativa, sino el colapso colectivo.

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