«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
(Santander, 1968). Jefe de Opinión y Editoriales de La Gaceta de la Iberosfera. Ex director de La Gaceta de los Negocios, de la Revista Chesterton y de Medios Digitales en el Grupo Intereconomía. Ex jefe de Reportajes en La Razón. Formado en la Escuela del ABC. Colaborador de El Toro TV y de Trece Tv. Voluntario de la Orden de Malta. Socio del Atleti. Michigan es su segunda patria. Twitter: @joseafuster

Biografía

(Santander, 1968). Jefe de Opinión y Editoriales de La Gaceta de la Iberosfera. Ex director de La Gaceta de los Negocios, de la Revista Chesterton y de Medios Digitales en el Grupo Intereconomía. Ex jefe de Reportajes en La Razón. Formado en la Escuela del ABC. Colaborador de El Toro TV y de Trece Tv. Voluntario de la Orden de Malta. Socio del Atleti. Michigan es su segunda patria. Twitter: @joseafuster

Las últimas palabras

17 de octubre de 2013

Poco antes de la medianoche del pasado martes, un hombre que luego fue identificado en el anatómico-forense como M.D.S., salió de su casa en la avenida de Bruselas, en el barrio madrileño del Parque de las Avenidas, para dar el último paseo del día a su perra Tula, una cocker spaniel de siete años. El hombre bajó por Bonn, giró a la izquierda al llegar a Brasilia y se paró en el semáforo que cruzaba la avenida y que llegaba hasta un parque de buen tamaño lleno de pinos y piñas donde Tula trotaba feliz.

Todavía con el disco en rojo, M.D.S. sacó una cajetilla de tabaco negro del bolsillo del tres cuartos, agarró un encendedor y prendió un cigarrillo dando una calada larga y profunda. La punta del ducados chisporroteó durante unos instantes hasta que algo impactó con el cigarrillo y lo tiró al suelo. La perra soltó un asustado gañido, el hombre rumió una expresión de sorpresa: “¡Qué cojones!”, y Tula olfateó con miedo los restos de lo que parecía ser un carrete de cinta negra estrellado contra el piso.

M.D.S. se volvió, se puso frente al edificio, un bloque de pisos de ladrillo rojo de más de diez alturas, levantó la cabeza y vio una mancha oscura que se dirigía hacia su cabeza a toda velocidad. Sin que le diera tiempo a reaccionar, sus últimas palabras fueron: “Qué cojones…”.

Justo en ese instante, en uno de los pisos altos del edificio se escuchó el grito de una mujer: “José Manuel, ¿qué demonios haces? ¿Por qué has tirado la máquina de escribir por la ventana?”. A lo que el marido, con los ojos llorosos, contestó: “González-Sinde, finalista”

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