«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Madrid, 1974. Licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, colegiada ICAM. Gestión Pública (IESE). Dirección de Empresas del Sector de la Automoción (IE). Consejera Política. Asuntos europeos, empresariales y sector público.
Madrid, 1974. Licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, colegiada ICAM. Gestión Pública (IESE). Dirección de Empresas del Sector de la Automoción (IE). Consejera Política. Asuntos europeos, empresariales y sector público.

Un aplauso lleno de desprecio

25 de septiembre de 2022

El pasado 14 de septiembre, en el tradicional debate sobre el Estado de la Unión, Ursula Von der Leyen dedicó 58 minutos a arengar a las tropas federalistas y globalistas sobre los éxitos, las bondades y el futuro de la Unión Europea.

La germana abrió la función con un número de falso estremecimiento ante la invasión de Rusia a Ucrania: “Todos recordamos aquella aciaga mañana de finales de febrero. En todos los rincones de nuestra Unión, amanecimos sobrecogidos ante los sucesos que estábamos presenciando.”

No sé ustedes, pero yo, al escuchar esas palabras lo que visualicé, mientras me esforzaba por trasladarme a esa “aciaga mañana de finales de febrero”, fue a unos “sobrecogidos” políticos alemanes tratando de gestionar cómo volver —cuanto antes y como fuera— a la normalidad de sus relaciones con Moscú. 

Han sido muchos años —tres cancillerías— los que ha dedicado Alemania a buscar conscientemente un acercamiento a Moscú; adoptando decisiones contrarias a los intereses de los alemanes (de todos los europeos) y a favor de los intereses rusos, también chinos; el mismo tiempo que ha estado y sigue estando en Bruselas, desde los puestos de mayor poder decisorio, imponiendo a no pocos Gobiernos vasallos sus archiconocidas y delirantes pretensiones hegemónicas.

Han sido ellos los que nos han impuesto sus ruinosas y descabelladas políticas sumiéndonos en una crisis sin precedentes

En el hemiciclo de Estrasburgo se pudo escuchar cómo una presidente de la Comisión Europea —institución no elegida y por lo tanto ilegítima—, después de haber desmantelado Alemania y Europa con sus delirantes políticas climáticas, se jactaba (sostenella y no enmendalla) de lo bien que lo habían hecho en la UE. A los ciudadanos —esos cuyas voces y decisiones ignora Bruselas— se dirigió para avisarnos de que nos fuéramos apretando el cinturón, de que nos pongamos los abrigos en casa y que nos preparemos para cortes de suministro. Un llamamiento a la resiliencia, esto es, ¡ajo y agua! 

Y ahí estaba la máxima autoridad de la Comisión —piedra angular de una Unión Europea que se ha atribuido poderes exorbitantes y sobre todo inconstitucionales y anticonstitucionales trascendiendo la soberanía de las naciones— insistiendo en decirnos lo que tenemos que hacer cuando han sido ellos los que, con su falta de la más mínima y exigible previsión, su nula profesionalidad y pésima gestión, nos han impuesto sus ruinosas y descabelladas políticas sumiéndonos en una crisis sin precedentes.

Sólo si no hubieran estado al tanto de lo sucedido en Crimea, podríamos intentar hacer un ejercicio de comprensión ante algo tan inexplicable e inconcebible como es dejar en manos de terceros —como Rusia o China— el futuro y la prosperidad de Europa

Al discurso triunfalista de Von der Leyen le siguió un apabullante aplauso de los eurodiputados peperos, socialistas, liberales… Fue dantesco.

Europeísta es aquel que fomenta una Europa que defiende a sus hijos, familias, agricultores, trabajadores, empresas, fronteras…

¿De verdad que su desprecio a la democracia, a la soberanía nacional y popular, a la defensa del interés nacional es tal que les hace creer que los ciudadanos les sentaron ahí para pasar frío? ¿Pero qué nivel de deslealtad es este en el que representantes de los ciudadanos desoyen el mandato ciudadano consistente en defender su forma de vida y, por el contrario, se afanan en cambiar el modus vivendi de los ciudadanos con políticas y decisiones opuestas a sus intereses?

No. No tiene nada de “europeísta” marginar a los pueblos europeos a favor de las instituciones de la UE, autoridades no elegidas y por lo tanto ilegítimas que operan ignorando el principio de separación de poderes. Eso, no es europeísmo, es traición.

Europeísta es aquel que defiende una Europa de naciones soberanas que protege sus identidades, culturas y religión propia. Aquel que fomenta una Europa que defiende a sus hijos, familias, agricultores, trabajadores, empresas, fronteras, seguridad, economía, en suma, que defiende a sus ciudadanos.

Esta Unión Europea disfuncional sabe perfectamente que es ella la que está siendo expulsada de nuestras casas

Y sí. antieuropeístas son aquellos que con sus políticas y decisiones empobrecen y expulsan del sistema a millones de ciudadanos, familias y empresas europeas y que, con el dinero de estos, actúa en pro de los intereses de terceros.

Pero lo cierto y verdad es que pese a los vítores y alabanzas que se vivieron durante el debate sobre el estado de la UE, esta Unión Europea disfuncional sabe perfectamente que es ella la que está siendo expulsada de nuestras casas, de nuestras históricas naciones. 

De nada van a servir las amenazas a Italia a unos días de las elecciones —brutal, despótica e imperialista injerencia— de la alemana que preside la Comisión Europea: “Si las cosas salen en una dirección difícil, tenemos herramientas, como en el caso de Polonia y Hungría.”

Sobre este aborrecible episodio seré muy concisa y directa: Ya puede esta señora alemana, todos esos señores, señoras y señoros de Bruselas, ir olvidándose de que la gente corriente entone el “Heil, mein Führer!».

La mayoría de los europeos, y esto es de sentido común, no aceptan ni van a aceptar un sistema de clasificación y persecución propio de una dictadura

Puede que Draghi en Italia, Andersson en Suecia, Macron en Francia, Sánchez en España, o el Santo Job en Tombuctú sean tipos cómodos para la UE, garantía para los planes alemanes.

Pero “demócratas europeístas”, asúmanlo. En todos los países de la UE los ciudadanos han empezado a expulsarlos del poder, y este movimiento de las fuerzas patrióticas europeas sólo acaba de empezar

La mayoría de los ciudadanos, y esto es de sentido común, no aceptan ni van a aceptar un sistema de clasificación y persecución propio de una dictadura según el cual los ciudadanos de algunas naciones europeas son considerados inferiores y son hostigados por parte de la UE siempre que esta estime que el resultado de la decisión ciudadana salida de las urnas no se adecua a sus estándares “europeístas”. Esto es, a estar dispuesto a entregar a unas élites globalistas todas las competencias de su Estado nación, la vida y hacienda de sus ciudadanos. 

Una élite carente de legitimidad democrática y de representatividad real que bien haría en conducirse con algo de dignidad

Los verdaderos europeístas, los patriotas, ya nos hemos dado cuenta de que el obstáculo a nuestra legítima prosperidad son ellos. Una élite carente de legitimidad democrática y de representatividad real que bien haría en conducirse con algo de dignidad, entonar un mea culpa y dimitir, ahorrándoles a los ciudadanos más ruina y miseria inmerecidas.

Ser europeísta, queridos lectores, implica patriotismo, pero también alma, cabeza y corazón. Las fuerzas patrióticas de Europa estamos de enhorabuena. Contamos con líderes que ondean la bandera de la lealtad y que dirigen sus actuaciones ante las instituciones de la UE a lograr que esta se adapte a la forma de vida de los ciudadanos. Y no al revés.

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