«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Un efecto madridosa

4 de mayo de 2021

El juego de palabras del título es malo, pero yo no vengo a adornarme, sino a describir lo que pasa de forma eficaz. La primera consecuencia que tiene es que, aunque no seamos de Madrid ni siquiera muchos de ustedes de España, nos afecta el resultado de estas elecciones. Natural: no eran unas elecciones regionales más. Confluían muchos factores que hacen que el desarrollo de los acontecimientos y el resultado vayan a ser un cambio de marea o un punto de inflexión con repercusiones crecientes. De las urnas al huracán político como el aleteo de una mariposa en Japón y el tornado en California, según dicen.

La estrategia de la factoría Iván Redondo ha fracasado. Quizá ya no lo recuerde nadie, después de los giros que han hecho dar a Gabilondo, su candidato maleable en Madrid, pero la idea era hacer la campaña por el centro, por la moderación y la seriedad. Apostándolo todo contra Pablo Iglesias. Gabilondo aseguró que no gobernaría con él ni de broma. Esa táctica fracasó estrepitosamente desde el inicio porque ni la aritmética electoral permite un PSOE por libre ni tampoco sus votantes compran que Sánchez pueda moderarse nunca ni vaya a liberarse jamás de la sombra de Iglesias. Está podemizado hasta los huesos. Han fundido sus destinos. Esa ha sido una victoria de Iglesias. El PSOE de Sánchez ya es su marca blanca.

El PP ha comprobado que sin remilgos ni ambages ni centrismos termina conectando con una parte sustancial de votantes posibles

Pero es la única victoria de Iglesias; y encima será pírrica. Se le ha consolidado la escisión de Íñigo Errejón, que le ha dejado muy atrás. No es extraño porque el personaje Pablo, tras su espantada de Vallecas hacia Galapagar, tras sus maneras de macho alfa y tras lo de sus empleados de seguridad contra un partido de la oposición, ya no engaña a nadie. Ha sacado más votos de los que merece, aunque los que le voten —a estas alturas— sí se lo merecen a él y son pocos, decrecientes y desilusionados. [P. D. El abandono de Iglesias no añade nada nuevo a mi análisis, salvo la constatación de que él ha alcanzado exactamente mis conclusiones].

El electorado de Ciudadanos hubiese merecido más de su partido y ha demostrado su rechazo a los vaivenes de la dirección votando a otros. Esa susceptibilidad democrática es lo mejor que tuvo Cs. Si ahora ha recalado mayoritariamente en el PP nunca lo hará a título de propiedad acrítica. No será una absorción, como sueña Teodoro García Egea.

Esta experiencia deja muy tocada también la estrategia del equipo de Casado, obligado a celebrar por todo lo alto lo que le contradice en el fondo

Las cosas más importantes han pasado en la derecha. El PP ha comprobado que sin remilgos ni ambages ni centrismos termina conectando con una parte sustancial de votantes posibles. Es más rentable confrontar el mensaje y las maneras de la izquierda, incluso sus leyes ideológicas, aunque eso no sabemos si Ayuso lo ha aprendido aún. Pero en cualquier caso esta experiencia deja muy tocada también la estrategia del equipo de Casado, obligado a celebrar por todo lo alto lo que le contradice en el fondo. También les resultará difícil asumir el hecho de que el PP crece a la vez que crece Vox. La obsesión de la unidad del voto de centroderecha resultaba un empeño contraproducente. No es la unidad, sino la suma. Ayuso no ha perdido un minuto en atacar a Vox. No son los compartimentos estancos de los bloques, sino la posibilidad de apelar a la inteligencia y al interés del votante de cualquier signo.

Que Vox aguante y suba incluso un poco en las circunstancias actuales no será la noticia más importante desde el punto de vista cuantitativo, pero es muy cualitativa. Por varias razones. Habiéndose planteado las elecciones madrileñas como un cara o cruz entre el sociocomunismo y la libertad, era muy fácil que el voto se concentrase. A lo que hay que añadir el tirón popular de Isabel Díaz Ayuso y el contratirón, digamos, de Iglesias. Esta vez Vox no podía jugar las cartas ni del liderazgo carismático ni de la picardía contra el discurso político correcto de la izquierda ni de la defensa en solitario de la nación española. En estas elecciones, todo eso se lo ha disputado a Vox Ayuso en buena lid.

¿Qué pasará cuándo las circunstancias sean más favorables a Vox o el liderazgo de sus competidores nacionales mucho menos atractivo?

Como, a pesar de todo eso y del boicot de los medios y de la violencia directa y teledirigida, el voto a Vox ha aguantado, se ha comprobado un elemento clave: el peso neto del partido de Abascal. En las circunstancias electorales más adversas, Rocío Monasterio ha sabido transmitir un mensaje propio e indisoluble. Se ha basado en la defensa de la libertad, de la vida, de la seguridad y de la iniciativa privada, con un interés genuino por las clases trabajadoras y medias. La presencia creciente del sindicato Solidaridad es una prueba. Y hay que contar con la paradójica última garantía que Vox supone para la independencia de Isabel Díaz Ayuso. Aguantando así, en el peor escenario posible, ¿qué pasará cuándo las circunstancias sean más favorables a Vox o el liderazgo de sus competidores nacionales mucho menos atractivo?

Han votado sólo los madrileños y las sumas afectarán al futuro de los madrileños, pero estas tendencias que, como el aleteo de una mariposa, se han producido en Madrid, no van a quedarse en la capital de España. Todas ellas tienen una proyección nacional y también en el resto de la Iberosfera. Lo veremos.

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