«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Un votante indeciso

17 de septiembre de 2024

Se está normalizando que intenten matar a Trump. Casi habíamos olvidado el primer intento y ahora otro atentado frustrado. «Gunshots in my vicinity» (todo lo que dice Trump es musicable). El sospechoso esta vez no acudió a un mitin, sino a su lugar de residencia habitual. No era público ni estaba en ninguna agenda que a esa hora jugara al golf, así que el primer interrogante es cómo supo que Trump estaría allí.

El segundo es quién es Ryan Routh, el presunto. La pregunta de Perales es pertinente: ¿y cómo es él?

Votó a los demócratas, de los que era donante y llevaba en su camioneta la clásica pegatina de apoyo a Kamala, pero nos cuentan que en 2016 votó republicano. Que no está tan claro. «Unclear political ideology». Su voto oscilaba entre uno y otro, dijo una tóxica cadena española. Vamos, un votante indeciso. Un votante indeciso que decidió coger su fusil e ir a matar a uno de los candidatos.

Aunque quizás tengan algo de razón. Por la lectura de sus participaciones en las redes sociales sabemos que la posición de Routh no estaba tanto determinada por izquierda o derecha como por sus obsesiones. «No le llamaría loco sino hiperenfocado», dijo a la BBC alguien que le conoció. Lo que apasionaba a Routh era común a los dos partidos y excluía a Trump: la guerra.

Routh estaba obsesionado con ayudar personalmente a ganar la guerra de Ucrania. Fue a Kiev a colaborar con la legión extranjera y buscaba reclutar un «ejército global» de civiles. «No pararemos hasta que Putin este muerto y Moscú reducido a escombros». Esto lo repitió alguna vez. Putin era el mal. «Esto es el mal contra el bien». Así que «el mal debe ser eliminado totalmente y para siempre».

Hacía algo más Routh. Ofrecía un ejército de luchadores afganos entrenados por la OTAN. Las cantidades variaban: 50.000, 300, 10.000, 200… Antes los ofreció a Haití o a Taiwán. La causa de Routh era la lucha mundial por la democracia. Quería liberar a los chinos y escribió varias veces a cuentas coreanas para invitar a Kim Jong-un con la intención de hacerlo amigo del pueblo americano. Su hobby era lograr la paz mundial.

Routh ofrecía un ejército y un himno. Aseguraba haber compuesto una canción vibrante estilo We are the World dedicada a Ucrania y necesitaba un cantante. Se la ofreció a Bob Geldof. Tenía buen ojo, porque cuando estaba en Kiev escribía constantemente a Sean Penn para implicarle en la obtención de armamento.

Solía dirigirse a los famosos. En un curioso tuit, excepción a su monomanía humanitaria, aconseja a Elon Musk, basado en su propia experiencia como empleador, que no pague a los trabajadores por hora sino por unidad producida.

En el momento más agudo de compromiso, Routh estuvo varios días escribiendo en mayúsculas (a gritos) que quería ir a morir por Ucrania pero que necesitaba alguien que le acompañara. Hasta que lo hizo, y anunció su vuelo desde… Honolulú. Routh vivía en Hawái.

Hay que estar muy comprometido con la democracia para coger un vuelo Honolulu-Kiev, pero así era/es, y por eso tenía una foto con nuestro chef José Andrés (qué bueno es), estrella del esfuerzo humanitario. Routh habla en términos de humanidad. En cierto modo, es un globalista modélico.

La mejor descripción suya la dio alguien por X: «Es el alter ego de John Bolton». Porque es verdad; Routh no es ni republicano ni demócrata, es el producto de décadas de doctrina y propaganda intervencionista de los dos partidos. Al fin y al cabo, las cosas que dejó dichas o escritas Routh se leen constantemente en los parlamentos, en los medios y en las redes, ese mundo otanero de bombas y banderitas; aunque en honor a la verdad, Routh mostró más coherencia (se plantó allí) y más sensatez porque quería evitar a toda costa la III Guerra Mundial y consideraba la guerra como inganable, título que dio a su libro Ukraine’s Unwinnable War (un asesino con manifiesto parece otra cosa).

Routh es un luchador «por la democracia» fuera de casa y por supuesto en casa, donde le habían dicho, Kamala la primera, y él repetía, que con Trump terminaría. Quería salvar la democracia y con ella a los ucranianos, «nuestros democráticos hermanos ucranianos». Lo democrático como imprecisa sustancia humanitaria universal. Es un discurso muy extendido que siempre despierta la misma duda: ¿esto es por dinero o por locura? ¿Es Routh un solitario con demencia neocon o alguien movió sus delicados hilos mentales hacia el objetivo?

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