«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Periodista venezolano (Universidad Central de Venezuela) y Magíster en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar). Actualmente hace su tesis doctoral en Ciencia Política y conduce el espacio radial "Y Así Nos Va", por Radio Caracas Radio.
Periodista venezolano (Universidad Central de Venezuela) y Magíster en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar). Actualmente hace su tesis doctoral en Ciencia Política y conduce el espacio radial "Y Así Nos Va", por Radio Caracas Radio.

Una mirada a Pablo Iglesias desde Venezuela

12 de mayo de 2021

C’est fini. Se acabó. Quizá la mejor noticia que ha dejado la pasada elección en Madrid es que la puerta se le puso grande a Pablo Iglesias, quien no ha tenido de otra que colgar el uniforme y decir que se va de la política para dar paso a una renovación en Unidas Podemos.

«Voy a dimitir de todos mis cargos. Podéis tirar sin mí». Con esa lacónica expresión dirigida a sus compañeros de formación le ha puesto punto final –de momento– a una aventura de unos 7 años por la política profesional. Ese tiempo ha sido más que suficiente para demostrar que, en su caso, la izquierda trasnochada siempre tiene mucho qué decir desde las gradas, pero a la hora de entrar al campo siempre le flaquean las piernas y se desvanece como el humo.  

A diferencia de lo que ocurre con muchos líderes comunistas alrededor del mundo, Iglesias no  tuvo que tomar un fusil y emprender la lucha armada para intentar conquistar el poder. Tampoco tuvo que pasar 30 años en una campaña de evangelización del electorado para persuadirle de las bondades del socialismo real. No. El oportunismo de Pedro Sánchez le permitió a Pablo no solo oler y acariciar las mieles de ese poder, sino que le abrió el camino para tomárselas completas. Así, con el mínimo esfuerzo, terminó de vicepresidente en la era Sánchez y de hacedor –o chantajista– de las políticas del socialcomunismo gobernante en la España actual. 

¿Cómo no celebrar la debacle de Iglesias? En plena bonanza petrolera y bajo el mando de un inescrupuloso Hugo Chávez, Pablo se aprovechó de Venezuela para engordar sus finanzas personales y las de una incipiente organización política que se trazaba la meta de romper el bipartidismo español desde la extrema izquierda.

A partir de 2004 apareció en América Latina la Fundación CEPS, un organismo que servía para intercambiar “asesorías” de quienes más tarde serían los principales dirigentes de Podemos, a cambio de cuantiosas sumas de dinero que pagaban Chávez y los suyos al contado. Los aportes fueron múltiples, pero según el Ok Diario solamente entre 2008 y 2009 Pablo Iglesias logró captar €1,36 millones de euros para dicha fundación.

De este modo Iglesias y los suyos “asesoraron” prácticamente a todas las dependencias claves del régimen chavista: el Despacho de la Presidencia (desde donde se dictaban las órdenes para perseguir y aplastar a la disidencia), el Ministerio del Trabajo y la Seguridad Social (en un país en el que el trabajo se destruyó y el salario mínimo y las pensiones son de €2 al mes) y la compañía estatal de comunicaciones CANTV (que exhibe las velocidades de internet más lentas del continente, por no hablar de la censura y los bloqueos a la información que promueve desde hace años).

De alguna manera Iglesias ayudó a configurar directamente el infierno que hoy es la Venezuela del heredero de Hugo Chávez: Nicolás Maduro. Lo peor de todo es que, en el interín, no solamente destruyó a un país, sino que le pagaron por ello. Mientras Iglesias y los suyos hicieron fortuna en medio del desastre, el país latinoamericano se deshilachaba por los cuatro costados.

La cosa no termina allí. No se trata solo de un aprovechamiento económico personal o grupal de los podemitas. Iglesias y compañía fueron más allá: la relación con Chávez y los suyos llegó a tales niveles de confianza que, en su momento, se plantearon la idea de exportar la revolución chavista a España.

Según Ok Diario, con base en informaciones aportadas por una investigación de la Fiscalía General de los Estados Unidos, la formación morada llegó a recibir casi €7 millones de euros para que sujetos como el propio Iglesias, Juan Carlos Monedero o Jorge Verstrynge se encargaran de “llevar la Revolución a España y luchar contra el capitalismo”.

Lo de Podemos fue claramente una operación de asalto al sistema político español. Vieron las fisuras y por allí decidieron colarse. Decidieron cabalgar sobre aquel movimiento de “indignados” surgido en medio del 15M y, a partir de allí, utilizar la demagogia para prometer a diestra y siniestra. En el fondo la intención era clarísima, pero muchos españoles no la captaron a la primera: escudarse en las promesas infinitas de redención y justicia social para conquistar cargos de elección popular y, desde dentro del sistema, medrar y medrar hasta lograr su derribo.

La técnica ya había sido ensayada desde los 90s por las izquierdas de Latinoamérica, sobre todo aquellas que a finales de los 80s se adscribieron al infame Foro de Sao Paulo, bajo la hechura directa de Fidel Castro y Luis Inácio “Lula” Da Silva.

La fórmula consiste en utilizar las debilidades de la democracia para minarla y eventualmente aplastarla hasta su destrucción. Los comunistas habían aprendido: si no habían triunfado por la fuerza, era hora de ensayar la vía burguesa de acceso al poder. Debían dominarlo y nunca más soltarlo. Engañar a los electores era fundamental. Total, de incautos está lleno el mundo.

Así surgió la punta de lanza de todo aquel movimiento, con un Chávez que aprovechó la crisis del bipartidismo prolongado por más de 40 años en Venezuela. Su decálogo de promesas era infinito y prácticamente remitía a la instauración del reino de Dios en la tierra, bajo su mandato.

Fue apuntalado por las preferencias electorales de los venezolanos y, desde entonces, no hubo día en que diera descanso a su tarea de destruir a un país repleto de recursos petroleros y mineros y que, hasta ese momento, había sido escenario de una vida democrática con tropiezos, pero democrática al fin. Lo que queda de la Venezuela pre-Chávez es apenas un recuerdo.

Pablo creyó que podía emular a Chávez. Puso en marcha su plan de conquistar progresivamente espacios de poder dentro del sistema, incluso con dinero proporcionado por el chavismo para facilitar las tareas de propaganda y lavado de cara de su formación ante los españoles. Chávez se frotó las manos. Maduro se frotó las manos. Pablo y los suyos se frotaron las manos.

Afortunadamente la semana pasada Madrid le ha puesto coto a Iglesias. Ha comenzado así su caída libre desde un puesto que nunca debió ocupar. Sin embargo, las aprehensiones son muchas: si algo tienen los comunistas es que nunca cejan en su propósito de conquistar el poder, sea como sea. A Pablo, de ahora en adelante, habrá que mantenerlo bajo vigilancia estricta. 

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