«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Quince años en el diario líder de información económica EXPANSIÓN, entonces del Grupo Recoletos, los tres últimos años como responsable de Servicios Interactivos en la página web del medio. Luego en Intereconomía, donde fundó el semanario católico ALBA, escribió opinión en ÉPOCA, donde cubrió también la sección de Internacional, de la que fue responsable cuando nació (como diario generalista) LA GACETA. Desde hace unos años se desempeña como freelance, colaborando para distintos medios.
Quince años en el diario líder de información económica EXPANSIÓN, entonces del Grupo Recoletos, los tres últimos años como responsable de Servicios Interactivos en la página web del medio. Luego en Intereconomía, donde fundó el semanario católico ALBA, escribió opinión en ÉPOCA, donde cubrió también la sección de Internacional, de la que fue responsable cuando nació (como diario generalista) LA GACETA. Desde hace unos años se desempeña como freelance, colaborando para distintos medios.

Valeri y el honor de Ábalos

26 de junio de 2025

La izquierda, que se presentó en sociedad como la insurgencia contra las élites, ha demostrado ser una rebelión contra la naturaleza humana y, si me apuran, contra la realidad. Hemos descubierto por las malas que si niegan a Dios es sólo para sustituirle, decretando no sólo lo que debe ser, sino lo que es.

Así, nuestros gobernantes decretan a contrapelo de la naturaleza humana que dos hombres o dos mujeres constituyen matrimonio, que un hombre se convierte en mujer a todos los efectos con su mera declaración, que los animales tienen «derechos» (pero no deberes), o que ser español es, como decían los progres de mi lejana infancia sobre el matrimonio, «sólo un papel».

La situación es tan demencial, tan esquizofrénica, que el occidental medio ha aprendido a vivir en dos niveles, como los ciudadanos soviéticos en su día. Está la «vida oficial», pública, en la que se repiten y respetan las consignas, y la vida real, en la que se piensa más o menos como siempre se ha pensado o, mejor, vivido.

Podemos es un partido con concejales condenados por pedofilia, pero eso apenas ha movido la aguja de sus perspectivas electorales, sencillamente porque no se trata de nada que quite el sueño a sus votantes. En cambio, cuando el amado líder anunció una decisión personal no sólo lícita sino perfectamente comprensible, comprar un bonito chalet en una zona residencial de la Sierra de Madrid, su bancada le puso la cruz. Porque había basado su mensaje en el personaje, y el personaje era un orgulloso héroe de la clase obrera que desdeñaba desde su pisito de Vallecas los lujos de los opresores. Una cosa es lo ilegal, otra lo que puede hundirte.

El pasado martes asistimos a ese mismo fenómeno en la persona de Ábalos. Un travesti que se dedica la prostitución y que dice llamarse Valeri Cuéllar asegura haber tenido varios encuentros sexuales con el exministro.

Ahora, Ábalos nos ha mentido a la cara con una desfachatez relajada y casi profesional, pero ha sido su marca hacerlo con un gesto de altivo y casi divertido desprecio. Parecía estar negando mordidas y puteríos con un guiño que contradijese sus palabras, como diciendo: «Sabéis que tengo que negarlo, pero también sabéis que lo he hecho. ¿Y qué?».

No en esta ocasión. Ahora ha reaccionado con alarmante celeridad y tono de honor mancillado. «Además de MENTIRA, esto es demencial», escribe en su cuenta de X. «No conozco de nada al tal ‘Valeri Cuéllar’. Nunca antes sabía ni siquiera de su existencia. Lo que es indudable que se trata de un personaje siniestro que se apunta al circo mediático para adquirir notoriedad, pero la culpa de permitirlo es del medio que le da cobertura a esta mentira, a este engaño y a esta argucia. Lo que me faltaba es que me endosarán también una historia con este ser».

¿Ven a qué me refiero? No hay ninguna razón «oficial», expresa, para que Ábalos hable así de Valeri, llamándole «personaje siniestro» y «este ser». Se supone que Ábalos ha pertenecido a un gobierno y pertenece a un partido y a una casta política que asegura y repite machaconamente que los Valeris que vagan por el mundo son mujeres exactamente igual que las que nacen con sus buenos cromosomas XX. Pero ahora se refiere a una de «ellas» como «el tal». El.

Es como si rompiera el encanto de la comedia porque ahora las cosas son de verdad, y por ahí no pasa; como un actor que en mitad de la representación aprovechara una pausa para recordar al empresario que aún no ha cobrado, destrozando la «suspensión de la credulidad».

Por ahí no pasa José Luis. Que le llamen putero y corrupto, vale. Sabe que es su personaje, y un personaje no del todo antipático para buena parte del público en el país del Lazarillo y el Buscón. Aquí el pícaro y el bandolero han gozado del aplauso tácito de buena parte de la ciudadanía. Pero, como en el caso de Pablo Iglesias, una cosa no es igual a la otra cosa, y hasta ahí podíamos llegar. Uno ve la foto «del tal Valeri» (sic) y la leyenda de Ábalos se viene abajo. Ya no le queda (pronúnciese con el adecuado tono abalosesco) naaaada.

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