«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

Veni, Vidi, Vance

17 de febrero de 2025

El hombre es alto, apuesto, de unos ojos de un azul intenso y límpido; pese a su edad, cuarenta años, muy joven para el cargo que recién ha obtenido en la política mediante elecciones. El hombre posee una historia y una infancia, la que contó en su exitoso libro titulado Hillbilly Elegy, una memoria familiar y de una cultura en crisis (2016), que fue también llevada de manera triunfante al cine. El hombre es un político victorioso, de ahí la razón que me llevó a pensar que un título adecuado para este artículo sería el citado dictado o frase de Julio César que Plutarco descubre en sus Vidas Paralelas: Veni, Vidi, vinci. En este caso, Veni, Vidi, Vance, dado que se trata del vicepresidente de Estados Unidos de Norteamérica, del Partido Republicano: James David Vance.

JD, como le llaman sus más cercanos, está casado con una hermosa mujer hija de inmigrantes, nacida en Estados Unidos. Su nombre es Usha Vance, ejerce de abogada, y se ha convertido en la segunda dama de Estados Unidos cuyos orígenes y religión son hindúes. Los Vance tienen tres hijos pequeños, con los que han viajado últimamente, aunque lógicamente por razones estatales.

Volvamos al hombre, a JD Vance, y su participación en París, en la Cumbre de la Inteligencia Artificial (IA)… Llegó invitado al palacio del Elysées, anochecía, y ahí estaba la rueda de periodistas esperándolo, más unos pocos edecanes de segunda de palacio, nadie más. Las imágenes de un vicepresidente norteamericano completamente perdido al constatar que ninguna autoridad de peso le recibía a las puertas de la sede de gobierno dio la vuelta al mundo. ¿Cómo había sido posible que el presidente Emmanuel Macron hiciera semejante desaire a un vicepresidente de Estados Unidos, de quien todos conocen sus orígenes rurales, y que se estrenaba en su cargo con esta visita? Ni una sola explicación, o sea más bajo y peor.

Al día siguiente, JD Vance acudió a cumplir con su intervención relacionada con la IA frente a los mandatarios y burócratas europeos. Los dejó a todos con la boca abierta, Úrsula Von der Leyen pestañeaba incómoda, aunque su cabeza se mantenía más rígida que un palo, queriendo no trasmitir ningún signo emotivo, se podía presentir que rabiaba por dentro. Vance les cantó las cuarenta de la manera más refinada que puedan imaginar —si no han visto el discurso véanlo—. Sereno, templado, con un inglés refinado, de esa alcurnia que proviene de la gente que desde sus modestos orígenes ha tenido que esforzarse mucho y lo ha conseguido de forma magistral. 

Tras llamar a todos por su falta mayor, como censores, y asegurarse de que entendían que Estados Unidos no les dejaría la más mínima posibilidad de hacerles firmar nada que fuera en contra de las libertades y de su nación, el vicepresidente se marchó sin esperar a oír los discursos de Von der Leyen y Macron. El tortazo estuvo tan bien dado, que todavía deben de estar frotándose las mejillas y el trasero. Un adiós cordial a la prensa que aguardaba en la plazoleta, es todo. Había vencido como vencen siempre los norteamericanos cultivados, con una lección de fuerza progresiva, cadenciosa.

Pero donde de verdad estuvo magnífico, si es que se podía estarlo más después de este discurso, fue en la Conferencia de Seguridad de Münich, donde se reunió con el presidente ucraniano Volodimir Zelenskyi, después de haber visitado junto a Usha, su esposa, el campo de concentración de judíos durante la Segunda Guerra Mundial en Dachau. La conferencia de Münich advino más tarde y constituye una verdadera lección de grandeza, nobleza y honor a los europeos. 

No sólo situó sus puntos de vistas en representación de su país, además ubicó con una gran elegancia, maestría y precisión los numerosos defectos de la política de estos inútiles en décadas. Les dejó bien claro que si ellos querían alejarse de sus votantes mediante sus acciones antidemocráticas cada vez más frecuentes, como la de anular resultados electorales, Estados Unidos no los acompañaría en ese hundimiento.

Algunos han querido disminuir el discurso de JD Vance tildándolo de sermón, así lo afirmó Rodrigo Rato en un programa televisivo, menos mal que tenía delante a Javier Benegas, Luis del Pino y Julio Ariza, que emitieron cada uno su opinión, con las que yo me identifico. Quedará para la historia de Europa y Estados Unidos esa inmensa disertación plena de principios que enfrenta a una Europa cuyos políticos no sólo carecen de esos mismos augustos principios, además han perdido el norte completamente; sólo hay que oír a Rodrigo Rato. Nos queda reírnos con la arrogancia de Macron y pedrocastro (en minúsculas) quienes pretenden todavía ser algo en comparación, para advertir de que Europa no existe más como fuerza cultural y política. Y más, que un hombre brillante, hijo de una madre soltera, oriundo de la América profunda, esa que tanto desprecian los exclusivos del linaje europeo, llegó, vio, y venció.

Fondo newsletter