«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Verde que te quiero verde

7 de mayo de 2025

Tras el gran apagón, en cuanto las evidencias han señalado a una sobredosis de renovables en el sistema, la vicepresidente tercera, Sara Aagesen, ha declarado: «España será verde … o no será». Del primer golpe auditivo, choca el lapsus incesante. Tienen que mezclar a España con todo, contra España. O sea, que para discutir de un problema técnico, temporal y concreto hay que comprometer nada menos que la existencia de nuestra nación milenaria, una de las grandes de la civilización occidental. Es mucho decir, pero llueve sobre mojado. También Sánchez ha tenido su dosis de lapsus cuando ha dicho que España y Cataluña son dos países que tal y cual. Es como si a mí me saliese escribir que Enrique García-Máiquez y mi cabeza son dos seres vivos que tienen un gran interés en la poesía contemporánea. ¿Rarito, no?

Pero dejemos el lapsus fobohispánico, que ya los conocemos. Vayamos a lo verde. Y no pasemos por alto los matices. Aagesen podría haber manifestado su deseo de seguir apostando por la energía verde tal vez con un elegante guiño a Federico García Lorca, que siempre queda de lujo: «Verde que te quiero verde». Subrayaría determinación y cultura popular española. El problema es que ha decidido parafrasear a André Malraux: «España será verde o no será» del mismo modo que, según el escritor francés, «el siglo XXI será espiritual o no será».

La frase de la socialista se las trae, porque demuestra su voluntad de dejar a España a los pies de los caballos de la energía renovable, como hemos dicho. Pero también subraya un hecho que no se medita tanto como necesitamos. Me refiero al carácter profundamente religioso, en su versión más dogmática, del pensamiento progresista. Es un aspecto que han estudiado David Lyon o Rosa María Almansa, entre otros. La revista First Things le ha dedicado artículos esclarecedores. Pero su naturaleza sobrenatural no ha terminado de calar en el imaginario colectivo ni en los propios fieles del Progresismo Trascendente, digamos, ni tampoco del todo en quienes nos oponemos. Y sería vital entenderlo y asumirlo. Un caso particularmente sangrante es el aborto, cuya oscura condición religiosa nos la dicen a la cara cada vez que corean que «el aborto es sagrado». Y tanto.

A propósito o subconscientemente, da igual, toda una vicepresidente de España compara la energía verde a un valor espiritual que merece cualquier sacrificio histórico. Sin paliativos ni espacios para cualquier duda, que devendría herética. El ecologismo 2030 conlleva la ascesis de renunciar a sopesar si el sistema —con esa proporción de energía verde— es eficiente y rentable. Muy distinto sería que se prefiera dar todo el peso que la ingeniería, la seguridad nacional y la economía española permitan a la energía verde. Opción racional que, por eso mismo, sí comprendo y hasta podría compartir.

Ahora bien, si no hay opción racional porque es verde sí o sí y caiga quien caiga, no hay posibilidad de pensar. Anatema. Y los votantes convencidos comulgarán con ruedas de molinos (de viento). Todos los problemas que una gestión tan poco profesionalizada que da al César lo que es de Dios porque el César es su dios se achacarán a un sabotaje, real o metafísico. Si por principio nada puede salir mal y sale mal, parece claro que al final hay que buscar un culpable, que será un malvado y merecerá el peor de los castigos. Mientras tanto, los españoles de a pie que sufrimos los efectos gravísimos de tanto tesón ideológico y musitamos una queja devenimos colaboracionistas del mal. Vaya panorama.

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