«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Ilicitana. Columnista en La Gaceta y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La Gaceta y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

Vuelve la ilusión

7 de junio de 2025

Hace algunos meses, un conversador público metido en el negocio de la ética, de esos que lo mismo dan charlas en Colegios Mayores católicos que hacen publicidad de una neotaberna, me dio un pellizco de monja (laica) por sostener que la «terrible» polarización que estamos viviendo no es muy distinta a la que experimentamos hacia el final del felipismo. El González que hoy nos venden como un hombre de Estado irrepetible, como una especie de astro de la política nacional, no era más que el Sánchez de 1995. Así nos lo presentaban entonces, no sin razón, El Mundo y el ABC verdadero. Felipe era un tipo amortizado, carcomido por la corrupción e incapaz de atajarla. La lista de escándalos era descomunal y el ambiente de fin de régimen que soportamos estos días es muy parecido a aquel que nos tocó vivir antes del aznarato. A mediados de los años 90 tampoco se entendía por qué el PSOE tenía una base de votantes tan sólida y la prensa de derechas también enviaba decenas de scuds, en forma de columna y editoriales, contra el gobierno. Puede que con más éxito que hoy, todo sea dicho. Es normal que esto no se recuerde si, en aquellos tiempos, uno todavía no leía a Protágoras y jugaba a la videoconsola.

En tres décadas, el partido socialista, reflejo de la deriva de eso que llaman «democracia liberal», ha ido alcanzando nuevas cotas de ignominia .¡Ye torería! En cada momento histórico, el PSOE ha dado lo máximo que podía dar según la sociedad ha ido consintiendo. Como en las recetas de cocina: harina, la que admita. Hace treinta años, eso sí, algunos ilusos creíamos que el Partido Popular vendría para salvarnos.

Todavía hay quien confía en ello. Dos citas importantes en la agenda del PP pretenden recuperar la ilusión del votante y calentar motores ante un eventual adelanto electoral. La primera, mañana mismo. Los populares han convocado una manifestación bajo el lema «Mafia o Democracia». Nunca una «o» resultó tan inquietante, ni siquiera la de «Comunismo o Libertad». Se trata de una vocal disyuntiva y polarizante. Lo explica todo. Es una «o» emocional, que infunde miedo. Obliga a elegir, a posicionarse. Una «o» que moraliza. Con la mafia no se está, se pacta. A la mafia ni agua, solo votaciones conjuntas. No cabe la moderación con ella. Encuentro la «o» pepera muy excluyente. Qué dirá Borja Sémper de todo esto.

El siguiente evento es el XXI Congreso Nacional previsto para principios de julio. Feijoo ha presentado sus avales y no teme que se le cuestione el liderazgo. No parece que sea una brecha abierta en el seno del partido. Las bases piden definición, contundencia, un aclararse a qué se está y con quién. Otra cosa son los medios. Desde las páginas de Opinión del otrora diario conservador se demandaba al gallego que diera un paso al noroeste. Es la hora de Ayuso, decían. En los sectores menos socialdemócratas del PP hay ganas de una lideresa. Isabel o Cayetana, tanto monta. La presidente madrileña sería la encargada de ejecutar una especie de «operación Sarkozy» como la ocurrida en Francia con motivo de las Presidenciales de 2007. Aquello salió mal. Para el votante de la derecha, claro. Hace veinte años el país galo comenzaba a tener serios problemas con la inmigración. Chirac agotaba dos legislaturas y el líder de la derecha conservadora, Nicolas Sarkozy (UMP), aseguraba una ruptura con las políticas tradicionales. Célebre y polémica fue su promesa en La Courneuve de «limpiar la ciudad con un kärcher». Identificado el problema de inseguridad, entre otros, que empezaba a colmar la paciencia de nuestros vecinos, Sarko lepeneó. Se apropió del discurso y las propuestas de un Frente Nacional dirigido entonces por Jean-Marie Le Pen. Ganó las elecciones y, como era de esperar, no aplico medidas contundentes al respecto. En los siguientes comicios (2012) fue derrotado por el socialista Hollande. Que Ayuso voxee está inventado. Sería un sucedáneo, el discurso de VOX sin ser VOX, achicoria en lugar de café. Pero volvería la ilusión. La cuestión es cuánto tiempo se puede engañar a cuántos y si esos tantos serán suficientes.

En este nuestro Consenso, como lo llama Hughes, desde el sistema de partidos se estira el chicle según las tragaderas de la sociedad en cada momento.

La política lampedusiana en la que están todos asegura la continuación del entramado setentaiochista ad infinitum.

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