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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Y de repente aquí

26 de julio de 2023

Las reacciones al 23J tienen su guasa. Unos han pedido la concentración PP-PSOE, que los empresarios, atentos al coste de las cosas, refinan proponiendo que la presida una figura no política porque la política… ¿para qué?

Otros han pedido la vuelta de un partido centrista. Volver al ciclo UPyD, Ciudadanos, etcétera… El único problema que la política española resuelve es la colocación de los centristas. Por ahí se van muchas energías. El centro es como un local de esos que hay en todos los barrios en los que se montan negocios que fracasan siempre. Pero pasan unos meses y llega uno a abrir una tienda de vapeo.

Lo más divertido es ver cómo los mismos que se equivocaron clamorosamente ya estaban pontificando el lunes 24. Tienen los medios. Sólo les falta controlar las hemerotecas (siempre lo he pensado: si lo tienes todo, ¿por qué no tener eso, que es fundamental?).

Pero el bochorno es indisimulable y alguno se va recolocando y culpa incluso a Michavila, el pastor de votos. La culpa no es tanto suya como de quien lo ha ido poniendo día a día en portada. Todos los días, venga tracking. No eras nadie sin un tracking a media tarde. La izquierda renovó el tertulianeo con los politólogos y el PP quiso contraatacar con el gurú demoscópico. Hablar para el pueblo es malvado populismo, pero ¿qué tal interpretarlo de primera mano con un augur? Populismo no, populomancia toda.

Se diría que el programa del centroderecha es ese: lograr una correa de transmisión perfecta entre los pronósticos de Michavila y las urnas. Que no haga falta ni hablar. Un seguidismo mudo y ciego. ¿No sería perfecto?

Ir más allá: un email de GAD3 a Indra y ahorrarnos todo.

Pero hasta Michavila peligra y puestos a echar lastre cualquier día dirán que su protagonismo no respondía a fuerzas peperas sino a Putin (hay que culpar a Vox de todo hasta que se pueda culpar a Putin).

En Vox ha habido un trasvase de votos al PP, pero también, y es importante, un movimiento serio de ruptura con los medios de comunicación. La deslosantización puede ser revolucionaria porque Losantos, con su labia extraordinaria y su liberalismo baturro (González Cuevas), ha sido el flautista de Hamelín de la derecha y el máximo difusor del mito de «la derecha tonta», por el que el PP no sería malo ni traidor ni corrupto, sino tonto, tontito, tontuelo, uno al que engaña siempre el primo PSOE. Pero ¿pueden ser Feijoo y sus asesores tan tontos como parecen?

Se aceleran las cosas y el 23J nos ha dejado en un sitio que de repente reconocemos. Los silencios también son sospechosos. Rápidamente, Sumar encarga a Asens hablar con Puigdemont. El partido de Yolanda Díaz es, además de ensaladilla woke, una pasarela. El arcoíris LGTBI les permite, a través de círculos concéntricos de afinidad, una gradación de color hacia el separatismo. Yolanda Díaz es Alicia, persigue pizpireta el arcoíris y de repente… ¡pum! ¡Un golpista prófugo!

Sumar sirve a la causa PSOE, y a más gente. ¿Por qué en las teles o en la Kultura no se dispara ninguna alerta con la aparición de Puigdemont? Nos salvaron del fascismo y se fueron de vacaciones.

A quienes mandan sobre el PSOE y a los dueños de los grupos mediáticos les parece adecuado organizar el cinturón sanitario alrededor de Vox, y recibir, como si nada hubiera pasado, el retorno de Puigdemont a la gobernabilidad. ¿Qué diríamos si nos lo hubieran dicho en 2017? No daríamos crédito. Tan gilipollas no podemos ser, diríamos (la palabra gilipollas la podemos usar todos, no sólo los contratistas municipales).

Que pocos años después quienes gritaban «Puigdemont a prisión» sean arrinconados como ultraderechistas, y Puigdemont sea clave de gobierno con Conde-Pumpido esperando en el Constitucional es como poco curioso. Hay mucho caos, sí, pero de repente estamos aquí, en este punto exacto. Y esto lo permiten el PSOE y las televisiones, es decir, los jefes del PSOE y los dueños de las televisiones. El capitalazo empresarial. Organizan griterío para unos, silencio para otros. Y el PP colabora de tonta del bote, con Semper haciendo el cruce de piernas de Lina Morgan, un birlibirloque de tobillines.

Un sistema y régimen donde esto sucede ha de ser cuestionado con todas las fuerzas morales, intelectuales y espirituales posibles.   

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