«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Y se limpie aquella tierra…

2 de septiembre de 2024

Durante los actos de homenaje tributados a los etarras a su regreso a casa tras pasar por los centros penitenciarios, es habitual la presencia de parejas disfrazadas con el supuesto traje regional vascongado. Sin embargo, es más frecuente el lucimiento —el etarra y el seminarista tiran al monte— de prendas propias de montañeros. La miscelánea estética trata de enlazar los nuevos aires del secesionismo con la más rancia tradición, la sabiniana. Si el racista vizcaíno trató de abrazarse a Inglaterra e incluso mandó un telegrama de felicitación a Roosevelt cuando el Imperio yanqui se hizo con Cuba, sus sucesores mantienen una rigurosa observancia de muchos de los postulados kamalaharristas. Un sustrato común une, sin embargo, a estas facciones con las antiguas.

Recientemente, miméticamente respecto a los propósitos del secesionismo catalán, Arnaldo Otegui se ha reafirmado en sus fraccionarios postulados nacionalistas para reclamar una soberanía que, en buena lógica, facilitaría la regulación de las políticas de inmigración. O lo que es lo mismo, el que fuera apodado El Gordo cuando militaba en la banda terrorista del hacha y la serpiente, anhela el establecimiento de una frontera que separe, más allá, incluso, del cupo, el Estado español de su mitificada Euskal Herria. Según Otegui, la identidad nacional vasca está en riesgo, palabras que podríamos conectar con el interés que los nazis tuvieron por un colectivo en el que creyeron ver una cultura pura, pero también con la respuesta que Gustavo Bueno dio a quienes le propusieron integrarse en ETA. Cuando los emisarios de la banda criminal le dijeron que querían recuperar el idioma más antiguo de la humanidad, el filósofo les espetó: «¡Coño, pues cuanto más antiguo sea, más cerca estará del lenguaje de los chimpancés!… ¡Vaya mérito que os atribuís!». 

Aunque Otegui se ha apresurado a distanciarse de la «extrema derecha», lo cierto es que, entre balbuceos plurinacionales, el de Elgóibar ha mostrado su preocupación por la llegada de gentes allende Maketania. Nada nuevo bajo el sol vascongado, pues el recelo «al de fuera», recordemos a Arzalluz, no por casualidad apoyado el nazi, tiene profundas raíces en Vasconia. El análisis más profundo de este histórico sentimiento de rechazo, lo llevó a cabo a finales del pasado siglo un exmilitante de ETA que, andando el tiempo, sufrió las amenazas de muerte de la banda: Mikel Azurmendi. Los resultados de su trabajo quedaron publicados en: Y se limpie aquella tierra. Limpieza étnica y de sangre en el País Vasco (siglos XVI-XVIII).

El control fronterizo que ahora busca el más fiable socio del Gobierno de Sánchez, supone un paso más en la construcción nacional de quienes, ajenos a los mecanismos de las peticiones de principio, ya dicen ser una nación entre cuyas esencias destaca el euskera batua. El alarmado Otegui, que hace pública confesión de un indefinido izquierdismo que se mueve entre la aldea y el globo, parece no tener reparos en acoger a un número indeterminados de humanos que, sin embargo, podrían poner en jaque las sacrosantas esencias vascas. Atrapado en esa contradicción, el «hombre de paz» omite que la limpieza étnica de su tierra ya se viene dando desde hace décadas debido a las actividades de la banda terrorista en la que militó. Una limpieza, de elementos españolistas, que alteró notablemente la sociedad vasca y su cuerpo electoral, hoy moldeado tras décadas de adoctrinamiento, de coacciones y atentados, que requiere de nuevos y exóticos maketos, más racializados que aquellos en los que Arana percibía el indeseable rastro semítico, para mantener el secular privilegio, la singularidad vasca.

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