«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Ilicitana. Columnista en La Gaceta y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La Gaceta y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

Yamamoto en Valdeacederas

31 de mayo de 2025

Curioseando el otro día en una conocida plataforma inmobiliaria online me topé con un anuncio llamativo. En la ciudad de todos los acentos ya no te endilgan una carísima modesta vivienda con lo de siempre: «Descubre este piso exterior y luminoso ubicado en finca en buen estado…» (asumimos que la finca necesita una renovación y que si te descuidas te diagnostican de osteomalacia). Ahora hay genios inmobiliarios que te venden una experiencia, no un pisito, y parece que uno tiene que haber pasado por Central Saint Martins o el Instituto Marangoni para comprar, a precio de oro, 65 metros cuadrados en Berruguete o Valdeacederas.

«La excentricidad de Kansai Yamamoto en Madrid», abre el anuncio en cuestión que, en su cuerpo, continúa haciéndonos soñar con «formas vanguardistas», «explosión de color», «detalles dinámicos» y la «energía y teatralidad» de los diseños del japonés. Un maestro, según la agencia inmobiliaria, en fusionar la tradición nipona con la modernidad occidental. Y algo de eso hay en el carrusel de fotografías del inmueble, porque después de tres imágenes que presentan espacios de líneas depuradas, colores pastel y el toque justo de terciopelo, todo muy de decoradora burguesa, aparece un piso que haría las delicias de cualquier forocochero aficionado al «paquismo» y a los objetos españoles icónicos. No sé si una casa como la de Merche y Antonio en Cuéntame puede considerarse «modernidad occidental» según Yamamoto, pero el efecto kabuki y el dramatismo están garantizados en el anuncio.

Tras la confusión del inicio, una entiende que el pisito se compra en su salsa. Hay que imaginárselo sin los asfixiantes muebles-mamotreto y otros elementos ornamentales pertenecientes al hispánico horror vacui decorativo. Las tres primeras fotos de la vivienda, donde se presenta un salón con pinta de boudoir, son lo que la agencia llama renders. Imágenes creadas por Inteligencia Artificial que nos muestran cómo quedaría la cosa después de invertir más de 1.000€ por metro cuadrado en una reforma. Si añadimos a esa cantidad, con IVA, el precio de origen más sus preceptivos impuestos y gastos, seremos propietarios de un costoso hogar de revista en un «barrio emergente» de Madrid. Eso significa que cuando abandonemos nuestro templo zen para comprar el pan no veremos precisamente filipinas paseando teckels, sino riders, bares que sirven frijoles y plátano macho, inofensiva adolescencia con pelo brócoli, ociosos compartiendo litrona a la salida del chino y señoras en mallas tendiendo la ropa en bloques construidos durante la ominosa dictadura. Lo normal, vamos, cuando uno se adentra en las entrañas de Bravo Murillo.

Madrid se ha transformado en la ciudad de todas las zonas premium donde lo semipremium es un espejismo que ahora se ubica en los llamados «barrios emergentes». Tetuán empieza a venderse a precio del Chamberí de hace pocos años y el pobre pijipi ya no puede permitirse comprar en Prosperidad. No sabemos si echarle la culpa a los migrantes interiores con posibles o a los boliforrados que con su habla melosa hacen más llevadera la espera en fila que hace el sufrido personal para comprar la tarta de queso de moda de la calle Velázquez.

Desconozco qué ocurre en el resto de Europa, pero constato que Madrid va tomando hechuras parisinas. En la capital gala, los autóctonos se han ido desplazando hacia la periferia y ciertas zonas del centro se han transformado en un parque temático para millonarios donde reinan las firmas de moda y el gran consumo. Los contratos de alquiler que se firman implican principalmente locales comerciales y, en fin, las señas de identidad que la distinguen de cualquier otro lugar solo sirven para alimentar Instagram.

En las grandes ciudades de nuestro país está ocurriendo el mismo movimiento centrífugo que desaloja a las gentes de los barrios en los que nacieron y se criaron hacia zonas y pueblos exteriores. Está resultando relativamente fácil expulsar al oriundo para luego ponerles muy difícil entrar. ¿Para qué han inventado las ciudades de quince minutos o las zonas ZBE si no?

Eso sí que es dramatismo y no lo de Yamamoto.

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