«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Zinedine Zidane, ¿rey en Granada?

9 de mayo de 2016

Épica la atmósfera vespertina que se respiró este domingo conviviendo esa nostalgia casera del aparato de radio, quemando la oreja del aficionado, con lo extraordinario. Está claro que el fútbol es la forma más compartida de vivir la pasión en este planeta. Esa pasión colectiva que encomendamos a once zagalones en pantalón corto. Con sus luces y sus sombras. Una pasión de kamikaze. Qué sed insaciable de fútbol desprendemos, oye. Pertenecemos a algo que va más allá de todo lo tangible. Ya no es tanto esa estadística del primer puesto, es más esa satisfacción de formar una comunidad emocional. A las cinco de la tarde, como Onetti, todos “raja pal jurgo”. Bajo una tormenta sin compasión, el Real Madrid desarrollaba una muy buena primera parte. Tan pronto el balón comenzó a girar, llegó el momento de concebir sueños. Hecho. Primer minuto de juego y Fernando Torres adelanta al Atlético (creo que Del Bosque estaba atento a otro partido). Al término del ‘levantazo’ recordé algo que leí una vez: “Cuando aparece una pistola en la primera página de un cuento, alguien debe matarse con ella en la última”.

El Madrid seguía a su ritmo de pase y compás sin abrir marcador lo que producía una mirada oscuramente reconcentrada en el devoto seguidor. ¡Oh, sorpresa! ¡el Levante empataba! ¡Aquí salta lo extraordinario e inexplicable del fútbol! Sin dar crédito, lo desconcertante ahora era lo más celebrado. El Real Madrid lograba culminar las buenas intenciones con los goles. Con un Kroos inconmensurable. Por fin. El retorno del mejor Kroos es el de ese cincelado del artesano, capaz de mejorar cualquier hogar. Y eso que lo habíamos apostado todo a aquel Tamudazo. Vale que la historia tiende a repetirse, pero no es bueno recurrir siempre a fantasmas del pasado. Decía Nelson Rodrigues que en el fútbol hasta los fantasmas tienen obligaciones, pero el espectro de Tamudo suele estar a por uvas. Si nos ponemos literatos, más tiro por esa defensa del Real Madrid, muy a lo Esquilo, a punto de reescribir una tragedia. La tranquilidad la daba un Kiko Casilla soberbio, cuando más se le necesitaba. Haciendo más que méritos para que el balón no hiciera un roto en la red que supondría el cataclismo. Afortunadamente, en cada estirada, Casilla parecía un héroe cubierto de imanes que atraía cada trallazo ché. Los últimos minutos de los blancos, con la amenaza latente de un Valencia que acosaba la portería madridista, era como sentir esa bola rodante que persigue a Indiana Jones en En Busca del Arca Perdida que cayendo provocaría una gran nube de polvo dejándonos hechos un solar. Definitivamente, el fútbol es el mejor tonificador cardíaco.

Con el patinazo (increíble) y despedida del Atlético de Madrid al título liguero (¿tal vez el agotamiento?) Simeone daba vueltas en el laberinto de la soledad en que se convirtió esa cabina que lo confinaba como fiera enclaustrada. Para analizar en clave existencial. Con un Real Madrid con opciones vigorizadas de alzarse con la corona de laurel, la tarde terminaba en pleno éxtasis. Me salía aquello de Rocío Jurado cuando le era difícil decantarse por un placer más grande, si Chipiona o Sevilla: “Se ha juntao to”.

El Barcelona, ante los cantos de sirena, comprendió que o se reactivaban o morían. Dejaron de ser los autores del libro Departamento de Especulaciones. El problema del Barcelona es que el secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo. O eso pensaba Luis Enrique. El asturiano ya siente el aliento de Zidane en la nuca. Qué bonita es Granada. Zinedine conoce bien la zona, que se lo digan a los vecinos de Lubrín, bien cerquita, donde suele escaparse el francés buscando el descanso del guerrero. No me negarán que sería un faenón digno de la mejor corrida de San Isidro, en ese albero embarrado de Las Ventas, un Luis Enrique a lo Boabdil, reprendido el próximo sábado por “llorar como una mujer lo que no pudo defender como un hombre”.

Ahora las conversaciones giran en torno a juegos de trileros. Ya afirmaba César Luis Menotti, “el fútbol es el único sitio donde me gusta que me engañen”. Maletines lo llaman. Las leyendas de los maletines acompañan al fútbol español como los piojos a las cabelleras de los pequeñajos colegiales. Cada gol se analizará con ese halo de ‘sospechoso’.

Sotto voce y ajeno a aspavientos, Zidane llegó de forma inesperada y está a punto de convertirse en un clásico. Zidane ha conseguido que el madridismo, a una jornada del c’ ést fini de la Liga, encuentre en lo más nimio una opción para la épica. A lo Faulkner, nunca eres tan bueno como pudieras serlo. Siempre debes soñar y apuntar más alto que lo que sabes que puedes. Como El Gallo, en la vida todo se torea.

Y la despedida de Álvaro Arbeloa. Nada puedo contar que no se haya dicho ya. Me quedo con la imagen de un Arbeloa, casi descalzo, subiendo al palco, culminando el reconocimiento del Bernabéu en ese abrazo con Florentino. Por cierto, a Albert Rivera se le ha aparecido la Virgen con el reciente saludo de Álvaro y ese diáfano mensaje, “estamos contigo”. Dudo que, con esa bisoñez que luce Rivera, sepa aprovechar la oportunidad que supondría el futbolista. Lo importante: los madridistas sí tenemos Arbeloa para el futuro. Como dicen los franceses, Vous êtes le personnage.

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