El cardenal Víctor Manuel Fernández, Tucho, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, está en la cuerda floja. Desde su nombramiento al frente del Dicasterio más importante de la Iglesia Católica, antigua Congregación y otrora Inquisición, el guardián de la fe del Vaticano ha bailado en el limbo, y algunos ya empiezan a pensar que ha sido por gusto.
Polémica tras polémica, la apuesta personal del Papa Francisco por un antiguo amigo de Argentina ha terminado por escandalizar a millones de católicos, que los últimos días han salido a pedir su inmediata destitución. Pocos días antes de tomar posesión como prefecto y semanas antes de su ordenación cardenalicia, el entonces arzobispo de La Plata ya reconocía en La Gaceta: «Quizás necesitemos formas más cercanas, paternas y comprensivas de acompañamiento pastoral a las parejas homosexuales».
Su nombramiento hizo saltar todas las alarmas pero los católicos permanecieron fieles a su Santo Padre. El propio Tucho reconocía que «todavía tienen que comprender mejor el espíritu de Francisco. Todos necesitamos entenderlo mejor». Meses después, tras sus declaraciones en todo tipo de medios de comunicación, tras un documento caótico que rompe con la sensata línea de sus antecesores, tras la postura contraria al celibato sacerdotal del secretario del Dicasterio y tras el último descubrimiento de un libro pornográfico escrito durante su etapa como joven sacerdote, millones de católicos esperan su dimisión.
Muchos no alcanzan a entender ese «espíritu de Francisco» bajo el que se escuda el cardenal Fernández. Tras la publicación de Fiducia Supplicans, numerosas conferencias episcopales del mundo se han manifestado en contra de las bendiciones a las uniones homosexuales, aferrados a los dos mil años de Tradición de la Iglesia. Muchos obispos también han manifestado sus serias dudas sobre la novedad en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Y monseñor Tucho ha achacado estas reticencias a una «falta de comprensión».
La misma falta de comprensión ha surgido tras las últimas declaraciones del secretario del Dicasterio escogido por el cardenal Fernández. El arzobispo de Malta, Charles Scicluna, secretario adjunto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, manifestó hace unos días en una entrevista que «el celibato debería volver a ser opcional». «Si dependiera de mí, revisaría el requisito de que los sacerdotes sean célibes», añadió él, justo una de las pocas personas de las que depende el asunto. Si el departamento ya rompió hace días con una Tradición de milenios, nada parece impedir que ahora rompan con lo establecido en el Concilio de Letrán del siglo XII.
La preocupación de los fieles católicos, que es creciente, ha llegado a su culmen con el último descubrimiento: en 1988 el entonces padre Víctor Manuel escribió «La Pasión Mística, espiritualidad y sensualidad». El libro, cuya lectura resulta pornográfica, ha escandalizado a millones de fieles. Al ser propuesto por el Papa Francisco para la prefectura el cardenal Fernández ocultó esta obra en su bibliografía: «Tuvo su sentido en un momento de diálogo con matrimonios jóvenes que querían comprender mejor el sentido espiritual de sus relaciones, pero al poco tiempo pensé que podía ser malinterpretado», se ha escudado.
Sin embargo, y a falta de un cese inmediato por parte del Papa, el cardenal se ha manifestado sobre esta obra. No para pedir perdón ni para presentar su dimisión. No para calmar los ánimos de una feligresía ansiada de pastores sensatos, no. El cardenal Tucho se ha limitado a explicar que «ciertamente ahora no escribiría». ¡Faltaría más!, han exclamado decenas de sacerdotes y obispos consultados por este periódico.
Así, algunos pasajes que más polémica han suscitado son:
«La mujer disfruta más con las caricias y los besos, y necesita que el varón juegue un poco antes de penetrarla. Pero a él, en pocas palabras, le interesa más la vagina que el clítoris. En los momentos del orgasmo, él suele emitir gruñidos agresivos; ella, un balbuceo infantil o suspiros».
«Un venerable teólogo egipcio del siglo X V hacía la siguiente alabanza a Dios: Alabado sea Alá, que afirma los penes duros y rectos como las lanzas para hacer la guerra en las vaginas (Al Sonuouti)».
Mientras los católicos esperan la pronta destitución de aquel que debería afianzar la fe de la Iglesia, son muchos los sacerdotes que animan a rezar por el Papa Francisco y la Iglesia. Es precisamente en los momentos de tormenta cuando muchos católicos han lanzado un llamamiento a mantener la paz. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (Mc 4, 40).