El separatismo catalán pone el grito en el cielo tras probar su propia medicina. Carles Puigdemont dice sentirse ofendido después de que en un pueblo de Sevilla se haya elegido como Judas a un muñeco que lo representa para cumplir con la tradición popular de quemarlo.
¿Tiene derecho Puigdemont a sentirse ofendido? ¿Olvidan los independentistas que no han condenado ningún acto vandálico cometido por los CDR?
