Es una mascarada indigna
Quien conozca cómo funciona el telar legislativo dentro de las Cortes Españolas sabe que la mascarada del aborto es un cuento de nunca acabar.
La actual ley de aquella ministra Aído debe ser derogada desde el primer día de su nacimiento, porque nunca un asesinato de una criatura indefensa puede ser considerado como un «derecho de la mujer» a decidir sobre la vida que lleva dentro de su seno.
El afán del actual ejecutivo por cambiar esa ley zapaterina es puro fuego de artificio, por dos razones:
La primera, porque lo llevaba en el programa electoral y cuando la legislatura va más que mediada han decidido sacar solamente palabras, porque ni existe anteproyecto ni proyecto de nueva ley.
La segunda, porque dada la lentitud paralamentaria española si mañana apareciera el anteproyecto escrito y entrara en el Congreso ya no daría tiempo a legislar, y aprobar algo que cuando acabe la legislatura será abolido de un plumazo en caso de ganar toda la izquierda parlamentaria.
Porque, aquí, es donde más le duele al ejecutivo: la estrategia que ha tomado la actual oposición en dividir para vencer como la votación de anoche y la que les espera en parlamentos regionales y plenos municipales, conseguirán erosionar la aparente, pero irreal, unidad de criterio del actual partido popular sobre una nueva ley del aborto.
Por lo tanto, aquí se está jugando con la opinión pública, con el pueblo votante, porque todos, y los políticos más, sabemos que la losa de la ley Aído no la quitará nadie y matar en España tiene una tarifa plana impuesta por esa indigna ley al considerar que abortar entra en la tabla de los derechos de la mujer.
Señores políticos de cualquier color ideológico dejen de jugar con el aborto como una tapadera, que ninguno somos tan tontos como para entrar en sus juegos y manejos de dilación de un problema que ha convertido a España en el mayor abortorio de Europa.
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Tomás de la Torre Lendínez
