«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Advertencias de Röpke sobre Podemos

No he escrito una sola línea sobre Podemos. Su discurso me parece tan errado, tan demagógico, tan trasnochado, que me produce una pereza invencible criticar lo que tendría que resultar evidente para cualquier persona que mantenga un mínimo de buen sentido. No es que algunas de las cosas que critica Podemos no sean criticables, sino que las soluciones que propone son un camino directo y sin demoras a la miseria, la aniquilación de cualquier atisbo de libertad y el totalitarismo sin disimulos.

 

No obstante, releyendo La crisis de nuestro tiempo, del gran Wilhelm Röpke, me he topado con una crítica que, aunque escrita hace 50 años, bien se puede aplicar a Podemos, que no es más que el regreso de ciertos tópicos que uno confiaba en que hubieran sido superados.

 

Estas son las advertencias de Röpke que creo que se pueden aplicar a Podemos:

 

  1. No es lo mismo compartir las críticas que las soluciones: «Una y otra vez se comprueba que la unanimidad de pareceres que se daba por lograda resulta falaz, tan pronto como uno de los interlocutores saca conclusiones que delatan sin piedad no haber entendido de lo que se trata. Después de apoyar vivamente las críticas contra el liberalismo y el capitalismo y de ver corroboradas algunas de sus ideas favoritas, le parece lógico y natural que en adelante se adopten medidas que sabemos que son funestas y cuyo resultado final sería la agravación del mal.»
  2. Desconfiad de los que todo lo solucionan con más Estado, manteniendo el mismo problema pero ahora con el adjetivo de «público»: “¿Que los monopolios perjudican? Pues que se haga cargo de ellos el Estado o cree una comisión de control. ¿Que nos hemos preocupado poco hasta ahora del problema social? Pues que el Estado encuadre a los trabajadores en una disciplinada organización, incluyéndolos a todos en una caja de pensiones del Estado”.
  3. El socialismo no nace ni favorece a los trabajadores, sino a los «intelectuales» ansiosos de poder: «El socialismo, impulsado por las masas trabajadoras desarraigadas y proletarizadas, alentadas, a su vez, por intelectuales igualmente desarraigados, que deberían cuidarse de la responsabilidad que contraen, responde menos al interés de aquellas masas que al de sus intelectuales, a los que el Estado socialista promete, en efecto, numerosos y codiciados puestos de mando. El socialismo no nace impuesto por la necesidad del proletariado industrial, sino de cerebros académicos e intelectuales.»
  4. Los remedios milagrosos son un atajo directo al desastre: «Una vez más hemos de alzar nuestra voz contra esa creencia tan arraigada de que existen remedios maravillosos para sanar nuestro mundo enfermo; panaceas que basta ingerir para sentirnos inmediatamente restablecidos; un punto arquimédico desde el cual la sociedad y la economía dislocadas pueden ser repuestos de un solo golpe; una reforma de hoy a mañana a tenor de un eufórico programa cualquiera que bastaría que aceptásemos para sentirnos aliviados.

 

Es la creencia común de todos aquellos que esperan la salvación de las «grandes soluciones», de organizaciones fantásticas, de comités y consejos nacionales, de todo género de «fotocalcos» de medidas técnico-económicas, de organismos planificadores, de gremios científicos o de intervenciones quirúrgicas radicales en la vida económica, cifrando sus esperanzas en todo género de nuevas construcciones, con una fe que podría conmovernos por su inexperiencia si no fuese tan extremadamente peligrosa.

 

El valor práctico de todos los programas y proposiciones inspirados en tal tendencia es cero y, en cambio, es inmenso el daño que causan aun quedando sobre el papel y desviando solamente la atención de los hombres de las auténticas y apremiantes tareas, más modestas sin duda, haciendo concebir esperanzas que al ser defraudadas conducen a la letargia de la desesperación.»

 

Sabias y actuales palabras, aunque (o quizás porque) tienen medio siglo.

 

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