Su formación académica, además de la tradición familiar, le hicieron ser un católico practicante.
Juan Rovira y Roure era un político perteneciente a la Liga Catalana que fue mantenido como alcalde de Lérida por Luis Companys cuando se hizo cargo de la presidencia de la autonomía catalana al frente de Esquerra Republicana de Cataluña. Su gran arraigo social y su popularidad así se lo aconsejaron al traidor que quiso proclamar la independencia catalana aprovechándose de la revolución de Asturias en octubre de 1934.
Su formación académica, además de la tradición familiar, le hicieron ser un católico practicante que, durante la República, le costó no pocos problemas con la persecución religiosa que se inició en mayo de 1931.
En Lérida, el 5 de enero de 1936 se celebró la tradicional cabalgata de Reyes con la autorización expresa del alcalde. Poco después, la unidad de Mossos d’Esquadra que quedaba en el municipio fue retirada con la excusa de que hacían falta en Barcelona. La realidad es que Rovira y Roure había mantenido el orden, en la medida de sus posibilidades, y se enfrentaba a los milicianos que pretendían instaurar el terror revolucionario desde la checa que habían establecido en la ciudad catalana.
Tras la salida de los Mossos, los chequistas implantaron un régimen de terror en la localidad que llegó a la detención, el 18 de agosto de 1936, del propio alcalde que fue fusilado el 27 de agosto en los muros del cementerio municipal. Su cuerpo, sin tiro de gracia, fue arrojado a la fosa común donde compartió destino con los cientos de represaliados por anarquistas, socialistas y comunistas.
En el sumario de la “causa” instruida contra Rovira y Roure consta como una de las acusaciones que le costaron la vida que “había hecho celebrar la cabalgata de los Reyes Magos”, una cabalgata que había sido suprimida o cambiada en la mayoría de los municipios de España.
Uno de los enterradores del cementerio, que declaró en la causa general, aseguró que el alcalde murió perdonando a quienes le habían torturado en la checa y le fusilaban en ese momento, a la vez que “invocaba a Jesucristo”.
Juan Rovira y Roure estaba casado y había tenido tres hijos, uno de los cuales murió a edad muy corta en 1930. Fue canonizado en los procesos abiertos por la Iglesia Católica sobre los mártires de la Guerra Civil.
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