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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

En Alemania se lanzan a derribar el tabú del incesto

Nuevo paso hacia adelante: seguimos avanzando y cada vez tenemos más parte de nuestro cuerpo suspendido en el vacío sobre un precipicio. Un par de movimientos más y ya nos habremos despeñado del todo, que en eso parece consistir el proyecto de la modernidad tardía en que vivimos. En esta ocasión la noticia llega de Alemania y el tema es uno de los tabúes que han acompañada siempre a la humanidad: el incesto.

Leo que el Consejo de Ética de Alemania ha recomendado la descriminalización del incesto entre hermanos después de la denuncia de un hermano y una hermana de Leipzig en protesta porque la ley considera un crimen su relación, legislación que ellos consideran una violación de los derechos humanos. El Consejo argumenta que no es tarea de las leyes el proteger tabúes (una idea para el Consejo de Ética alemán: ¿para cuándo derribamos de una vez ese molesto tabú que continúa criminalizando, en pleno siglo XXI el canibalismo?) y que, dado que el incesto no pone en peligro el orden social, no hay motivo para prohibirlo, pues constituiría un atentado al sacrosanto derecho a la autodeterminación sexual entre adultos.

Un diputado alemán verde, Hans Christian Ströbele,  lo ha dejado claro al declarar que “dos adultos deberían de ser capaces de decidir por sí mismos si quieren tener sexo el uno con el otro, asumiendo, por supuesto, que se amen y que hay voluntariedad, que no existe ninguna forma de dependencia en la relación“. La verdad es que el diputado verde, sin darse cuenta, da en el clavo. Todo está permitido entre adultos si sus decisiones no son tomadas desde una posición de dependencia, según esta visión radicalmente individualista del asunto (por cierto, una relación en la que uno de los dos trabaja y mantiene al otro, ¿es inadmisible para la nueva ortodoxia progre?).

El problema es que el mundo del que nos hablan estos progres que se lanzan a un individualismo que roza lo meramente zoológico no existe en la realidad: el ser humano es esencialmente dependiente: material, psicológica, espiritualmente. Existe además, aunque no soporten la idea, una naturaleza, y ciertos comportamientos, impropios de su naturaleza, le hacen daño, por mucho consentimiento que haya.

Una última consideración que creo que nos ayuda a comprender mejor lo que está sucediendo en Occidente: ¿cuál es la institución basada en un mínimo de consentimiento y un máximo de dependencia? Respuesta: la familia. ¿Se entiende ahora mejor por qué no la soportan y no cejan en sus ataques contra lo que consideran una perversión?

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