En el discurso alucinado de Puigdemont ha habido una frase que ha pasado casi desapercibida: “Queremos seguir contribuyendo a la prosperidad del Estado español”. ¿Perdón? ¿Ustedes, que han bombardeado al Estado español como nadie desde los atentados del 11-M? Sí: ellos. Quizá la frase se entienda mejor si miramos las cifras del Ibex 35 en esa misma jornada del miércoles: descenso general por debajo de los 10.000 puntos y, sobre todo, pérdidas gruesas y continuadas de los portaviones de la economía catalana, a saber, Caixa Bank, Sabadell y la inmobiliaria Colonial. Qué casualidad.
Esto sólo es una hipótesis, pero no me extrañaría nada que algún capitoste de la siempre egoísta oligarquía catalana, que lleva cuarenta años jugando a dos barajas, haya hablado ayer con Puigdemont para decirle lo obvio: “Esto es una ruina”. Lo es, sí. Y más que lo será, como han explicado sobradamente Centeno, Bermejo y Laborda.
¿Mediación in extremis de la banca? Por qué no… En España –y en otros muchos sitios- las cosas se han hecho siempre así. Lo decíamos aquí el otro día: lo habitual del sistema de 1978 es resolver las cosas por vía oligárquica, o sea, pasteleo en los círculos del poder. Por otro lado, “mediación” era ayer la palabra que estaba en boca de todos. Y no por vía del virulento Iglesias, no. Resulta que en la misma tarde del discurso del rey, Rajoy se reunía con los arzobispos de Madrid y Barcelona, Osoro y Omella respectivamente. Y al mismo tiempo, Junqueras hacía lo propio con el abad de Montserrat antes de verse con Omella mismo. La Iglesia parece haberse puesto equidistante. Hay muchos y muy notables obispos –los últimos virtuosos- que con estas componendas se suben por las paredes (Alcalá, Córdoba, Oviedo, San Sebastián), pero no cabe duda de que la cúpula eclesial está apostando por la mediación. Como en Venezuela, curiosamente.
Hace cuarenta años, el discurso de la progresía mostraba a los “poderes fácticos” (la Iglesia, la banca, etc.) como sostén de España. Hoy, por el contrario, los poderes fácticos viran hacia el papel de quinta columna de la progredumbre antiespañola. Y el pueblo, la nación real, cada vez más solo. Sin embargo, algo suena a ebullición en la España subterránea. El sábado, a las 12, en Madrid de la mano de DEAES. El domingo, en Barcelona con Sociedad Civil Catalana. Huele a 1808.