«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Buero centenario. Historia de una dimisión

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LamentÔbase recientemente Victoria Rodríguez, viuda de Antonio Buero Vallejo (1916-2000), de que coincidiendo con el centenario del nacimiento de su marido no haya dinero para subir a las tablas una obra del dramaturgo alcarreño. El centenario, empero, ha sido conmemorado por la Biblioteca Nacional, que le ha dedicado una modesta exposición, Del dibujo a la palabra, en su Sala Mínima, a la que se han sumado una serie de actos en la SGAE, Sociedad a la que Buero perteneció desde 1949, diez años después de que terminara la Guerra Civil en la que nuestro hombre, encuadrado en el bando republicano, estuvo a las órdenes del comandantemédico húngaro Goryan. Buero, dotado para las artes plÔsticas, se desempeñó como ilustrador de La Voz de la Sanidad de la XV División. En ese sanitario contexto conocerÔ a Miguel HernÔndez, de quien realizó un famoso retrato.

Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā  Terminada la guerra, tras su paso por un campo de concentración en Castellón, serĆ” conducido a Madrid, donde es condenado a muerte. No ejecutada la sentencia, Buero pasó por diversas cĆ”rceles hasta alcanzar la libertad. Orillada su faceta pictórica, el de Guadalajara se volcarĆ” en otra de sus pasiones: la dramaturgia. Pronto llegarĆ”n los premios: El Lope de Vega, convocado por el Ayuntamiento de Madrid, en 1949, por Historia de una escalera, o el Nacional de Teatro en 1956 y 1957.Ā Atesorando un gran prestigio en el mundo de la escena, Buero llamarĆ­a la atención de un importante proyecto: el impulsado por el Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC), que no en vano tenĆ­a como agente liberado en EspaƱa a otro hombre de las tablas: Pablo MartĆ­ Zaro, que en 1951 obtuvo el Premio Nacional Calderón de la Barca, y que pronto contactarĆ­a con Dionisio Ridruejo. Retomaremos esos asuntos mĆ”s abajo…

Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā  La prensa ha recordado en estas fechas la vinculación que existió entre Buero y Orson Welles, sustanciada en la elaboración de una adaptación a nuestro idioma del guión que el norteamericano, apoyado en Shakespeare, habĆ­a preparado para la pelĆ­cula Campanadas a medianoche. El productor Emiliano Piedra (1931–1991) fue quien hizo el encargo, ofreciendo a cambio 200.000 pesetas y la aparición de Buero en los tĆ­tulos de crĆ©dito, circunstancia, esta Ćŗltima, que este rechazó por las muchas modificaciones introducidas por Piedra en su trabajo. El rodaje en EspaƱa comenzó, no obstante, el 14 de octubre de 1964.

            Los vínculos norteamericanos de Buero habían comenzado antes. En mayo de 1961, junto a personalidades como Aldecoa, Lilí Álvarez o Luis Díez del Corral, es invitado a participar en «Soluciones occidentales a problemas de nuestro tiempo», organizado por la Asociación Española de Cooperación Europea, organismo que serviría para canalizar diversas iniciativas culturales financiadas por la CIA en España, particularmente las de la Comisión española del CLC, en cuya nómina estaba Martí Zaro, beneficiario en 1958 de una beca de la misma Fundación March que había premiado a Buero en 1956 por su Hoy es fiesta.

            Desembarcada en España tal Comisión, que en 1966 entregó 2.500 pesetas por un trabajo titulado Realismo y realidad en la literatura contemporÔnea, a JuliÔn Marías y al mismo Guillermo de Torre (1900-1971), cuñado de Borges, cuyas cartas con Buero son expuestas en la exposición de la Biblioteca Nacional, don Antonio participaría asiduamente en diversas actividades impulsadas por tal plataforma europeísta, federalista y, sobre todo, anticomunista. Buero figurarÔ varias veces como jurado en la concesión del Premio de los Escritores Europeos, galardón auspiciado por esta plataforma, e incluso formarÔ parte, junto a Cela, Menéndez Pidal, PemÔn, DÔmaso Alonso, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Pedro Laín Entralgo, JuliÔn Marías, Lafuente Ferrari, Chueca Goitia, José Antonio Maravall, Aranguren, y otros, del intento de recuperar el Pen Club Español. Buero se integrarÔ incluso en el consejo asesor de la editorial Seminarios y Ediciones.

Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā  La quiebra de la dolarizada trama polĆ­tico-literaria llegarĆ­a una vez que la propia prensa norteamericana, el New York Times, principalmente, destapó la desagradable realidad: los dineros que financiaban tan culturales programas venĆ­an de la cĆ©lebre Central de Inteligencia. Las fundaciones que lo distribuĆ­an no eran sino burdas tapaderas… Conocedores de tal circunstancia, los principales integrantes de la Comisión espaƱola: LaĆ­n, Ridruejo, Chueca, Manet y MartĆ­ Zaro, se reĆŗnen para tejer una estrategia. Un aƱo mĆ”s tarde, el 30 de junio de 1967, el colectivo escribirĆ” una carta que mostraba estupor, pero dejaba la puerta abierta a continuar con tan jugosas actividades.

             Tan sólo un miembro de la Comisión dimitió. Su nombre: Antonio Buero Vallejo. El 15 de abril de 1967, Martí Zaro escribe a Roselyne Chenu para comunicarle que, a pesar de los esfuerzos realizados para que reconsiderara su situación, «Buero Vallejo a été la seule exception, comme vous le savez». El sustituto no tardaría en aparecer. Su nombre: Carlos Santamaría Ansa, hombre que recién había dejado atrÔs su etapa como secretario del Movimiento Pacifista Internacional Pax Christi, con sede en la misma París desde la que el poeta Pierre Emmanuel dirigía la Comisión española de la que Buero hizo mutis.

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