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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La búsqueda del Santo Grial

En este octavo año, desde el comienzo de la crisis financiera, ha aparecido la noción de que se están agotando los instrumentos aplicables: la extraordinaria expansión de la política monetaria de los países desarrollados que ha venido a absorber casi la totalidad de la emisión de deuda pública respectiva, la expansión crediticia en China, el aumento del endeudamiento público y el aumento del proteccionismo.

Al mismo tiempo, afloran las alarmas sobre estancamiento secular: caídas conjuntas de la inversión y del consumo y de un futuro con baja inflación y crecimiento inferiores a las medias del pasado. Sin embargo, todo esto coincide con un notable aumento del ahorro empresarial en muchos países desarrollados y desde luego de los más grandes (EE.UU , Alemania , Japón ), donde los balances de las empresas están cargados de liquidez, equivalente al 3,5% en Alemania y del 8% en Japón. Muchos pueden pensar que la atonía de la inversión empresarial se deduce de la falta de perspectivas de crecimiento pero de lo que no cabe duda es que es también es causa de la falta de perspectivas.

Así pues en la búsqueda de los futuros motores que impulsen el crecimiento no parece que puedan ser ni el consumo privado, limitado por las todavía altas tasas de endeudamiento y el débil crecimiento de los salarios; ni el de las Administraciones Públicas dados los niveles de deudas públicos. Pero los altos niveles de liquidez y ahorro empresarial deberían ser fuente de la modernización y expansión de las economías. En un estudio de la FED sobre 26 países de la OCDE se demuestra que los países con menor crecimiento son los que tienen mayores niveles de ahorro neto empresarial.

¿Por qué no invierten las empresas, sobre todo las más grandes, en un momento de grandes cambios tecnológicos? ¿Qué pueden hacer los gobiernos para impulsar la inversión privada? Sabemos por experiencia que las previsiones de crecimiento, lostipos de interés, la regulación y desde luego la fiscalidad, son determinantes sobre las decisiones de inversión. Como puede verse, la mayor parte de estas cuestiones dependen directamente de los gobiernos y los parlamentos, sin embargo en tiempos de intensos debates políticos como los actuales, brilla por su ausencia cualquier referencia al sector privado como actor esencial en el impulso económico.

Existe la percepción de que la crisis financiera del 2008 fue originada por el sector privado y la falta de regulación suficiente. Mucho se ha hecho para cambiar la regulación financiera sin que Basilea IV aún haya concluido. Pero no parece que la necesidad de impulsar la inversión privada este en la agenda de las principales economías. ¿Qué sucede entonces? La desconfianza hacia el sector financiero parece se ha extendido al conjunto del sector privado. En la derecha y en la izquierda, sometidas a cambios muy profundos, el papel del sector privado brilla por su ausencia; lo que puede ser un gran error.

Los grandes recursos privados en un momento de bajísimos tipos de interés podrían tener un efecto multiplicador muy considerable. Pero ante grandes cambios políticos, los debates ideológicos dominan la agenda: inmigración, desigualdad y globalización. Pero la continuidad de los efectos de la crisis financiera están haciendo cada vez más difícil avanzar positivamente; superar los efectos socioeconómicos podría ser el más importante elemento político en muchos países. El protagonismo del sector empresarial y su inversión puede casar mal con los populismos, deseosos de presentarse como únicos capaces de superar los traumas. Enemigos interiores y exteriores son los preferidos para identificar las razones del malestar social.

Sin la necesaria recuperación de niveles de crecimiento para ayudar a reducir el malestar y el endeudamiento privado, para los nuevos gobernantes es difícil poder restaurar la confianza y el bienestar. La inmigración, la desigualdad y la globalización generan hoy un creciente interés político en los países desarrollados, sin que sea inmediato su efecto sobre el crecimiento.

Como se puede ver en el debate del Brexit en Reino Unido, el equilibrio entre acceso al Mercado Interior de la Unión Europea y la libertad de movimientos de personas en el país británico nos ilustra aquí y es ahora lo que puede ser en muchos países: la dificultad de encontrar intercambios positivos entre este tipo de opciones.

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