La Navidad es una época cargada de emociones, de muchos encuentros, de compromisos también, y todo ello acompañado de mucha comida, cuestiones difíciles de gestionar para quienes sufren un trastorno de la conducta alimentaria, como la anorexia y la bulimia, y viven estas fechas como un «calvario».
Lo viven así estas personas y también sus allegados, tal y como han señalado a Efe expertos en la materia como Robin Rica, director de la Unidad de Transtornos de la Conducta Alimentaria (TCA) en el Instituto Centta, y María Bustamante, psicóloga sanitaria especialista en psicología infantil y terapia familiar de la misma clínica.
Es un momento en el que se altera la rutina diaria, y esos cambios generan mucha tensión en casa. «La perspectiva de tanta comida, el miedo a engordar, escoger la ropa para los distintos eventos, valorar quién sabe y quién no en la familia acerca del TCA, etc, son cuestiones complicadas», explica Rica.
Estos transtornos, que tienen mucho que ver con emociones no reguladas y tensiones no gestionadas, están muy relacionados con el miedo (a engordar, a crecer, a actuar…), y cuando uno tiene miedo, como comenta el psicólogo de la clínica especializada en el tratamiento de los TCA, «puede atacar, huir o bloquearse».
Se puede producir «tensión con la familia por el menú» y optar directamente por «no acudir a los eventos sociales o inhibirse cuando se está rodeado de gente» en este periodo «delicado» para estas personas y los que les rodean.
Compartir el mantel con la familia, la cantidad de eventos, las miradas, tanta gente, supone «un desafió» para estas personas, que no se sienten preparadas para afrontarlo.
Las comidas sociales se convierten en un problema, ya que estos enfermos «se debaten entre el control y la apetencia de unos alimentos que una parte de sí querría probar», según el experto.
«Sentir la mirada del otro observando lo que como produce ansiedad en estas personas por -detalla Rica- distintos motivos: desde incomodidad al evidenciarse que ‘como diferente’ (menos, alimentos distintos, de manera compulsiva y excesiva…) a la que también genera un pensamiento propio de la enfermedad: ‘comer es de gordos'».
La Navidad es una época de alta ansiedad y por ello la anorexia y la bulimia se puede agudizar. «Y además el no saber qué hacer, la falta de rutina y actividades, conlleva a estas personas muchas veces a que se refugien más en la enfermedad y empeore la sintomatología o tengan una recaída, al igual que sucede en verano».
Por eso, es importante que los padres y la familia en general consigan diferenciar entre la persona y el trastorno, y que intenten empatizar con la persona que tiene dificultades, «especialmente ampliadas» en estas fechas, según Bustamante.
Conseguir que la persona no se sienta peor que otros días es ya un paso adelante y para eso hay que plantearle opciones que faciliten la convivencia, bajen tensiones y validen las emociones de todos.
«La idea es cooperar con la persona y no excluirla más de lo que la excluye el trastorno», según la psicóloga que participa, junto a otros compañeros, en «Escuela de Padres», un taller para orientar a las familias de chicas y chicos con TCA a cómo afrontar las comidas en familia en las Navidades, los regalos…
¿Como les pueden ayudar?. «Las expectativas familiares -responde- suelen incrementar las tensiones, con lo cual lo mejor es explicarles la dificultad que se está viviendo y solicitar respeto, tranquilidad y evitar hacer comentarios críticos y fundamentados en la imagen corporal».
Insistir en la comida no suele funcionar, ya que se reduce a la persona solo al trastorno, «cuando -añade la experta- hay una persona que sufre y necesita ser atendida desde ahí».
Pero, ¿es bueno que participen con el resto de la familia de su presencia en la mesa? Lo bueno es que lo que se decida entre todos sea aceptado como lo mejor. «Si sabe que cuenta con el respeto y acompañamiento de su familia -señalan-, normalmente no renuncia a estar en compañía porque bastante soledad sienten ya como para renunciar a esos momentos».
Conseguir que se sienta lo mejor posible a pesar de su dificultad, ya es un paso básico sobre el que apoyarse.
Es importante revisar el papel que damos a la comida en la familia, y corregirla hacia «algo saludable, adecuado y de sentido común», argumentan.
Se debe dar a la comida la importancia que realmente tiene, y no basar la relación que tenemos con una persona en función de lo que coma o deje en el plato.
Y si la situación requiere negociar algo lógico, es mejor hacerlo, pero lo ideal es buscar una manera de relacionarse con la comida saludable para todos.