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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Carta a los Reyes

Deseo una gran generosidad de los Magos a todos los lectores y amigos.

Siendo niño escribía mi carta a los Reyes Magos. Cuando fui adulto confiaba más en la oración ante el Señor en el portal de Belén rogando por todas las personas de buena voluntad. Hoy vuelvo a la infancia y redacto estas líneas dirigidas a sus majestades los Reyes Magos, que esta noche llegarán hasta las casas más recónditas donde vivan las personas que tengan la sensibilidad necesaria para entender el misterio de los Magos de Oriente delante del portalico de Belén que cada uno debemos tener en el corazón.

Solamente cuando en el interior personal existe sencillez, amor, paz, misericordia, fe y esperanza, es cuando tiene sentido escribir una carta a los Reyes.

Los dones que estos personajes regalaron al Jesús Niño son los signos que hoy deseamos nosotros que nos los entreguen ellos: El oro de la familia unida, del amor hogareño, del clima compartido en paz y armonía, de unos hijos responsables en sus vidas, de una sociedad más justa y solidaria con los que más sufren a lo largo de los años que aún nos quedan hasta salir de la crisis económica, social y moral que padecemos. Todo esto es oro puro.

El incienso de la oración elevada a Dios por todos sin distinción de razas y culturas, del buen olor que como cristianos debemos exhalar con las palabras y las obras para quien desee libremente olernos, del humo responsable de las acciones secretas que solamente conoce una de nuestras manos, sin que la otra sospeche nada de los bueno que hacemos.

La mirra de la fortaleza que necesitamos ante las adversidades de nuestra existencia, de la dulzura que hemos acopiado para digerir la infinidad de hechos corruptos que leemos y conocemos en la vida cotidiana, de la valentía que necesitamos para no caer en la tentación de coger algo que no es ni nunca será nuestro.

En estos regalos nos vemos retratados todos: desde los más mayores hasta los infantes que estos días previos a la llegada de sus majestades de Oriente tiemblan ante lo que esta noche de ilusión y premura han pedido en sus cartas que les dejen en sus casas. Solamente quien se hace como un niño hoy, entiende el misterio del secreto de Melchor, Gaspar y Baltasar. Solamente desde un alma de niño se comprende un poco la gratuidad y la generosidad de unos Magos, que trabajan todo el año, aunque el dicho popular afirme que solamente laboran esta noche y montados en caballos o camellos.

Finalmente, en esta carta a sus majestades les ruego por toda la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica para que siguiendo la estrella de los Magos nunca estemos desorientados en nuestras vidas, sino que siempre caminemos firmes y fuertes en la doctrina segura, en la moral recia, y en la obediencia siempre a la voluntad de Dios así en el cielo como en la tierra. Muchas felicidades en estas horas de ilusión y esperanza.

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