En los Ćŗltimos aƱos, al ritmo de la neorreligión laicista impulsada por los poderes pĆŗblicos, se ha puesto de moda repetir los clĆ”sicos rituales de la civilización católica pero travestidos de ālaicidadā. AsĆ hay familias, por ejemplo, que organizan ācomuniones civilesā para sus niƱos, no sea que el chiquillo se quede sin fiesta. Son comuniones sin comunión, pero, eso sĆ, con mucho āprogresoā. Pues bien, lo mismo es lo que ha hecho Felipe VI con su coronación: ha sido una coronación por lo civil. PodĆa haberla oficiado el concejal de Urbanismo. Una monarquĆa zapateriana sin cruces, ni biblias ni toda esa parafernalia tan āde otro tiempoā. Ahora se prefiere la parafernalia autonómica y constitucional. Por algĆŗn extraƱo motivo, esta gente cree que la Constitución pesa mĆ”s que la Biblia y que el credo autonómico salva mĆ”s que la cruz. VizcaĆno Casas no lo hubiera hecho mejor⦠en chirigota.
TambiĆ©n han desaparecido el yugo y las flechas del blasón borbónico. Debe de ser por lo mismo: cosa de fachas. Es cosa de fachas el pasado, la historia, la tradición⦠Los Reyes Católicos, ya se sabe, eran muy fachas. Como Don Pelayo. Como Recaredo. Como Carlos I. O a lo mejor es que el mismo que se propone capar la cruz de la corona āporque esto serĆ” lo próximo, digo yo- piensa que lo del yugo y las flechas era cosa de Franco. Como los HĆ©roes de Baler y del Dos de Mayo. O como MarĆa Pita. Como Agustina de Aragón. Otra facha.
El discurso de Su Majestad ha sido todo un ejemplo de concordia⦠dirigido a quienes llevan aƱos rompiendo todas las concordias. Uno lee esas palabras escritas, sin duda, por algĆŗn periodista āde la situaciónā, y lo que descubre es a un rey obsesionado por agradar a quienes le van a rechazar. Obstinada ofuscación borbónica: masajear al enemigo pensando que al amigo ya lo tienes seguro. Pero no: maƱana ya no habrĆ” nadie para jugarse la vida por la Corona (como, por otro lado, tampoco habrĆ” nadie para jugĆ”rsela por el Altar). A este rey se lo comerĆ”n los mismos a los que La Zarzuela ha pretendido cumplimentar con todas estas lisonjas. No se puede hacer la āmonarquĆa de Podemosā. JuliĆ”n MarĆas, al que en otro tiempo se hacĆa mucho caso en los cĆrculos coronados, solĆa repetir aquello de que āno se debe intentar contentar a los que no se van a contentarā. A lo mejor la frase tiene demasiados infinitivos para que la entiendan los cerebros de la nueva monarquĆa.
Yo nunca he sido muy monĆ”rquico, pero pensaba que tener un rey podĆa ser importante. Para EspaƱa. Para la nación. AquĆ mismo lo escribĆ hace unos dĆas. Por otra parte, ĀæquĆ© quiere usted que le diga? No puede uno pasarse la vida escribiendo sobre la historia de EspaƱa y desprenderse asĆ como asĆ de la institución mĆ”s veterana del paĆs. Pero he aquĆ que esa institución, hoy, ha renunciado a sĆ misma. Supongo que eso me libera de servidumbres. Supongo que eso me permite, al fin, ser republicano. Delenda est monarchia, decĆa el pedante de Ortega. Lo de hoy es aĆŗn peor: delenda est intellegentĆÆa.
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