«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Coronación por lo civil

En los últimos años, al ritmo de la neorreligión laicista impulsada por los poderes públicos, se ha puesto de moda repetir los clásicos rituales de la civilización católica pero travestidos de “laicidad”. Así hay familias, por ejemplo, que organizan “comuniones civiles” para sus niños, no sea que el chiquillo se quede sin fiesta. Son comuniones sin comunión, pero, eso sí, con mucho “progreso”. Pues bien, lo mismo es lo que ha hecho Felipe VI con su coronación: ha sido una coronación por lo civil. Podía haberla oficiado el concejal de Urbanismo. Una monarquía zapateriana sin cruces, ni biblias ni toda esa parafernalia tan “de otro tiempo”. Ahora se prefiere la parafernalia autonómica y constitucional. Por algún extraño motivo, esta gente cree que la Constitución pesa más que la Biblia y que el credo autonómico salva más que la cruz. Vizcaíno Casas no lo hubiera hecho mejor… en chirigota.

También han desaparecido el yugo y las flechas del blasón borbónico. Debe de ser por lo mismo: cosa de fachas. Es cosa de fachas el pasado, la historia, la tradición… Los Reyes Católicos, ya se sabe, eran muy fachas. Como Don Pelayo. Como Recaredo. Como Carlos I. O a lo mejor es que el mismo que se propone capar la cruz de la corona –porque esto será lo próximo, digo yo- piensa que lo del yugo y las flechas era cosa de Franco. Como los Héroes de Baler y del Dos de Mayo. O como María Pita. Como Agustina de Aragón. Otra facha.

El discurso de Su Majestad ha sido todo un ejemplo de concordia… dirigido a quienes llevan años rompiendo todas las concordias. Uno lee esas palabras escritas, sin duda, por algún periodista “de la situación”, y lo que descubre es a un rey obsesionado por agradar a quienes le van a rechazar. Obstinada ofuscación borbónica: masajear al enemigo pensando que al amigo ya lo tienes seguro. Pero no: mañana ya no habrá nadie para jugarse la vida por la Corona (como, por otro lado, tampoco habrá nadie para jugársela por el Altar). A este rey se lo comerán los mismos a los que La Zarzuela ha pretendido cumplimentar con todas estas lisonjas. No se puede hacer la “monarquía de Podemos”. Julián Marías, al que en otro tiempo se hacía mucho caso en los círculos coronados, solía repetir aquello de que “no se debe intentar contentar a los que no se van a contentar”. A lo mejor la frase tiene demasiados infinitivos para que la entiendan los cerebros de la nueva monarquía.

Yo nunca he sido muy monárquico, pero pensaba que tener un rey podía ser importante. Para España. Para la nación. Aquí mismo lo escribí hace unos días. Por otra parte, ¿qué quiere usted que le diga? No puede uno pasarse la vida escribiendo sobre la historia de España y desprenderse así como así de la institución más veterana del país. Pero he aquí que esa institución, hoy, ha renunciado a sí misma. Supongo que eso me libera de servidumbres. Supongo que eso me permite, al fin, ser republicano. Delenda est monarchia, decía el pedante de Ortega. Lo de hoy es aún peor: delenda est intellegentïa.

 

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