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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La economía es puro (y cínico) teatro

Dicen que es “el oficio más viejo del mundo”; también era muy viejo lo de vivir en cavernas y pintar bisontes; pero, felizmente, lo hemos superado. La prostitución, por muy “alegal” que se la considere, es el origen de la más abyecta explotación de la mujer, aunque los “progres” miren para otro lado. Ahora mis queridos economistas europeos han decidido incorporar al Producto Interior Bruto (PIB) eso de la prostitución y las drogas. Han tirado una pajita al aire y dicen que al billón de euros que producen los bienes y servicios españoles habrá que sumarles 41.000 millones de euros. Y seguro que el cálculo lo hace uno que no consume drogas y que no va de putas. Es lo que tiene la ciencia económica que lo que no se puede medir, no nos interesa. 

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Primera cuestión: No valdría la pena contar antes bien lo que es legal pero defrauda a Hacienda. Por ejemplo la economía sumergida. Dicen que 125.000 millones de euros/año en nuestro país. ¿Qué sentido tienen evaluar el comercio de drogas? ¿Cómo se hace? ¡Ah! Por cálculos estimativos. Esos que dicen que los españoles vivimos 86 años si nacemos hembras y 79 los varones. O que los nacidos en 1976 miden 179 centímetros. ¡Ja!

Pobre Montoro ahora contador de “servicios” de las meretrices por esa moda europea que consiste en incorporar esos servicios al PIB. ¿Es patéticamente ridículo o ridículamente patético? Hay cosas que le hacen a uno abominar de la ciencia que amó de joven. Podrán los económetras medir el negocio de los “Puti-clubs” en España –lo dudo- pero pasarán por alto que haya prostitutas amenazadas; explotadas por chulos; traídas con engaños; retenidas contra su voluntad;  sometidas a amenazas sobre sus hijos en lejanos países; mujeres obligadas a prostituirse para poder vivir, o para drogarse. La cínica ciencia económica solo se interesa para calcular el perímetro económico de su “trabajo”, sin fijarse en sus circunstancias. ¿Sabían que la prostitución está prohibida en la liberal Suecia?

No sé si es casual o tiene alguna relación, pero los “sabuesos” del ministro de Economía británico que se apellida Osborne (a mi eso me sabrá a brandy) ya han hecho los deberes con esa tenacidad británica tan característica. Les sale en el Reino Unido de la Gran Bretaña hay 68.000 putas profesionales (¿las otras no entran en la ecuación?). Aquí viene otra gran aportación empírica; las putas de Devonshire y las de Stratford-Upon-Avon son pasmosamente metódicas. Tanto que prestan por igual 3,35 servicios diarios. ¡Increíble, Flanaghan!

No puedo dudar que el cálculo incluya la célebre ”semana inglesa”. Pero al economista le da igual: tiene las dos variables y resuelve la ecuación. Las “putis” inglesas prestan 3,35 servicios (como si fuera el sistema de “módulos”), haya o no clientes. Todo por no tener un problema con el Her Majesty’s Inland Revenue.

En España, con drogas a la puerta de la mayor parte de colegios y de discotecas, con putas diseminadas por las curvas y polígonos industriales de todo el país y casas de alterne con más habitaciones que El Escorial, los chicos de Montoro lo tienen más difícil, aunque pocos pueden acreditar que tuvieron un Presidente Zapatero que ahora se dedica a contar nubes. 

Y qué me dicen de las drogas, ¿pasaría como con el tabaco? Fumar mata pero yo hago negocio vendiéndotelo, incluso del produzco y los subvenciono, pero hipócritamente te informo de que es malo. ¿Dónde está la superioridad mortal de Europa?  Y con qué propósito se hace todo esto; pues mejorar la performance de nuestras cuentas públicas. La deuda de las economías europeas se diluye con Pibes más grandes… y si no habrá que importar meretrices. Con lo de la droga es más complicado: ya somos líderes mundiales.

Una ordinariez contable de tercera división. Nada que ver con la anécdota del economista moravo (ocasionalmente austro-húngaro) Joseph Shumpeter que no quería casarse con su criada, para no dejar de pagarle un sueldo y así contribuir a la economía. Esto es contribuir a la estupidez y al cinismo de la decadente Europa.

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