Nadie hubiera creĆdo hace 48 horas que los socialistas se atreverĆan a enarbolar una bandera nacional en un mitin; menos si la bandera fuera de doce metros; menos si se tratara del gran acto de presentación del candidato, y aĆŗn menos que tal idea hubiera salido del propio candidato. Era algo sencillamente impensable y sin embargo ocurrió. El enorme contenido simbólico de la bandera de EspaƱa en un mitin de la izquierda copó portadas y abrió informativos.
Durante el acto, Pedro SĆ”nchez hizo gala de lo que vino a llamar āpatriotismo cĆvicoā, en apariencia una variante del āpatriotismo constitucionalā de Habermas, pero no por ello renunció a una narrativa de cierta emoción: āEs la bandera con la que he crecido y la que mis abuelos no pudieron ver; una bandera por la que lucharon muchosā.Ā
Al dĆa siguiente, preguntado por el asunto nada menos que en la Cadena SER, SĆ”nchez abundó aĆŗn mĆ”s en el discurso nacional al confrontar el carĆ”cter cotidiano de una votación con āla ruptura de siglos y siglos de historia compartidaā. Su portavoz en el Congreso de los diputados apuntalaba el nuevo relato: āla bandera (de EspaƱa) representa la unidad, la solidaridad, la diversidadā.Ā
La ausencia de una verdadera conciencia nacional en el PSOE ha sido una de las razones principales por las que el llamado problema territorial ha llegado a la dramĆ”tica situación actual. El abandono de la idea de EspaƱa, cuando no su abierto rechazo, llegó al punto de precipitar escisiones del propio partido precisamente en los lugares donde la idea de EspaƱa sufrĆa un mayor acoso: CataluƱa y el PaĆs Vasco. No otra cosa son Cās y UPyD sino escisiones creadas por antiguos militantes e intelectuales socialistas.
EspaƱa precisaba de un relato nacional espaƱol desde la izquierda que pudiera enfrentarse con mayores garantĆas a los agresivos nacionalismos fragmentarios que le comĆan la moral a la derecha sólo con mentar su pecado original franquista.Ā
Temen algunos que, en realidad, todo forme parte de una estrategia electoral. Si asĆ fuera, sólo cabrĆa hacer una cosa: abrazar con alborozo tal estrategia. Lo nuclear del asunto, por excesivo que parezca, no es tanto el carĆ”cter tĆ”ctico del nuevo discurso como el discurso en sĆ. De Ć©l ya brotarĆ”n aplicaciones prĆ”cticas. Lo revolucionario ya se ha producido, y de quĆ© manera: hacer visibles los sĆmbolos nacionales. El diario El PaĆs desvelaba en su crónica que āla bandera fue acogida favorablemente por numerosos dirigentes socialistasā. El tabĆŗ se ha roto. Ojo: si el PSOE es capaz de reconciliarse de verdad con la idea de EspaƱa y Pedro SĆ”nchez consigue incluir el patriotismo en el imaginario colectivo socialista, partidos como Cās, UPyD y hasta el PP pueden sufrir mucho.
La Ćŗltima vez que un candidato socialista puso en valor āla bandera nacionalā fue el 26 de octubre de 1982. Dos dĆas despuĆ©s ese candidato ganaba āarrasaba- en las elecciones generales.Ā