«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

ETA: ni olvido, ni perdón

El comunicado de la banda terrorista es un insulto a las víctimas y a la ciudadanía. Un chantaje que sólo un Gobierno cobarde aceptaría.

Los grandes medios abrirán sus cabeceras con el perdón de ETA en su infame comunicado de disolución. Sin embargo, hablar hoy de las tibias disculpas de la banda sería una ofensa intolerable a las más de 1.000 víctimas inocentes del grupo terrorista. Una afrenta a las familias de los cientos de guardias civiles, policías, políticos y ciudadanos a los que arrebataron la vida. Una humillación para aquellos que todavía hoy sufren la violencia abertzale en el País Vasco.

ETA no se va, nunca se ha ido. La banda terrorista se fue replegando por la acción del Estado hasta lograr que José Luis Rodríguez Zapatero aceptara una hoja de ruta que años después Mariano Rajoy no tuvo reparos en validar. ETA continúa presente en las calles vascas, tal y como hemos visto en Alsasua, y los asesinos que salen de prisión son recibidos en intolerables homenajes que los sucesivos gobiernos permiten bajo el amparo de la libertad de expresión.

ETA no se va, nunca se ha ido. La banda terrorista anuncia que no está dispuesta a colaborar con la Justicia para esclarecer los más de 300 crímenes sin resolver. Los líderes no se entregarán a las autoridades y sólo esperarán el momento oportuno para valerse de los beneficios firmados en la hoja de ruta y vivir en libertad.

ETA se burla del Estado y rechaza colaborar en los crímenes sin resolver

Dicen los etarras en su comunicado que sólo lamentan la muerte de «aquellos que no estaba implicados en la lucha». Una infamia más para ocultar la realidad de lo ocurrido durante los últimos treinta años. En el País Vasco no hubo guerra alguna. Hubo una banda de asesinos dedicada a extorsionar, amenazar y matar a padres, madres, hijos, abuelos y nietos inocentes cuyo único deseo era vivir en paz. Hubo también muchos políticos valientes que pusieron la otra mejilla frente al terror, una valentía de la que nuestra clase política hoy carece y que nos ha llevado a un peligroso precipicio.

No podemos olvidarnos de los más de 300.000 vascos que tuvieron que salir al exilio. Familias completas que, ante el acoso y las amenazas etarras, tuvieron que dejar su tierra por no ser asesinados. Ni de los guardias civiles y policías nacionales, auténticos héroes de estas sangrientas décadas, que sufrieron, y aún sufren, el odio abertzale en sus carnes.

Los terroristas vomitan toda su demagogia en estas líneas: «Ojalá nada de eso hubiese ocurrido, ojalá la libertad y la paz hubiesen echado raíces en Euskal Herria hace mucho tiempo». Unas afirmaciones intolerables que merecerían una réplica a la altura por parte del Gobierno y del resto de partidos de la oposición.

Alcaraz: 'Este comunicado es un fraude y un insulto a las víctimas'

El perdón implica arrepentimiento, y el arrepentimiento implica colaboración. ¿Colaborará ETA entregando no sólo explosivos caducados y armamento obsoleto, sino también aquellas armas que les impliquen en alguno de esos 330 asesinatos impunes? ¿Colaborará ETA para pagar los 310 millones de euros en concepto de indemnización que debe a sus 5.879 víctimas? ¿Colaborará ETA para esclarecer los 330 asesinatos impunes y encontrar a sus responsables?

No, seguro que no. Ellos han ganado. Las marcas de ETA ya están desde hace tiempo en las instituciones y este comunicado sólo busca trazar el sendero para la candidatura de Arnaldo Otegi en 2021.

Una de las frases más repetidas en la condena ante cualquier atentado es que se trata «de una muerte inútil porque el Estado no cederá ante el chantaje y nunca será derrotado”.

Lamentablemente, hoy duele escribir que los asesinatos de ETA fueron inútiles para la libertad y la defensa de los ciudadanos. Las muertes no empujaron a los dirigentes políticos a un compromiso de mayor persecución y firmeza frente a los terroristas. Fueron inútiles porque no sirvieron para que los políticos sellaran el firme compromiso de la derrota de los terroristas. Y hoy, desgraciadamente, vemos las consecuencias.

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