Hemos pasado en pocas horas de la ‘presunción de inocencia’, el ‘dejemos actuar a la justicia’ y el ‘y tú más’ -manifestaciones sin duda de ‘la ropa sucia se lava en casa’- a la ‘suspensión de militancia’, el exhortar a ‘dimitir de los cargos públicos’, la vergüenza, el asco y el novedoso ‘pedir perdón’ -frutos claros del ‘hemos tocado fondo y ‘esto ya no se aguanta-. Tras meses y meses de marear la perdiz teorizando sobre la corrupción, la transparencia, el estatuto del cargo público, las declaraciones de bienes, la lentitud de la justicia y bla, bla, bla. Ahora estamos en el momento procesal de ‘capullo el último’.
En breve tiempo ambos partidos, cada uno por su cuenta, presentarán propuestas para demostrar que no solo quieren firmemente regenerar la política española sino que van a liderar el proceso. Para ello nos hablarán de objetivos y medidas de trasparencia, de fiscalización de la actividad pública, de cambios en el código penal y en la confección de listas. Discutirán entre ellos, pasará el tiempo, se pondrán de acuerdo en algunas que aprobaran en Las Cortes y tema resuelto. ¿Qué ocurrirá cuando, con medidas o no, salgan más casos? ¿Buscarán otro acuerdo?
No entiendo nada. Desde Montesquieu se sabe que el fundamento clave es la separación de poderes, ¿piensan en más maquillajes o, hablando en serio, cogerán el toro por los cuernos y legislarán la separación radical, al menos, del poder judicial? ¿Puede ser que entiendan que solo con la democratización real de los partidos, frente a los mesiánicos dedos, consigan una auténtica catarsis en cada uno de ellos? ¿Alguien me lo explica?