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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Hollywood vuelve a la 2ª Guerra Mundial con Fury

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Explosiones ensordecedoras, barro nauseabundo, soldados mutilados, balas trazadoras…  La sombra de Salvar al Soldado Ryan aun yace larga sobre el género bélico.  La cinta de Spielberg que cambió el cine de guerra para siempre no deja de ser imitada por nuevas generaciones de cineastas, pero como suele ocurrir cuando se trata de emular a consolidadas obras maestras, muy a menudo tratando de dar con la tecla que hizo de aquella una peli única y novedosa, los nuevos talentos acaban copiando los aspectos más tangibles, los más evidentes y palpables de las obras de sus predecesores.  De ahí que Fury, la enésima cinta de guerra en ser aclamada como -“la mejor película bélica desde Salvar al Soldado Ryan”- caiga en una tosca imitación de estilo sobre sustancia.  Entrañas, trozos de soldado desintegrado, y sangre a borbotones eclipsan lo que pretende ser una profunda exploración de la realidad de la guerra –que si es un infierno, que si no hay bien ni mal, que si no cabe la inocencia…   Nada nuevo bajo el sol. 

Y no me entiendan mal.  Equiparar Fury y Salvar al Soldado Ryan parece un ejercicio desequilibrado a favor de la cinta de Spielberg por el valor superior de ésta última, innegable a estas alturas.  Pero Fury no es una mala película.  Quizá su principal flaqueza no sea tanto un defecto propio como el hecho de que ya la preceden películas muy similares en el género.  Fuera de una buena batería de clichés, Fury tiene alguna aportación novedosa, siendo la más notable la del tipo de guerra que retrata.  La cinta de David Ayer nos muestra de manera muy lograda cómo se vivió la Segunda Guerra Mundial en las entrañas de los tanques.  Hemos visto pelis de submarinos, de infantería, y de las fuerzas aéreas.  ¿Pero de tanques?  Ésta puede ser de las primeras en ese apartado, y en lo que a las escenas de acción se refiere, no defrauda.  Ayer retrata detalladamente la coordinación que exigía dirigir a esos monstruos de acero de manera efectiva.  Las escenas bélicas con el tanque como protagonista son tensas y están bien ejecutadas, siendo particularmente memorable el duelo de varios tanques americanos contra un único tanque Tiger Nazi,  notoriamente más robusto y letal que cualquier modelo aliado.  Pero fuera de eso la película tiene poco que ofrecer. 

Los personajes resultan arquetípicos y, sencillamente, no caen bien.  Ayer prefiere retratarlos como animales degenerados durante la mayor parte de la película hasta tal punto que cuando llega la hora de su sacrificio por una causa mayor que ellos, cuesta simpatizar con ellos.  Brad Pitt a ratos resulta una versión light de su personaje en Malditos Bastardos mientras que Shia Laboeuf sorprende gratamente con el que quizá sea el personaje más interesante del pelotón. Pero su complejidad resulta algo somera.  No faltan las citas bíblicas metidas con calzador para añadir profundidad a ciertos pasajes, ni las misteriosas cicatrices que buscan envolver a algunos personajes en un aura de misterio.  Recursos de guión fáciles y manidos que, una vez más, me remiten a Salvar al Soldado Ryan, que rehuía de cualquier cliché hollywoodiense grimoso y lograba dar vida a un pelotón de jóvenes soldados, sencillos, reales, y creíbles.  En el segundo acto, que se desarrolla principalmente en un pueblo alemán liberado, la peli se estanca en una larga escena de salón que busca ser la escena que ancla el resto de la cinta, pero que lejos de lograrlo, apenas la ralentiza hasta volverla tediosa.  Fury no es una cinta libre de imperfecciones, pero sí resulta un largometraje entretenido e intenso con buenas secuencias de acción y unas moralejas sobre la guerra que ya nos resultan poco ajenas.

 

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