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Lo he contado en uno de mis libros. El señor Pujol siendo presidente de la Generalidad catalana recibió a los delegados diocesanos de medios de comunicación social de toda España, acompañado por el difunto obispo auxiliar de Barcelona don Juan Carreras. Entre los reunidos estaba el firmante de estas líneas.
Nos dirigió un discurso que a algunos les pareció una plática de unos supuestos ejercicios espirituales con minúscula. Departió con todos los presentes, nos invitó a una copa de cava y unas pastas. Estuvo accesible a cualquier pregunta. Más de un compañero salió encantado de aquella recepción palaciega.
Desde ayer el señor Pujol es algo menos honorable, porque confesó públicamente que tenía una cantidad grande de dinero fuera del alcance de la supervisión de la Hacienda española. Algo que está en contra de la moral de la Iglesia Católica, a la que aquella tarde de enero, en su palacio, dijo amar y respetar con todas sus fuerzas.
¿Qué dirán, ahora, los compañeros sacerdotes que a punto estuvieron de besarle las manos y los pies?
Tomás de la Torre Lendínez
