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El pasado 20 de octubre, tras el amotinamiento de un grupo de inmigrantes ilegales internos en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche sito en los terrenos que ocupara la legendaria cĂĄrcel que inmortalizara Eloy de la Iglesia (1944-2006) en aquellas pelĂculas que dieron cuerpo a un gĂ©nero conocido como cine quinqui, sirviĂł como ocasiĂłn propicia para que los representantes de Podemos desempolvaran un lema que hizo fortuna hace dos dĂ©cadas: «NingĂșn ser humano es ilegal».
           La frase comenzĂł a circular a mediados de los años 90, cuando España era un destino anhelado por muchas personas que llegaban a nuestras costas o eran salvados en alta mar, tras jugarse la vida en pos de un futuro mejor que el que dejaban tras sus mojadas espaldas. En pleno auge de las ONG, las imĂĄgenes de hombres exhaustos acudĂan puntuales a los informativos y a unas telepantallas que apelaban a la caridad cristiana canalizada por la Iglesia o a la agnĂłstica solidaridad, liderada en gran medida por AmnistĂa Internacional, organizaciĂłn fundada clandestinamente en Gran Bretaña en 1961 que contĂł con una secciĂłn española visible en 1977.
           Con el episodio carabanchelero como telĂłn de fondo, Pablo Manuel Iglesias TurriĂłn, que llevaba dĂas pidiendo el regreso del activismo callejero, organizĂł una protesta en el Congreso de los Diputados que terminĂł con una teatral entrega de panfletos marcados con las letras D H. La operaciĂłn mediĂĄtica se cerrĂł con un tuit del polĂtico madrileño que decĂa lo siguiente: Â
      Les hemos dejado a los ausentes miembros del Gobierno la DeclaraciĂłn DDHH. A ver si asĂ no olvidan que ningĂșn ser humano es ilegal #CIEsNo
           Las actividades podemitas no terminan ahĂ, sino que tendrĂĄn continuidad en las calles, toda vez que el grupo morado ha arropado âse sopesa la incorporaciĂłn de algunos podemitas a la misma- una convocatoria de la Coordinadora 25-S, plataforma que se hizo visible en 2012, titulada de un modo elocuente: «Rodea la investidura». Conocedores de los rĂ©ditos obtenidos tras aquel asedio al Congreso, secuela del llevado a cabo, en los tiempos del 11M, en la sede del PP, iniciativa tras la cual, segĂșn se han jactado algunos de sus mĂĄs narcisistas ideĂłlogos, estarĂan los hoy encuadrados en Podemos, la formaciĂłn morada tratarĂĄ de hacer lo propio en la predecible investidura de Mariano Rajoy, para cuyo Ă©xito, mientras «la gente» protesta en la calle, es indispensable el colaboracionismo del PSOE que dejĂł caer al negacionista Pedro SĂĄnchez. Presentados de este modo los hechos, y mĂĄs allĂĄ de la estrategia alborotadora y cortoplacista señalada, nos interesa en este artĂculo regresar sobre el manido asunto de los seres humanos ilegales.
           Y nos interesa especialmente, porque el hecho de que Podemos invoque los Derechos Humanos compromete seriamente algunas de las habituales etiquetas con las que se les suele calificar, especialmente con aquella que pretende hacer pasar al grupo de Iglesias como una formaciĂłn comunista. Como el lector sabe, la DeclaraciĂłn de los Derechos Humanos fue aprobada por la Asamblea general de las Naciones Unidas el 10 de noviembre de 1948 en un contexto fuertemente marcado por poderosas imĂĄgenes de carĂĄcter bĂ©lico que incluĂan la devastaciĂłn atĂłmica y los campos de exterminio nazis. La DeclaraciĂłn, condicionada por tales circunstancias, venĂa, de algĂșn modo, a actualizar la revolucionaria DeclaraciĂłn de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea francesa y condenada por el papa PĂo VI, que percibiĂł en ella una suerte de invasiĂłn de competencias, pues hasta la fecha los derechos de gentes apelaban a Dios en lugar de a ese ciudadano salido de la primera generaciĂłn de izquierda polĂtica.
           La DeclaraciĂłn de 1948 no fue firmada por la UniĂłn SoviĂ©tica y los paĂses del TelĂłn de Acero. Tampoco por la India, China, y los paĂses musulmanes, que andando el tiempo aprobarĂan otros derechos limitados, naturalmente, por la sharĂa. Al fin y al cabo, la URSS estalinista que daba forma al comunismo realmente existente en la Ă©poca, no olvidaba que Marx ya habĂa visto como burguĂ©s el precedente galo⊠Sea como fuere, los eticistas Derechos Humanos quedaban establecidos para un hombre sin atributos, muchos de los cuales, entre ellos la nacionalidad, los recibe de sociedades polĂticas concretas que imposibilitan la existencia de esa Humanidad de la que emanarĂan tales derechos, sĂłlo garantizables tras la cristalizaciĂłn de una suerte de Estado global que resultarĂa del borrado de las fronteras que traspasan los hombres que huyen de conflictos bĂ©licos o de la miseria.
           Tan inalcanzables requisitos, pues la Humanidad apelada no es mĂĄs que una idea aureolar, ya manejada, por ejemplo, en los cĂrculos krausistas decimonĂłnicos tan implantados en la España de la Ă©poca, chocan frontalmente con una de las aspiraciones irrenunciables de Podemos: el reconocimiento del llamado «derecho a decidir» de diferentes regiones españolas, es decir, el derecho a la independencia de unos territorios que serĂan hurtados a la NaciĂłn española por una parte de la misma. Por decirlo de otro modo, el fideĂsmo hispanĂłfobo de Podemos va en la direcciĂłn contraria de una realidad, acaso inalcanzable, a la que Ășnicamente se llegarĂa desdibujando fronterasâŠ
           Por Ășltimo, otra de las principales contradicciones que marcan a los morados es aquella que surge no ya en relaciĂłn con los Estados, sino la que nos remite a la composiciĂłn de las sociedades polĂticas. Refractarios al uso de la expresiĂłn «clase social», los miembros de Podemos prefieren emplear otras: «la gente» o «los de abajo», denominaciones que pueden simplificarse como «aquellos que nos apoyan o votan». Es dentro de los estrechos mĂĄrgenes de tales contradicciones, imperceptibles para tan miopes polĂticos, en el que se mueve tal formaciĂłn, aupada por mercenarios medios de comunicaciĂłn que reparten su pasto ideolĂłgico sobre una serie de oleadas de españoles adoctrinados en el irenismo panfilista que marcĂł los gobiernos de aquel JosĂ© Luis RodrĂguez Zapatero, a quien Iglesias TurriĂłn calificĂł como «un referente progresista mundial» en su tesis doctoral, entregada a la Humanidad en 2008.
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