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(Una de las múltiples y extravagantes propuestas de bandera ibérica que circulan hoy por la red)
Aparece cada cierto tiempo en los medios una encuesta que da cuenta del entusiasmo de nuestros vecinos portugueses por unirse a EspaƱa. La Ćŗltima es de hace pocos dĆas y anuncia que siete de cada diez lusos son partidarios de unir su destino al nuestro. La unión, empero, se entiende de manera muy diferente a ambos lados de la Raya (o Raia), que asĆ llaman a la frontera en las poblaciones limĆtrofes. A este lado pensamos en Portugal como decimoctava autonomĆa, formula que en tĆ©rminos financieros equivaldrĆa a una OPA; allĆ piensan en una fusión entre iguales, suma de cuyo resultado nacerĆa una inĆ©dita nación ibĆ©rica de nombre (y sĆmbolos) aĆŗn por concretar. El proyecto implicarĆa la necesaria desaparición de Portugal, pero tambiĆ©n de EspaƱa. Eso es el iberismo, una ideologĆa polĆtica vinculada tradicionalmente a movimientos republicanos, socialistas y posteriormente regionalistas que busca redefinir el mapa de la penĆnsula. Por completo. Algo asĆ como resetear la historia de EspaƱa, preƱada a juicio de sus ideólogos de errores y fracasos, y volver a empezar de cero dando cauce polĆtico a las verdaderas naciones que componen la penĆnsula ibĆ©rica. Tabula rasa.Ā
Tres grandes naciones ibƩricas
Existe un Iberismo que busca deconstruir EspaƱa, cĆ”rcel de pueblos sometidos históricamente por una Castilla intolerante y despótica. Y una vez obtenido el puzzle de naciones resultante, y ya en plano de igualdad, el paso siguiente serĆ” construir una confederación de estados ibĆ©ricos, realidad jurĆdica, Ć©sta sĆ, ajustada a las verdaderas realidades nacionales. AsĆ pensaron algunos de sus principales ideólogos, entre ellos Fernando Pessoa, partidario de una confederación de ālas tres grandes naciones ibĆ©ricasā: Portugal, EspaƱa y CataluƱa.
AsĆ el iberismo se presta a resolver el que entiende como āproblema de EspaƱaā y lo hace presentĆ”ndose como una solución conciliadora y de concordia, como una ideologĆa superadora de localismos, ideada por hombres de la cultura y orientada emocionalmente a la AmĆ©rica hispano-lusa. Un relato entre romĆ”ntico y nostĆ”lgico muy del gusto de cierta intelectualidad progresista. No en vano el iberismo nunca trascendió el Ć”mbito de la cultura o el pensamiento. Su dimensión utópica no alcanzó mĆ”s allĆ” de periodistas, polĆticos o intelectuales como el Nobel JosĆ© Saramago o el ya citado Pessoa.Ā
Republicanismo e iberismo, de la mano
Las dos experiencias republicanas fueron los periodos de mayor pretensión iberista. No en vano la Constitución de 1931 llegó a reconocer la doble nacionalidad para los portugueses afincados en EspaƱa. Y por las mismas fechas cobraron enorme importancia movimientos radicales como la FAI -Federación Anarquista IbĆ©rica- y la Federación IbĆ©rica de Juventudes Libertarias, ambas de Ć”mbito peninsular y vocación iberista. Hoy aĆŗn existe Izquierda Republicana, partido heredero del fundado por Manuel AzaƱa e integrado en Izquierda Unida, que apuesta de manera explĆcita por el iberismo como formula de articulación territorial peninsular.
Hace algunos meses que hacĆa notar Jaume Reixach, editor de la publicación izquierdista āEl Triangleā, la necesidad de construir un ānuevo porvenir ibĆ©ricoĀ» para ālos tres territorios que vertebran la penĆnsulaā. Reixach da la razón a JuliĆ”n MarĆas, que se lamentaba del concepto negativo de la historia de EspaƱa que aĆŗn pervivĆa en una parte importante de la izquierda. Siendo asĆ que el editor de El Triangle alude a āla historia de esta vieja y ensangrentada tierraā como estĆmulo para la revolución territorial pendiente que habrĆ” de corregir, por fin, un pasado tenebroso que es preciso exorcizar.Ā
āRepĆŗblica Catalana dins de la Federació IbĆØricaā
Fue durante la caótica Primera RepĆŗblica (1873-1874) que se buscó poner por primera vez las bases de una federación ibĆ©rica real, fórmula que darĆa acomodo definitivo a los pueblos de la vieja Iberia. El diseƱo previsto nunca llegó a aplicarse, antes se desató una sintomĆ”tica deriva cantonalista que frustró el proyecto de Pi i Margall y que hubo de ser frenado militarmente. El polĆtico catalĆ”n, sin embargo, no abjurarĆa del proyecto iberista, al que volverĆa aludir en su obra āLas Nacionalidadesā (1876).
El ex juez Santiago Vidal, redactor de una pseudo constitución catalana y actual senador de Esquerra Republicana de CatalunyaĀ tiene escritos diferentes textos defendiendo la creación de una Ā«federación ibĆ©ricaĀ» integrada por EspaƱa, Portugal, CataluƱa, Galicia y PaĆs Vasco. Y es que el surgimiento de los nacionalismos vasco y sobre todo catalĆ”n tras la crisis del 98 supuso un nuevo hito en la historia del ideal. El iberismo debĆa actuar como herramienta para diluir el peso de Castilla en la penĆnsula y acabar con su hegemonĆa cultural y polĆtica. AsĆ, el proyecto de federación ibĆ©rica se presentaba como corrector de las fronteras históricas y establecĆa tres grandes franjas territoriales en la penĆnsula: Portugal y Galicia en el oeste, Castilla en el centro y CataluƱa, Valencia y Baleares en el este.
CataluƱa se sacudirĆa asĆ el yugo castellano y podrĆa ejercer su anhelada influencia cultural y polĆtica sobre los territorios que, segĆŗn los teóricos del nacionalismo catalĆ”n, le correspondĆan lingüĆstica y culturalmente. No en vano, el 14 de abril de 1931 Francesc MaciĆ proclamó āla RepĆŗblica Catalana dins de la Federació IbĆØricaā.Ā