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Vista a la cascada de Tamul.
De vuelta a la actividad narrativa tras una serie de viajes-entre ellos el que vamos a describir en estas tres etapas-, nos disponemos a adentrarnos en el México auténtico, en esta Segunda Crónica Viajera, en El Viajero Incansable.
Queridos lectores:
Continuamos con esta singladura viajera descubriendo la selva de San Luís Potosí, la Huasteca Potosina.
Día Seis. Entre ríos, cañas y maizales, bocoles y micheladas. De cascada en cascada y recorriendo las comunidades de la Huasteca.
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Entre Tamul y Tamasopo, visitamos este paraje paradisíaco.
Son las 8 de la mañana. Los pájaros cantan entre los árboles en este sector de la selva meridional mexicana. El sol sale tras mi primera noche en una selva. La humedad es extrema y hace tiempo que no dormía encima de unas tablas de madera. Habría sido más cómodo dormir en el pasto de al lado, pero por si las moscas/serpientes, etcétera mejor que no. Está algo nublado. Nos ponemos en marcha y contamos las picaduras que hemos sufrido esta noche a pesar de las medidas activas y pasivas de seguridad que hemos tomado. Nos vestimos y vamos al río, que está a 100 metros. El agua es en teoría turquesa, puesto que el fondo es de piedra blanca. Por las lluvias que ha habido estos días por la zona de Querétaro (de donde viene este río), el agua llega aquí llena de lodo, marrón y el río bastante subido. Armando nos comenta que el río tardará en bajar turquesa entre 9 y 12 días. Mala suerte no verlo todo tan bonito.
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Sale el sol en la selva de San Luís Potosí. Día uno en el corazón de la Huasteca Potosina.
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Las aguas del río no vienen del color de siempre, el turquesa. Los huracanes del Oeste cargan las aguas de fango, tiñendo las cristalinas aguas de marrón lodo.
El desayuno es bastante copioso; zumo de mango, “chocomilk”, tortillas, huevos, frijoles, “gorditas” de manteca-“bocoles” o algo así. Todo un tanto picante, que si no es muy aburrido. Después de desayunar vamos a nuestro primer destino: Las cascadas de Puente Dios antes de ver las de Tamasopo. A través de poblaciones entre maizales y plantaciones de caña de azúcar, selva y cascadas. Pura Huasteca Potosina. Llegamos a la aldea de Puente Dios, aparcamos los dos vehículos y cruzamos unas vías de tren. Al otro lado está el nacimiento de uno de los muchos ríos que recorren esta zona del Noreste mexicano. El guía local nos prohíbe bañarnos, puesto que el caudal ha subido. Por tanto, como hace bastante calor y queremos chapotear, una vez visto todo Puente Dios, Yayo, Carlos y “Mula” nos llevan a Tasmasopo.
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Con «Pavo» en Puente Dios.
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Andrés Gómez enciende su dron en Tamsopo, antes de tomar unas instantáneas desde el aire.
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El dron en acción. Este artilugio nos ha proporcionado de mano de Andrés, su dueño, las más imaginables tomas de un viaje.
Nunca olvidaré el baño en esta enorme cascada; el agua, cristalina y limpia, apenas había gente y nos hizo a sentir a todos como Mowgli, de la película del Libro de la Selva; todo naturaleza exuberante, agua, selva, cielo azul… Ya no piensa uno en la ciudad, el tráfico, la Gran Vía a tope, la oficina, el ligero apretón del nudo de la corbata… Uno piensa en blanco, disfruta, vive, y descansa. Andrés hace despegar su dron que nos sobrevuela, grabando, y haciéndonos fotos. Después del baño de Tamasopo, nos dirigimos a otro río calmado, azul turquesa, donde hay una liana inmensa. Nos tiramos, con algún que otro planchazo. No nos cansamos, y nuestros guías se unen unos, y otro se queda mirando, disfrutando viéndonos libres, haciendo el mono, literalmente. Después, pasamos a otra zona espectacular. Vuelve a volar el dron. Introduzco los pies en el agua de la pequeña laguna, que cuenta con su paradisíaca dotación de cascadas. Me fijo en que no haya ningún pincho ni bichos raros que te matan al instante o cosas de esas muy de selva a la que los mexicanos están acostumbrados pero los guiris europeos a los que como máximo les pica una abeja como yo, no. Giro la cabeza para ver el solemne despegue de nuestro dron que nos está regalando a través de Andrés, su dueño y tripulante a distancia, y vuelvo a fijarme en el agua antes de zambullirme. Rápidamente, emerge una serpiente acuática que apenas me roza. De un salto, y francamente asustado, desaparezco como objetivo de, quién sabe, los colmillos de esa diablura arrastrada.
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Tamasopo desde el aire con nosotros bañándonos en las cascadas. Foto GoDron.
Con esto, me traslado a las fuentes y cascadas de arriba, donde hay menos probabilidad de haber serpientes y demás infelices criaturas cuya única función en la vida es enturbiar la paz y seguridad de los visitantes. Mis amigos ya están metidos en una de esas fabulosas bañeras naturales. Parecen esos babuinos japoneses que se quedan todo el día en aguas termales. Tras el largo y distendido baño con el dron de Andrés zumbando por encima de nuestras cabezas a vuelo rasante, nos disponemos a ir a comer. En el pueblo de Tamasopo comemos en un bar de “micheladas”, un mejunje un tanto especial que ya desrecomendé en las etapas anteriores de la costa pacífica de México. Les pedimos, como somos gente que viaje en plan “low cost” y que en México prácticamente uno comparado con Europa puede hacer lo que le dé la real gana, que nos dejen comer de pic-nic con cosas que hemos comprado en un supermercado de al lado. Las dueñas del bar aceptan y se suceden las risas, las cervezas Corona, las rodajas de lima, los polvillos rojos que irritan esófagos a mansalva y los comentarios recordando las divertidas escenas con el dron, la serpiente y la experiencia de la liana. Después de la comida, nos subimos a los coches hacia la impresionante cascada de Tamul. Atravesando caminos hasta que ya se hace inaccesible para la furgoneta, nos instalamos en la pick-up 4×4 llena de material de aventura y provisiones. Hacemos varios kilómetros de selva, plantaciones de caña, prados con vacas…
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Queridos lectores: Bienvenidos a la Huasteca Potosina.
El paisaje es impresionante y va a atardecer. Nos vamos encontrando sendas aldeas, donde viven comunidades francamente castigadas por la pobreza, aunque no son las que peor están. Parece ser que en época de mango, la fruta les sobra y eso les asegura nutrición vitamínica, al menos. Los que peores están son los del Altiplano. “Esos comen pura víbora y pinche rata güey”. Carlos nos explica cómo está la situación allí. Aún así, puedo ver de camino a Tamul ancianas llevando agua en pesados cubos, niños descalzos correteando entre gallinas en el camino y chamizos hechos con materiales muy pobres. El más lujoso cuenta con una chapa de metal y uralita. Me sorprende ver que la mayoría cuentan con un pequeño panel solar. Rápidamente me replican: “ El Gobernador viene una vez por legislatura. No les interesa venir aquí. Colocaron los paneles, pero no el generador. Entonces vienen aquí con los paneles instalados, la gente está feliz y los aclaman, se hacen la foto con los paneles, y la gente, y se publica la foto. Luego a los pobres no les llegan el resto de piezas y no hay nada que hacer. Y de paso el político se agarra una comisión de la empresa suministradora de paneles.” Pura corrupción. Se me revuelven las tripas cuando oigo este tipo de cosas. La gestión del agua es similar también. Y las pobres comunidades malviviendo. Eso sí, parecen ser más felices que nosotros.
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Hay una sensación, eso sí, que me revuelve la conciencia. Perdonadme la expresión, pero aún existe el concepto de “gran hombre blanco”. Los niños, jóvenes y mayores nos clavan la mirada. Una especie de mirada de admiración, de demasiado respeto. Pocas veces ven a gente rubia perfectamente vestida que hablan un español que no han escuchado nunca, como es el castellano. El acento que tengo les sorprende. Bajan la cabeza y se tapan la boca por la vergüenza.
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Tamul, impresionante con sus 105 metros de caída. Momentos antes de despegar el Dron.
Ya casi llegando a Tamul, hablamos de España y les cuento la realidad actual. Les extraña según qué noticias de actualidad, como el tema del nacionalismo catalán y vasco, que no llegan a comprenderlo, y me preguntan por Felipe y “esa que llaman ustedes la Leti”. España ya no es lo que era, claro está. Carlos me habla de su gasolinera, y de sus experiencias con el mundo narco, historias, anécdotas también muy difíciles de comprender. “Mula”, en cambio, es más ameno y nos cuenta que su padre tenía cultivos de garbanzos y que se vendían a empresas cafeteras que luego molerían esos garbanzos para mezclarlo con el café, para sacar más peso y menos gasto. Nunca lo habría adivinado, la verdad.
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Llegando a Tamul, en medio de la nada. Véase la nube de agua que desprende Tamul, a la izquierda de la foto. Foto: GoDron.
La pick-up ruge subiendo las cuestas al cerro desde donde iremos a ver la cascada de Tamul; Está atardeciendo y se oye un bramido acuático de fondo. El coche se mueve lado a lado y las vacas pastan tranquilas entre solitarias palmeras. Llegamos a una caseta con dos perros famélicos atados. Ladran y lloran. La caseta es el hogar de algún pastor o algo, pero está vacía. Salimos del coche y andamos 20 minutos a la impresionante caída de 105 metros. El río Gallinas cae encima de las aguas del Santa María con tal fuerza, que levanta una enorme columna de partículas de agua visible a cientos de metros de distancia. Andamos 20 minutos entre nidos de víboras hasta una especie de balcón que da a Tamul. Sacamos el dron a grabar y tras un despegue algo accidentado dado el poco espacio y la orografía del lugar, Andrés saca unas tomas aéreas impresionantes. Tras las fabulosas vistas, las fotos de rigor y el vuelo del dron, volvemos a los coches, hasta el Ejido La Morena, donde nos duchamos en las pequeñas y sencillas instalaciones que tiene Armando para los visitantes y cenamos un asado con tortillas, chile rojo, revuelto, carnita, cebolletas y pico de gallo/bandera (cebolla, tomate, pimiento verde). Todo está buenísimo y las cervezas, heladas. Una maravilla. Una vez llenados los estómagos, toca irse a dormir a la palapa, donde enseguida, unos antes y unos después, caemos todos.
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Relajándonos en algún lugar de la Huasteca. Andrés, Kanchi, y un servidor.
-Vídeo del viaje a la Huasteca haz click aquí.
Resumen del día
-Puente Dios: Esta zona rural es de las más conocidas de México por su importante producción agrícola y ganadera. De paso al Norte desde Guadalajara, es una importantísima zona de adquisición de materia prima y explotación dentro del sector primario mexicano.
-Tamasopo: Célebres cascadas de la Huasteca. Consiste en una especie de playa de rocas con unas cascadas al fondo. Desagua creando unos riachuelos y canales que sirven para abastecer de agua a los lugareños.
-Cascada de Tamul: Una de las cascadas más grandes de la selva mexicana. Tiene una caída de 105 metros. Hay rutas en rappel por la zona y balcones donde admirar semejante caída. Aquí murieron unos españoles que se empeñaron en cruzar el río Gallinas. Un golpe de gua volcó la embarcación y arrastró los cuerpos hasta la cascada. Uno de los cadáveres ya no se volvieron a encontrar. El local al que sobornaron para cruzarlo (estaba prohibido en ese momento por el caudal y la corriente del río) pudo salvar la vida.
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Improvisado aterrizaje del dron. «Yayo» me sujeta, por si acaso se precipita el tema.
Consejo de El Viajero Incansable
Las cascadas de la Huasteca son una auténtica maravilla. Es el auténtico plan. Naturaleza salvaje y exhuberante, con el agua como protagonista. Si quieres cascadas y selva en el centro-Norte de México, acude a la Huasteca.
El asado es una de las mejores opciones para comer o cenar: Carne y verdura, con tortillas. Completo, sabroso y barato.
Aquí, queridos amigos, concluimos esta primera parte de esta tercera etapa del viaje a México. En el siguiente capítulo de esta singladura, recorreremos las aguas del río Micos, veremos el monasterio más antiguo del Norte de México en Xilitla y conoceremos la obra de un amigo de nuestro compatriota Dalí: Sir Edward James.
Muchas gracias, queridos lectores por vuestras visitas y promoción en redes sociales de estos últimos posts, nos vemos muy pronto explorando las la selva de Xilitla.
Que tengáis un fantástico fin de semana,
¡Buen viaje!
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¡Hasta la próxima etapa!
Luis Poch de Gaminde
El Viajero Incansable
https://www.facebook.com/viajeroincansableintereconomia
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