Seguimos siendo tontos para el entorno político. Me explicaré. Desde el famoso lunes, dos de junio, cuando Rajoy avanzó que poco después el Rey se dirigiría a todos para razonar su abdicación, el mundo de la prensa empezó a hablar de la cuestión del aforamiento real. Está claro que el Rey de España constitucionalmente es ‘inviolable’ a cualquier acción de la justicia, pero y ahí estaba el problema, ¿qué pasa cuando deja de ser el Rey? Pasa de la inmunidad a la situación propia de los españoles de a pie y eso parece poco indicado.
Si cualquiera puede querellarse judicialmente con el Rey y existe la posibilidad de encontrarse con un juez al que le ilusione el casting para juez estrella, el Rey, y con él España, puede tener un problema. Parece lógico pensar una solución, y la más fácil es que si en España ya hay más de 10.000 aforados, uno más poco importa. La vía jurídica para legislar esto es bien clara: es preceptiva una Ley Orgánica. De ahí mi sensación de tonto cuando Rajoy dice que para una Ley Orgánica se necesitan meses e incluso más bien un año y por tanto han optado por la chapuza de añadir enmiendas a una Ley Orgánica que hoy aprueban.