Husos, hilaturas y telares, jornadas de trabajo interminables y explotación humana son el trasfondo sobre el que se escribió El Capital, obra cumbre del Carlos Marx que localizó en la lucha de clases el motor de una Historia que consideró Prehistoria. La morosa alusión al principal autor sobre el que se edificó el primer rĆ©gimen comunista, seguida de la apelación al mundo textil, estĆ” justificada cuando se trata la figura de Irene Montero. No en vano, y sin que los podemitas hayan propuesto mĆ”s que tĆmidas iniciativas de carĆ”cter estatalizador que ni por asomo se acercan a las que Franco fue capaz de articular al desarrollar un rĆ©gimen mucho mĆ”s socialista que el de sus sucesores, la formación morada es a menudo tildada como comunista, siendo tributaria, a travĆ©s de dicho calificativo, de una profunda carga despectiva que no requiere de matices. Si este es el reduccionismo ideológico que se les aplica, el otro factor, el textil, lo sirven un dĆa sĆ otro tambiĆ©n en todo escenario al que tienen acceso, a excepción de la gala de los Goya, que para eso comulgan con aquella vieja y maniquea dicotomĆa establecida entre las fuerzas del trabajo y las de la cultura.
Las camisetas podemitas, Ā«crisol de casi todas las reivindicacionesĀ»Ā
Pese a que el mayor peso de su labor propagandĆstica lo desarrollan mediante un constante bombardeo de mensajes en las redes sociales, acompaƱado de su ubicuidad mediĆ”tica, los podemitas se distinguen por su uso, que algunos califican de abuso, de la camiseta o remera. Es este textil soporte, tan alejado de la formalidad pequeƱoburguesa y derechista del traje y la corbata, el que les permite convertirse en verdaderos hombres (y mujeres) anuncio. Si en la Puerta del Sol, revuelta plaza en cuyas aguas supieron pescar Iglesias y los suyos, es fĆ”cil encontrar a hombres que exhiben el aƱejo Ā«compro oroĀ», en la Carrera de los Jerónimos, sus amoratadas seƱorĆas prolongan la tradición bilduitarra de convertir su pecho en crisol de casi todas las reivindicaciones.
Recientemente, la encargada de mantener la tradición de la oposición textil ha sido Irene Montero, que apareció en el escaƱo del que fue desocupado ĆƱigo Errejón, enfundada en una camiseta que pedĆa la libertad para activista Milagro Sala, coincidiendo con la visita que ha realizado a EspaƱa el presidente argentino, Mauricio Macri. Si hace unos aƱos el hombre de paz de Maduro, JosĆ© Luis RodrĆguez Zapatero, tuvo a bien mantenerse sentado al paso de la bandera de los Estados Unidos para expresar su rechazo a la polĆtica internacional de Bush, doƱa Irene Montero, Irene para los compaƱeros y compaƱeras, incluidos algunos periodistas, mostró de ese modo su oposición a quien ha desplazado a esa Cristina FernĆ”ndez de Kirchner por la que hace unos aƱos bebĆa los vientos Pablo Manuel Iglesias Turrión.
Dos amenazas para la integridad argentina (y boliviana, y chilena)
La protagonista de la camiseta es, naturalmente, una lideresa indigenista en absoluto irenista, pues segĆŗn se ha sabido, los mĆ©todos empleados por el colectivo que representa Milagro Sala, Tupac Amaru, no se han limitado al diĆ”logo, sino que han incorporado una en ocasiones cruda violencia. En definitiva, la hoy encarcelada representa a una organización que ha recibido el apoyo financiero del kirchnerismo y que tiene un fin Ćŗltimo: la constitución de un Estado en la provincia de Jujuy, limĆtrofe con la plurinacional Bolivia. Conocido el objetivo de Tupac Amaru, no es de extraƱar que Podemos, partido comprometido con toda iniciativa que tenga un mĆnimo halo hispanófobo, se haya puesto del lado de una organización que sólo puede conseguir sus objetivos al alto precio de destruir la RepĆŗblica Argentina, abriendo de este modo, una nueva fisura a una nación soberana que ya tiene que lidiar con el movimiento mapuche financiado desde el corazón de Europa. Movimientos ambos, que desdibujarĆan las actuales fronteras argentinas, el segundo de los cuales exigirĆa tambiĆ©n la destrucción de las chilenas, para configurar un mosaico de carĆ”cter Ć©tnico cuyo banco de pruebas ya se halla en la Bolivia asesorada por gentes de la FundaciónĀ CEPS, encargada de exportar la distĆ”xica receta autonómica espaƱola. He ahĆ el alcance del comunismo podemita, consistente en hacer aƱicos las estructuras estatales que una vez dislocadas serĆ”n fĆ”cil presa de la depredación de estados ācapitalistas- mĆ”s fuertes, encantados de que tan voluntariosos muchachos les hayan hecho el trabajo sucio a las multinacionales que podrĆ”n negociar con el debilitado y corrompible gobernante local.
Abundando en las contradicciones, la asociación que ahora recoge el calor del pecho de doƱa Irene, lleva el nombre no de un proletario o de una idea sublime y probablemente irrealizable, sino el de un inca de distinguido y teocrĆ”tico linaje, prĆ”ctica esta, la de acudir a los caudillos indĆgenas, que ya tiene una larga tradición en HispanoamĆ©rica de la mano de las logias masónicas.Ā Nada, sin embargo, se interpone ante aquellos capaces de concebir imposibles como la nación de naciones, nada ante los que, como Irene, comparten el algodonado territorio de los sueƱos con el providencial y democrĆ”tico hombre elegido por la gente.