El 15 de junio de 1940 la Unión SoviĆ©tica invadió Letonia. Tras una primera incursión de 20.000 soldados, la ocupación del territorio fue hecha efectiva por casi cien mil efectivos entre los que se encontraban cerca de 10.000 agentes de la NKVD. La ocupación soviĆ©tica de Letonia fue dirigida por Andrei Vyshinsky, un fiscal comunista estrecho colaborador de Lavrenti Beria, responsable de la policĆa polĆtica. TanĆa la orden de āextirpar todos los elementos antisoviĆ©ticos y antisocialesā.
El resultado de la represión dejó muy claro que a Vyshinsky no le iba a temblar el pulso en la aplicación de las mĆ”s brutales medidas para el control de la sociedad. Durante los escasos doce meses que mediaron entre la ocupación soviĆ©tica y la invasión alemana, casi 300.000 personas fueron asesinadas por los comunistas. Un nĆŗmoero que supone casi el 15% del total de la población del paĆs bĆ”ltico. Una cifra que incluye a las vĆctimas de la guerra de ocupación, las ejecuciones durante aquel aƱo y los muertos durante las deportaciones soviĆ©ticas de casi un tercio de la población.
Las primeras masacres contra los disidentes letones se produjeron durante la primera semana de julio, cuando 1.480 opositores fueron asesinados sin mediar ningĆŗn tipo de procedimiento. Ya en esas fechas se habĆa hecho tristemente cĆ©lebre la denominada como āLa Casa de la Esquinaā, la sede de la policĆa polĆtica soviĆ©tica en Riga. En aquel centro de detención, tortura y ejecución fueron asesinados miles de letones por sus ideas polĆticas, religiosas o por el mero hecho de ser propietarios.
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En la sede letona de la KGB se aplicaron muchas torturas que solamente unos aƱos antes se habĆan producido en las checas espaƱolas durante la Guerra Civil.Ā En ese edificio todavĆa quedan restos de los elementos de tortura utilizados, como los ganchos en los que los presos eran colgados de cadenas que se calvaban en la carne de las muƱecas y los tobillos hasta llegar a cercenarlas.
Durante la ocupación soviĆ©tica, la KGB de Letonia llegó a tener mĆ”s de 30.000 agentes en activo y desarrolló un sistema de control que pasaba por la instalación de buzones en los que de forma anónima, cualquier ciudadano podĆa denunciar las actividades contrarrevolucionarias de sus vecinos. La sola denuncia en estos buzones eran causa suficiente para la detención y tortura, y en el peor de los casos asesinato, de los nombre de los denunciados.
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Hasta tal punto se dividió la población que tras la recuperación de la independencia de Letonia en 1991, las autoridades se han negado a desvelar los nombres de los colaboradores de la KGB para evitar venganzas. De hecho, el Ćŗnico trabajo de investigación que se ha hecho sobre la actuación de los represores soviĆ©ticos durante la ocupación es el listado y los procesos abiertos contra las vĆctimas. En muchos casos solamente se han conseguido las declaraciones realizadas durante las torturas a las que eran sometidos.
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Toda esta documentación se encuentra almacenada en una vieja fĆ”brica a las afueras de Riga. AllĆ se agolpan cientos de miles de documentos que son de acceso pĆŗblico. Mientras tanto, las 43.000 fichas de los agentes que colaboraron con la KGB siguen bajo secreto oficial del Estado. Solamente tras una investigación privada realizada durante aƱos se logró identificar y encontrar al Ćŗltimo responsabel de ese cuerpo represor soviĆ©tico. Su nombre es Edmunds Johansons. Ha sido entrevistado en varias ocasiones y siempre se ha negado a revelar la identidad de sus colaboradores. Se ha limitado a afrimar que muchos polĆticos y actuales responsables militares y policiales eran los mĆ”s firmes colaboradores de la KGB durante la Ć©poca de ocupación soviĆ©tica.
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