Otro de los mitos de la izquierda: el heroísmo de los anarquistas en el frente. La realidad fue que fueron una fuerza represiva de la retaguardia.
La Columna de Hierro fue una unidad de milicias creadas en los primeros días de la Guerra Civil en la zona de Levante. Pertenecían a la anarquista CNT-FAI, y rápidamente creció el número de sus miembros. Como muchas otras unidades de milicianos, lejos de la lucha en el frente, centraron sus actividades en la represión contra los sospechosos de ser derechistas que se encontraban detenidos en las cárceles republicanas, especialmente en las de Levante.
Su participación en la Guerra Civil fue muy limitada. El 8 de agosto de 1936, un grupo de esta columna de poco más de 200 efectivos, la mayor parte de la localidad de Alcoy, salió de Valencia con destino a Teruel para intentar arrebatar a los alzados esa capital de provincia. Por el camino se le sumaron varios grupos de anarquistas, el más numeroso -casi un centenar- era el de Sagunto. Cuando llegaron a la localidad de Sarrión (ya en la provincia de Teruel), el grupo superaba los 400 efectivos. A la entrada de ese municipio fueron atacados por una escuadrilla de aviones nacionales que apenas les causó bajas.
Tras ese ataque, el pánico se apoderó de los anarquistas y decidieron ponerse a resguardo en Sarrión para esperar a otro grupo que, al mando de José Pellicer, había salido de Valencia pocas horas después de ellos. Aprovecharon su estancia en esa localidad para asaltar varios comercios y un secadero de jamones. La excusa era que necesitaban provisiones para llegar al frente. La realidad es que mostraron en sus incautaciones tanta brutalidad como cobardía habían presentado ante el ataque de los aviones sublevados.
Con la llegada de nuevos voluntarios anarquistas desde diferentes localidades de Levante, los efectivos aumentaban y pasaron de los 800 efectivos iniciales a 2.200 a finales de agosto y casi 20.000 a finales de año. Nunca más del 10% de esos efectivos se encontraba a la vez en el frente. Sin embargo, de la Columna de Hierro se conocen más sus actividades represivas en la retaguardia que su valor en el campo de batalla.
En Castellón de la Plana realizaron una saca de presos considerados derechistas para asesinarlos en los cementerios de Castellón, Alcora y Almazora. Solo en la noche del 2 de octubre más de 70 presos fueron asesinados junto a los muros de esos tres cementerios. Los miembros de la Columna de Hierro acababan de llegar del frente de Teruel, donde habían sido rechazados por las tropas nacionales en su intento de recuperar la ciudad.
Pero no fueron los únicos desmanes que cometieron a su regreso. Asaltaron los juzgados de primera instancia, la Audiencia Provincial, el Registro de la Propiedad y la Delegación de Hacienda de Castellón. Todos sus archivos fueron quemados en hogueras frente a los edificios sin que actuase la fuerza pública.
Después se trasladaron a Vinaroz, donde sacaron de la cárcel a 16 “presos derechistas” que también fueron asesinados. Después, junto a varios dirigentes del Frente Popular, celebraron una comida en el Hotel Suizo de Castellón para celebrar que habían aplicado la justicia revolucionaria a casi un centernar de “fascistas”.
Al día siguiente, la Columna abandonó Castellón con dirección a Valencia, donde también fue asaltada la Prisión Provincial y asesinados decenas de derechistas allí detenidos. Durante los días siguientes se dedicaron a recorrer los pueblos próximos a Valencia. Asaltos a villas y caseríos, incautación de cosechas y animales, robos, asesinatos de personalidades de la derecha. Esa fue la guerra que realizaron los miembros de la Columna de Hierro a los que la izquierda sigue brindando reconocimiento hoy en día.
En algunos casos, como ocurrió en Benacil, los propios integrantes del comité revolucionario controlado por el Partido Comunista, plantó cara a la Columna de Hierro. La localidad de Benacil estaba dominada por el comité que presidía un individuo llamado “Pepet”, viejo comunista que había logrado movilizar a gran parte de los braceros y labradores que formaban parte del partido y a los que había armado para defender la revolución. Cuando los miembros de la Columna de Hierro llegaron en sus camiones a la localidad exigieron que les fueran entregados todos los presos derechistas y las armas que hubiera en los almacenes. Decían que pretendían volver a Teruel, al frente, pero allí nadie se lo creía.
Los miembros de la Columna de Hierro, dirigidos por “el Chino”, se dirigieron a la prisión local para hacerse cargo de los derechistas detenidos. Mientras estaban dentro, “Pepet” convocó a varios centenares de braceros de la localidad y al centenar de miembros de la Juventudes Socialistas que estaban recibiendo instrucción militar y rodearon la prisión para enfrentarse y desarmar a los milicianos anarquistas.
Ante la situación en la que se vivía, “el Chino” dio la orden de retirarse y salieron a tiros atravesando la multitud. Murió una docena de anarquistas y varios comunistas en el enfrentamiento. Poco después, una patrulla de aviones Polikarpov fue enviada desde Madrid para acabar con ese grupo de la Columna de Hierro. Fueron bombardeados y ametrallados mientras que circulaban en sus camiones. El ochenta por ciento del grupo liderado por “el Chino” fue abatido por los aviones republicanos.
Sin embargo, el grueso de la Columna de Hierro permanecía en Valencia, donde intentaban conseguir armas mediante su robo a la Guardia Popular Antifascista. En una de estas operaciones, los miembros de esta policía creada al inicio de la Guerra Civil, detuvieron al anarquista Tiburcio Ariza, que se resistió y murió en el enfrentamiento con los policías.
Los anarquistas organizaron un funeral muy numeroso al que asistieron, casi en su totalidad, los miembros de las columnas de Hierro, CNT-13 y Torres Bendito. La comitiva del entierro tenía que pasar por la Plaza de Tetuán, donde estaba la sede del Partido Comunista. Allí les esperaba un batallón de comunistas valencianos que había vuelto de permiso de combatir en Madrid. Uno de los integrantes de ese batallón, un joven comunista, se adelantó saliendo al encuentro de los anarquistas y, antes de llegar a la cabecera de la comitiva fúnebre en la que se encontraban los líderes de las columnas convocantes, sacó una pistola y disparó contra ellos.
Esa era la señal convenida, desde las ventanas de los edificios y desde la misma calle, los comunistas abrieron fuego contra los anarquistas a los que causaron 30 muertos y más de 50 heridos. Los anarquistas nunca respondieron a este ataque, las columnas anarquistas de Valencia quedaron disueltas. Fue el final de la Columna de Hierro. Con ella morían sus asesinatos y sus robos.
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