«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La irrefrenable ambición kurda

El histórico KurdistÔn abarca territorios de distintas naciones como Siria, Irak, Turquía, IrÔn y algunas localidades de la antigua URSS. El destino del pueblo kurdo ha seguido un camino distinto en función del país que habita, tanto en cuanto avances hacia una mayor autonomía del Estado central correspondiente, como en lo relativo a la contención de sus pretensiones independentistas.

Turquía, por su parte, alberga a casi la mitad del total de la población kurda, constituyendo la etnia mÔs grande después de la turca. Aún así, el tamaño de la población kurda no estÔ determinado y oscila entre los 12 y 20 millones de personas según el tipo de fuente que se consulte, lo que supone aproximadamente el 19% de la población total turca. Como resultado de la firma en junio de 1919 de Tratado de Versalles, dando fin a la Primera Guerra Mundial, la configuración geogrÔfica mundial se vio sometida a cambios sustanciales, pues a partir de él se establecieron nueve nuevos países como consecuencia de la desaparición del Imperio Austro-húngaro y se diseñaron los mapas que conformaron el actual Oriente Medio. El Tratado de Versalles, sin embargo, no contemplaba la cuestión kurda. Tres años mÔs tarde, se firmó el Tratado de Sèvres en 1921 y a la vez que el Imperio Otomano fue abolido, se estableció en sus parÔmetros el derecho a la autodeterminación del pueblo kurdo. No obstante, la victoria en la Guerra de Independencia Turca de Kemal Ataturk -quien pasaría a ser el primer presidente de la República de Turquía-, y el posterior Tratado de Lausana, el cual estableció las fronteras de la Turquía moderna-, frenaron todas las ansias independentistas kurdas. Desde entonces, los kurdos han luchado incansablemente para conseguir la independencia de su pueblo, provocando, por consiguiente, continuos conflictos con los Estados soberanos sobre los que se asienta la comunidad kurda. Estos conflictos han sido mÔs intensos con el Estado turco, donde el Partido de los Trabajadores del KurdistÔn (PKK), considerado grupo terrorista por Turquía, Estados Unidos y Europa, continúa empleando la lucha armada en aras de conseguir la autonomía. La detención del líder del PKK -Partido de los Trabajadores Kurdos en 1999 supuso un duro revés para su organización. El sueño separatista se diluyó dejando paso a una petición de autonomía negociada, aunque el gobierno turco se ha negado a otorgar cualquier tipo de concesión al pueblo kurdo.

Por otro lado, los kurdos sirios conforman entre el 7% y el 10% de la población total siria, siendo una de las minorías étnicas mÔs numerosas del país. Su Ôrea de asentamiento se sitúa principalmente en las fronteras de Siria con Irak y Turquía. Desde mediados del siglo XX los kurdos han demandado continuamente al gobierno central sirio mayor autonomía para su comunidad, sin embargo estas demandas se han visto continuamente reprimidas, de tal manera que numerosos opositores y líderes kurdos han sido detenidos a manos del régimen. Dado el sistema de minorías que caracteriza al Estado sirio -alauítas, cristianos, chiíes, etc.-, los kurdos son conscientes de que, si una vez finalizada la Guerra Civil en Siria los opositores al régimen fueran aquellos quienes se hagan con el poder, verían, en consecuencia, mermadas sus aspiraciones independentistas. El presidente al-Asad, al ser de origen alauíta, una tribu minoritaria en Siria, ha favorecido en mayor o menor medida a las minorías sirias, de ahí que haya mostrado ciertos gestos de apoyo hacia los kurdos. Un ejemplo de ello es la concesión de la nacionalidad siria a mÔs de 100.000 kurdos, a quienes hasta entonces se les había denegado. AdemÔs, dada la falta de recursos militares ante el conflicto entre el régimen y los opositores, y la amenaza que supuso Estado IslÔmico en cuanto a la conquista de territorio sirio, Damasco cedió a los Comités para la Protección del Pueblo Kurdo el control de ciudades situadas al noroeste del país.

A diferencia de las comunidades kurdas sirias y turcas, el KurdistÔn iraquí, tras la desaparición del régimen de Saddam Hussein, consiguió lo que tanto tiempo había estado persiguiendo: proclamarse una región federal con autonomía política, en otras palabras, un mini-estado kurdo en Irak con bandera, ejército y aeropuerto propio. Como consecuencia de la incursión estadounidense en Irak y las posteriores operaciones llevadas a cabo con objeto de estabilizar y dotar de estructuras al Estado, y dadas las cuestiones sectarias del país, se impuso un gobierno de concentración nacional en el cual las principales etnias y ramas islÔmicas estaban representadas. Sin embargo, y pese a las muchas voces que defendían la efectividad del gobierno de concentración ante los conflictos étnicos y religiosos del país, las rivalidades internas no llegaron a desaparecer. Este grado de autonomía que le fue concedido al KurdistÔn iraquí fue visto con gran recelo por parte de los países vecinos con población kurda en su circunscripción, pues tuvo que ponerse en consideración la posibilidad de que la creación de la República Autónoma del KurdistÔn en Irak pudiera tener un efecto contagio, mÔs cuando los Estados, y especialmente Turquía, han reprimido cualquier tentativa autonómica o independentista kurda.

Otro estado regional con población kurda en sus fronteras es IrÔn. La minoría kurda iraní es considerable, y busca al igual conseguir la autonomía frente al gobierno central. Es por ello que desde IrÔn también se han visto con mal ojo todos los avances respecto a la emancipación del pueblo kurdo iraquí. Si anteriormente TeherÔn y los kurdos convenían en cuanto a ejercer oposición al régimen de Saddam, ahora que Irak estÔ liderado por chiítas, IrÔn busca favorecer la continuidad del gobierno iraquí actual. Pese a esta coetÔnea divergencia, ambos coinciden en un punto fundamental que concierne al equilibrio regional, y especialmente a la estabilidad interna de sus comunidades, y la necesidad de combatir Estado IslÔmico.

Como vemos, la población kurda, si bien minoritaria, ha ejercido una notable presión ante los gobiernos centrales, y esto es en parte debido a que cuentan con una gran capacidad militar y bélica. Es por ello que desde que comenzó la ofensiva contra Estado IslÔmico las milicias kurdas han combatido con efectividad las aspiraciones territoriales del grupo. Desde los propios países regionales, así como desde Occidente, se ha dotado de armamento a los peshmergas -combatientes kurdos- al ser considerados como un gran activo militar frente a las ambiciones territoriales que hasta ahora ha venido teniendo el grupo terrorista. Esto, inevitablemente, ha traído consigo que las aspiraciones independentistas de los kurdos se estén acentuando, ya que han sido capaces de ver en la coyuntura regional actual la oportunidad idónea para alcanzar la creación del tan ansiado Estado kurdo.

De tales circunstancias ha surgido la puesta en marcha del referéndum por la independencia del pueblo kurdo en Irak. Las reacciones de aquellos estados en los cuales se asienta la población kurda no se hicieron esperar. Por supuesto, Irak ha sido el mÔs perjudicado de todos. El Primer Ministro, al-Abadi, ademÔs de advertir que nadie jugarÔ con la integridad y la unidad de Irak, ha exigido al KurdistÔn iraquí que ceda al gobierno central el control total de sus aeropuertos y pasos fronterizos. IrÔn, ademÔs de amenazar con bloquear las fronteras, cerró dos días después de la consulta las oficinas de la televisión kurda Kurdistan24 y el gobierno de TeherÔn mandó a la policía iraní buscar y detener a aquellos que celebraron el plebiscito en Rojhilat, territorio habitado por los kurdos en el país persa. Desde Ankara se estÔ estudiando la implementación de sanciones económicas e incluso se ha llegado a plantear poner en marcha medidas de carÔcter militar.

La participación de referéndum por la autodeterminación del pueblo kurdo en Irak fue mayúscula, llegando al 90% en algunas localidades. Los kurdos forman la minoría étnica mÔs grande sin un Estado nación en la región de Oriente Medio y no parece que las ambiciones de crear un gran estado que recoja bajo sus fronteras a la totalidad del pueblo kurdo vayan a disolverse. Incuestionablemente, han dejado ver su valía y valentía en la lucha contra Estado IslÔmico en Siria e Irak con resultados mÔs que favorables. No busco, ni quiero, entrar a argumentar si el pueblo kurdo debería o cuenta con las condiciones necesarias para poder formar un Estado nación propio, pero fuera de todo debate sobre el derecho internacional en materia de autodeterminación de los pueblos, es mÔs que evidente que en cuestiones de geopolítica y seguridad internacional podrían llegar a ser, como hasta ahora han demostrado, un gran aliado.

Por Nora Gómez.

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