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Mila y su mala leche vuelven a colgar el delantal

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Por Pepe G.-Saavedra

El firmamento de la cocina española hizo presencia en MasterChef. Treinta y cinco cocineros con estrellas Michelín recogieron el testigo de Samantha, Jordi y Pepe como jueces del talent culinario. La cocina francesa centró la primera prueba de la noche. Cada uno de los aspirante tuvo que elaborar una receta de la cocina gala y presentarla en las siete mesas en las que se repartieron los maestros de los fogones. A Lidia el azar le otorgó una sopa con hojaldre mientras que a Kevin un estofado de carne de buey. Andrea tuvo que presentar un pichón, Mila se peleó con un lenguado y Antonio se olvidó las ancas de rana -producto central de su plato- en el supermercado. Carlos, por su parte, elaboró un hojaldre con langostinos y a Sally le tocó una terrina de foie.  El masificado jurado tuvo que dar un punto a la mejor elaboración y como premio, el ganador recibiría el delantal dorado que le traslada directamente a la semifinal. Kevin se proclamó vencedor de la prueba y, además de asegurar un ansiado puesto a las puertas de la final, pudo relajarse en un spa en la prueba por equipos.

Los aspirantes a MasterChef se desplazaron hasta un complejo de lujo en Altea. El spa de la costa alicantina busca combinar una dieta macrobiótica con la última teconología en tratamientos de belleza. Los ojos de Lidia, nutricionista y alérgica a este tipo de régimen, fueron un auténtico poema. Las parejas tuvieron que cocinar para uno de los públicos más exigentes y pedantes separados por un biombo. Lidia y Mila deleitaron a los comensales con un primero, con veinte minutos de retraso de la segunda, Antonio y Andrea -sobresaliente para la actitud de la segunda- se encargaron del segundo y Carlos y Sally rozaron la perfección con sus dos postres. Antonio, Mila y Lidia perdieron en la prueba por equipos y pasaron a la prueba de eliminación.   

El desfile de estrellas michelín por las cocinas de Masterchef no cesaba. La osa mayor de la gastronomía española, Martín Berasategui, planteó el plato para la fase final de la gala. El vasco tuvo que cocinar a la vez que los aspirantes. ¿Se imaginan el resultado? Efectivamente, un completo desastre. Mila dio rienda suelta a sus tendencias cleptómanas, Lidia se desesperó con su compañera y Antonio iba por libre. El sevillano fue el único que arrancó algún halago al jurado, pese a la compasión del maestro Berasategui. Mila y su mala leche -marca distintiva de la alicantina- volvieron a colgar el delantal negro.

 

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